Si hay algo que me produce satisfacción, es que la vida me ha permitido ver de cerca episodios memorables y de conocer personas que han vivido, también de cerca, el proceso revolucionario en los últimos cincuenta años. Entre las personas a quienes tuve, en algunas ocasiones muy cercanos a mí, están Raúl Baduell y Luis Miquilena.
Me recuerdo que cuando llegamos a Miraflores, en enero de 1999, un mes antes de que lo hiciera el presidente Chávez, conocí al entonces coronel Baduell. El trato cercano de entonces me permitió conocer algunas facetas de su vida y de su personalidad, como las de su visceral rechazo a la traición y a los traidores. Fui testigo de un episodio protagonizado por el coronel Baduell, cuando discutió con el presidente sobre el nombramiento de un general y un coronel en puestos claves dentro de la Fuerza Armada, por su conducta desleal el 4 de febrero. Los calificó de traidores y tenía toda la razón, porque luego vimos a esos mismos personajes reaparecer nuevamente como traidores el 11 de abril de 2002.
Si hay algo reprochable en la conducta humana, no es la mera traición, sino cuando esta se produce como consecuencia de obrar alevosamente, cuando se falta a la lealtad o a la confianza, cuando se actúa con cautela y para estar plenamente seguros que en el acto que se va a ejecutar no existe riesgo alguno. En todas las legislaciones penales del mundo la alevosía es una circunstancia agravante de la responsabilidad criminal. Es la perfidia llevada a los extremos.
¿Qué pensamientos cruzan por la mente de los traidores antes de cometer sus vilezas? Por supuesto que una cosa es el disenso, el desacuerdo y otra la traición. Se puede estar en desacuerdo con alguien y disentir de sus opiniones y otra es, de la noche a la mañana, aparecer desmintiéndose ante todos con un guión seguramente preparado por otros, y arremeter contra quienes hasta el día anterior eran sus camaradas. Ninguna traición alevosa, bien pensada y preparada, es gratis, y de ello hay ejemplos abundantes en la historia y no deben sorprendernos.
El caso del general Baduell es patético. Tanto rechazo y animadversión que sentía por Luis Miquilena, a quien “no tragaba” y por los oficiales desvergonzados que traicionaron a nuestro Presidente Chávez una y hasta dos veces y véanlo ahora ahí, haciéndoles el “quite”, porque sus otrora enemigos están tan desprestigiados que no se atreven a asomar la cabeza porque nadie les cree y los rechazan porque no valen nada. Me imagino el encuentro fraternal entre Raúl Baduell con Luis Miquilena y Efraín Vásquez Velasco. Me gustaría presenciar el encuentro con el general Manuel Antonio Rosendo, quien para evocar tiempos ya idos, se treparía a un tanque, se introduciría por la escotilla y se quedaría trabado, para que el general Baduell acuda solícito en su ayuda.
Chávez no necesitó ningún guión preparado de antemano para saltar a las puertas de la Historia. Imaginarse a Chávez leyendo su “por ahora”, sin sentimiento alguno, es algo insólito. Baduell, como no tiene nada qué decir, recurre a un guión, seguramente elaborado por Hermann Escarrá para repetir como dócil loro lo que ahora le escriben.
Cada revolución sufre un constante proceso de decantación, donde se van separando los individuos que tienen un “hasta aquí”, sólo que a veces estos saltos cualitativos, llamados coloquialmente por nuestro pueblo como “saltos de talanquera”, producen cierto impacto, asombran, deslumbran, sólo que ese efecto dura poco, es fugaz como un relámpago. Así pasará con el general Raúl Baduell, a quien la historia menuda le tiene reservado un lugar que el jamás se ha imaginado. Si no lo sabe, me atrevo a recomendarle que se permita consultar con Luis Miquilena o Manuel Antonio Rosendo, que si no fuera por las impertinencias de algunas personas que como yo, de vez en cuando los mencionamos, nadie se recordaría de ellos.
¿A quien creer? ¿Al Baduell de ayer o al Baduell de hoy? Sólo el tiempo lo dirá. Pero esta traición tan alevosa y abyecta como la del general Baduell será rechazada por el pueblo venezolano quien siempre desconfía de los que, como el camaleón, cambian de color con tanta facilidad. Si Baduell denuncia ahora un “golpe de estado” contra la Constitución del 99 es porque seguramente estaba pensando en el suyo propio, con la diferencia que él nunca tuvo ni masa testicular ni los guarapos hormonales necesarios para darlo. Recuerde general Baduell que este Proyecto de Reforma Constitucional, a diferencia de otros que han tenido lugar en la historia de Venezuela, será aprobado en referendo por el pueblo de Venezuela y no por un grupito de personas, como sucedía antes.
Como soy una persona medianamente informada sobre ciertas intimidades de nuestro proceso revolucionario, creo saber el motivo de tanto reconcomio del general Baduell contra el presidente Chávez: Nunca le perdonó ni le perdonará que no lo haya nombrado como Presidente de Petróleos de Venezuela (PDVSA). El resto son efectos que tratan de ocultar esa realidad.
Disfrute general Baduell de su acto de cobardía. Hágase seguir por los medios de comunicación que antes detestaba. No tiene idea del rechazo que sentí al oír sus palabras con la “musiquita” de fondo que, para inútilmente infundir terror a nuestro pueblo, le coloca Globovisión a los que, como usted, se prestan al juego macabro del Imperio. Siga así, porque dentro de poco, cuando usted sea un bagazo más de esta implacable molienda histórica, será recordado con una arrechera que, parece mentira, no le ha sido dispensada ni siquiera a Luis Miquilena; y también con piedad, lástima y conmiseración por otros motivos, que ahora no estoy en condiciones de expresar.
Hubiera querido despedirme del general Baduell de otra forma, pero no puedo ni quiero.
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