“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

26/4/12

Del Capitalismo del Desastre a la Blitzkrieg

Álvaro Cuadra

Especial para La Página
Como ya ha sido advertido, el advenimiento del régimen nazi puso en marcha el lado oscuro de la modernidad. Todos los logros tecno científicos de Europa fueron puestos al servicio de un poder político totalitario. Nació de este modo la propaganda político mediática en gran escala y la guerra moderna. Esa misma lógica tecno industrial se aplicó al exterminio sistemático de millones de seres.

El poder de Hitler y de su partido se sostuvo en tres pilares fundamentales: Propaganda, Control Policial y Guerra. Como ya se sabe, fue Joseph Goebbels el inspirador y artífice de una política propiamente moderna de propaganda en gran escala. En su calidad de ministro de propaganda e ilustración popular del Tercer Reich y mediante la aplicación de principios de psicología social, utilizó todos los medios disponibles tales como prensa de gran tiraje, carteles, radiodifusión y cinematografía. Había nacido la propaganda política en la era de la comunicación de masas.

Las tácticas militares también fueron inscritas en la nueva lógica industrial y moderna. Fue el talento de Heinz Guderian, quien llegaría a ser Jefe del Estado Mayor de la Wehrmacht el que concibió la llamada Blitzkrieg o guerra relámpago, una táctica que conjuga los ataques aéreos con el rápido avance de tanques e infantería coordinados mediante el uso de las telecomunicaciones. Es interesante destacar que Guderian se inspiró en parte en su amistad con el mariscal soviético Mijaíl Tujachevsky, amigo de Trotsky y fusilado posteriormente en lo que se conoce como la Gran  Purga de Stalin.

El tercer pilar del régimen nazi fue la implementación de una policía secreta, la Gestapo. Esta organización respondía directamente al Fuhrer y no estaba sujeta a ningún control jurídico. La Gestapo fue el modelo para todas las organizaciones criminales que siguieron, siglas que no alcanzan a opacar su propósito último, la tecnología del horror: CIA, KGB, DINA y un extenso etcétera.

Si bien el Tercer Reich ya es historia, no podemos decir lo mismo de su lamentable legado. Los principios modernos de la Guerra, la Propaganda y el Control Policial, siguen muy vigentes en el siglo XXI y administran, hoy, el planeta entero. Auschwitz ha sido replicado hasta el presente en muchos lugares del mundo: Villa Grimaldi o Guantánamo, solo como tristes ejemplos específicos de un paisaje que se extiende por doquier. Este es el precio que la humanidad debe pagar para sostener la expansión neoliberal, el capitalismo del desastre y el schock permanente.

Pensar el mundo actual como un gran campo de concentración es menos aventurado de lo que parece a primera vista. En la lógica situacionista habría que insistir en que “En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”[1] ; finalmente, asistimos a un espectáculo que es  ideología por excelencia, una tautología en que las imágenes naturalizan un orden económico, un poder que administra el mundo en nombre del orden y la libertad universales.

Al observar el repertorio temático diseminado por el planeta por la Híper Industria Cultural, no debiera sorprendernos que un lugar estelar corresponda a la Guerra. No se trata, tan solo, de conflictos locales. En la narrativa mediática, La Guerra se nos presenta como un continuum articulado de carácter modernizador y civilizatorio.

Para el europeo promedio da lo mismo que se trate de Libia, Irak, Siria o Afganistán, lo importante es que se trata de avanzar hacia la “democracia”, superando formas culturales retrógradas. El cúmulo de cadáveres es el costo necesario para el advenimiento de la “primavera”. Esta ideología propagada por la mayoría de los medios oculta los intereses en juego, la depredación que anima las intervenciones militares y la degradación que ello supone para las víctimas y victimarios. La Blitzkrieg 2.0, satelital y digitalizada, casi no deja espacio a los ejércitos tercermundistas que se atreven a resistir en nombre la soberanía nacional.

Tal como ya ha sido expresado por numerosos pensadores, estamos bajo el signo de una civilización de la violencia, una época en que el capitalismo tardío ha devenido un capitalismo del desastre y del terror a escala global. Si ayer fue el complejo militar-industrial el que ordenaba la economía y configuraba el mapa del mundo, hoy asistimos a la era del complejo militar – mediático, una sociedad de la violencia y el espectáculo, una forma sui generis de Fascismo Global: “…el nuevo poder mediático y militar global ha creado aquella misma condición objetiva elemental bajo la que Walter Benjamin o Pier Paolo Pasolini definieron el fascismo moderno: el estado general de impotencia de una humanidad disminuida a la función de espectador y consumidor de su propia destrucción”[2]

Notas

[1] Debord, G. 1995 La sociedad del espectáculo. Buenos. Aires. La Marca: 215
[2] Subirats, E. 2006 Violencia y Civilización. Buenos Aires. Losada: 163