“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

16/11/15

La masacre del 13 de noviembre en París

Esto es terrorismo... porque es en Francia
Ariel Mayo   |   La masacre perpetrada en París el pasado viernes 13 de noviembre es sólo el episodio más reciente de una serie interminable de atrocidades cometidas contra la población civil. Como es sabido, la sensibilidad de los medios de comunicación frente a las masacres es diferencial. Una cosa es la población perteneciente a alguna de las potencias capitalistas, y otra la población de alguno de los países de la periferia. La diferencia se potencia si la ciudad atacada es París. No es casual que los hechos del 13N hayan desatado una oleada insoportable de hipocresía. Por esto, el análisis de la masacre requiere dejar de lado el cúmulo de disparates, prejuicios y operaciones de prensa promovidas por los medios que sirven a los Estados y a las clases dominantes.

A veces, la mejor manera de resolver un problema consiste en plantear de modo diferente los términos del mismo. El análisis de la masacre del 13N debe comenzar por la pregunta de a quién beneficia la masacre, en vez de concentrar las energías en establecer quién la perpetró. A esta altura del partido está claro que entre el fundamentalismo islámico y los servicios de inteligencia de las potencias capitalista existen innumerables lazos, que hacen que sea difícil establecer para quién trabaja cada uno.

A modo de ejemplo basta mencionar el papel de los EE.UU financiando a los grupos extremistas que enfrentaron a la invasión soviética a Afganistán, entre los que se contaba Osama bin Laden. Sin caer en la paranoia de las teorías conspirativas, cabe decir que los Estados occidentales han utilizado en numerosas ocasiones al fundamentalismo islámico para cerrarle el paso a movimientos políticos laicos que ponían en riesgo la dominación capitalista sobre los recursos naturales de los países árabes.

Para responder al interrogante de quién sale beneficiado con la masacre del 13N basta con revisar lo sucedido en casos anteriores. La experiencia más relevante es la de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. Luego de los atentados terroristas, el gobierno norteamericano multiplicó los instrumentos de control sobre la población civil, a punto tal que toda circulación de información entre persona que involucre medios electrónicos pasa por el tamiz de la vigilancia de los organismos del gobierno. La tortura a prisioneros, el alojamiento de los mismos en prisiones clandestinas y la prolongación sin término de las detenciones,  sin acceso a abogados defensores ni la sustanciación de un debido proceso, se convirtieron en práctica corriente. El Estado norteamericano aprovechó los atentados para lanzar las invasiones sobre Afganistán (2001) e Irak (2003) y para promover un crecimiento exponencial del presupuesto militar. En síntesis, las acciones de Al Qaeda proporcionaron la excusa perfecta para la expansión del aparato represivo del Estado norteamericano.

¿Qué es esto? Sucedió en Siria
Nada hace prever que las cosas sigan un curso diferente en el caso del Estado francés. El 13N permitirá profundizar las líneas políticas iniciadas mucho antes, basadas en la elección de la intervención militar en África y Medio Oriente, y en la vigilancia y persecución sobre las poblaciones de inmigrantes en el orden interno. Ya las masacres de enero pasado (el atentado contra la redacción de la revista Charles Hebdo) habían desatado una oleada de xenofobia contra los musulmanes.

El 13N no es un rayo que cae en cielo sereno. La crisis de los refugiados que escapan de las diversas guerras que asolan al mundo árabe, como la crisis de los inmigrantes africanos que huyen de la miseria y de otros conflictos armados, son consecuencia, entre otras cosas, de la intervención de los Estados capitalistas aliados con las clases dominantes de esos países. A esas crisis se suma la situación de estancamiento económico, que hace que una parte importante de la población de varios Estados europeos enfrente situaciones de desempleo y marginación. Frente a esta situación, la burguesía europea eligió la vía de la represión como camino para resolver los problemas. Represión en lo externo (intervención militar, ya sea directamente o a través de terceros). Represión en lo interno (medidas contra los inmigrantes y refugiados).

En este contexto, el 13N representa una preciosa oportunidad para profundizar la política cuyos rasgos fundamentales fueron esbozados en el párrafo anterior. El Estado francés (y el Estado norteamericano, el Estado inglés, etc.) es el beneficiario directo de los atentados, pues cuenta con el argumento perfecto para acentuar el control sobre la población civil e imponer un aumento de la militarización de la vida cotidiana. En este sentido, la acción de los terroristas beneficia directamente a quienes dicen combatir.

El 13N volverá a repetirse indefectiblemente. La acción terrorista es plenamente funcional al camino político elegido por los Estados capitalistas. El control de las poblaciones requiere de un chivo expiatorio que lo justifique. Las guerras interminables se sostienen en la medida en que la opinión pública se sienta aterrorizada por un enemigo que se encuentra en todas partes y que a la vez resulta invisible. El 13N permite justificar la política de represión llevada adelante por los Estados. Este camino conduce a una multiplicación de las masacres y a una degradación creciente de los derechos y libertades de los ciudadanos de los Estados occidentales.

Los Estados occidentales no enfrentan al terrorismo, lo alimentan y se benefician con los actos de barbarie que realiza contra la población civil. Dichos actos les sirven, a su vez, para ejecutar acciones criminales contra las poblaciones de los países de Asia y África. Esto no puede ser detenido con declaraciones de repudio o llamados a la paz entre los pueblos. El terrorismo, ya sea el estatal o el de las organizaciones paramilitares, sólo podrá ser enfrentado por medio de la acción política de los trabajadores, esa inmensa mayoría de la población que no tiene ni voz ni voto al momento de decidir la política de los Estados.
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