“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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14/1/13

Oscar Niemeyer, le sculpteur des monuments ou les limites d’un modernisme factice

Oscar Niemeyer ✆ Gustavo Siebert
Nadir Djermoune

Nadir Djermoune es una arquitecta-urbanista y profesora en el Departamento de Arquitectura de la Universidad Saâd Dahlab de Blida, Argelia,  y en este artículo opina sobre el legado del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Entre sus obras se  encuentra el diseño la sede del Partido Comunista Francés, en la Place du Colonel Fabien, en París. Murió el 5 de diciembre 2012.

L’architecte brésilien Oscar Niemeyer vient de mourir à l’âge de 105 ans. Il a laissé derrière lui un ensemble de projets et des formes atypiques qui ne laissent pas les observateurs indifférents. Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares est né le 15 décembre 1907 à Rio de Janeiro dans une famille de six enfants. En 1929, il entre à l'Ecole des Beaux Arts de Rio de Janeiro où il commence une formation en architecture dont il sort en 1934. C'est l'époque où le modernisme et le style international

14/7/12

Las esculturas de Franz Xavier Messerschmidt / ¿Qué hay en el fondo de nosotros?

Juan Forn

En el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York hay una salita llena de trivia vienesa de fines del siglo dieciocho. Entre cucharas y platos y abanicos rococó hay un busto escalofriante hecho en estaño. Es una cabeza calva, de tamaño apenas mayor al de una cabeza natural, cosa que la hace doblemente inquietante, porque además es una cabeza gacha: para verle los rasgos hay que agacharse literalmente porque lo que nos ofrece si nos mantenemos erguidos es la nuca, la tensión de los tendones del cuello, la humillación desesperada de esa cabeza que rehúsa mirarnos. Lo primero que uno piensa frente a ella es que pide a gritos que la saquen de esa sala atiborrada de trivialidad. Lo segundo que uno piensa es lo que sería entrar en la misma salita y que sólo estuviera ese busto: las paredes desnudas, la luz baja y esa tremenda cabeza gacha. Y de ahí pasar a la salita siguiente, y de ahí a la siguiente, y de ahí a la siguiente, y ver así las sesenta cabezas que esculpió Franz Xavier Messerschmidt a fines del siglo dieciocho, en una cabaña perdida en Bratislava, luego de ser despreciado por “temperalmente inestable” en la corte de Viena.

El modelo de todas las cabezas era él mismo. Las hizo en estaño porque era el material más barato de fundición (no podía pagar hierro o bronce); algunas incluso quedaron en yeso; sólo pudo hacer un par de ellas en mármol, con material sobrante de encargos. Su propósito era abarcar las sesenta y cuatro expresiones posibles del rostro humano, es decir del alma humana, según creía Franz Xavier Messerschmidt que había demostrado Hermes Trimegisto, el padre del hermetismo, es decir de lo oculto. Por cosas así quemaban gente en esa época. Pero Messerschmidt estuvo nueve años sacándose los demonios de adentro sin que nadie le tocara un pelo. Digo sacándose los demonios de adentro porque trabajaba de la siguiente manera: en torso desnudo frente a un espejo, sometiéndose a tormentos corporales o psíquicos hasta obtener en su cara el gesto que estaba buscando, para proceder a modelarlo frenéticamente en arcilla con sus manos. Así día tras día, durante nueve años.