Stalin ✆ Jos |
El primero, y casi de puro evidente, es que la racionalidad
para un materialista tiene que ver con la cristalización de instituciones
surgidas mediante la praxis histórica. Por consiguiente, antes de esas
cristalizaciones poco se puede plantear. O dicho de otra manera: antes de que
existiese el socialismo real poco se podía decir -con sentido- sobre el
socialismo. Esto Marx lo sabía y por eso era reticente a las fórmulas sobre el
futuro socialista aunque tomó buena nota
de la Comuna de París como primer experimento. Por tanto, es la experiencia socialista real y efectiva la que actúa como material para pensar el propio socialismo y sin ese material tenemos muchas papeletas para caer en el delirio subjetivista o el nihilismo izquierdista. Particularmente fuerte es ese idealismo platónico que tiene una Idea de Socialismo tan pura y sublime que cualquier concreción histórica de la Idea le parece vana e irreal. El socialismo se convierte así en un mundo de ensoñaciones democráticas y paradisíacas donde “la economía será controlada por todo el pueblo” como si el pueblo fuera una entidad con cerebro capaz de tomar decisiones directamente y no mediante procedimientos indirectos institucionalizados o “el socialismo traerá una economía más humana” como si la economía capitalista o soviética no fueran humanas -¿acaso el hombre nace bueno y es el capitalismo o el “capitalismo de Estado soviético” el que lo corroe? ¿no resultará más bien que el hombre se moldea en la sociedad en el seno una pluralidad de grupos e instituciones? Así pues, desconfiemos de todos aquellos para los cuales cualquier socialismo es poco bueno en comparación con sus fantásticas y sublimes ideas del socialismo futuro. No se trata de no tener planes y programas, no se trata tampoco de no tener un proyecto futuro racional. Se trata de que esos planes y programas para un socialismo futuro no pueden generarse en el aire y por eso, quien quiera implantar un socialismo real que exista no puede sino basarse en el socialismo que realmente ha existido. Y esto tanto en realación a los acierto como en relación a los errores de ese socialismo real de referencia.
de la Comuna de París como primer experimento. Por tanto, es la experiencia socialista real y efectiva la que actúa como material para pensar el propio socialismo y sin ese material tenemos muchas papeletas para caer en el delirio subjetivista o el nihilismo izquierdista. Particularmente fuerte es ese idealismo platónico que tiene una Idea de Socialismo tan pura y sublime que cualquier concreción histórica de la Idea le parece vana e irreal. El socialismo se convierte así en un mundo de ensoñaciones democráticas y paradisíacas donde “la economía será controlada por todo el pueblo” como si el pueblo fuera una entidad con cerebro capaz de tomar decisiones directamente y no mediante procedimientos indirectos institucionalizados o “el socialismo traerá una economía más humana” como si la economía capitalista o soviética no fueran humanas -¿acaso el hombre nace bueno y es el capitalismo o el “capitalismo de Estado soviético” el que lo corroe? ¿no resultará más bien que el hombre se moldea en la sociedad en el seno una pluralidad de grupos e instituciones? Así pues, desconfiemos de todos aquellos para los cuales cualquier socialismo es poco bueno en comparación con sus fantásticas y sublimes ideas del socialismo futuro. No se trata de no tener planes y programas, no se trata tampoco de no tener un proyecto futuro racional. Se trata de que esos planes y programas para un socialismo futuro no pueden generarse en el aire y por eso, quien quiera implantar un socialismo real que exista no puede sino basarse en el socialismo que realmente ha existido. Y esto tanto en realación a los acierto como en relación a los errores de ese socialismo real de referencia.
Esto me lleva al segundo punto por lo que Stalin y la experiencia
soviética son claves para un proyecto de izquierda. Losurdo lleva toda la razón
cuando afirma que Stalin supuso la corrección de ciertos postulados marxianos,
mesiánicos e idealistas, para sustituirlos por otros. Stalin fue así el gran
heterodoxo del marxismo que al calor del proceso revolucionario real que se
estaba llevando a cabo tiene que modificar muchos de los dogmas heredados por
la tradición marxista para aplicar aquel axioma leninista de estudiar la
situación concreta y no repetir la fraseología heredada. Losurdo pone como
ejemplo el caso de la desaparición del Estado. Stalin y su aparato tuvieron que
rectificar el nihilismo administrativo y jurídico heredado de una concepción
idealista y voluntarista del Estado. La historia de la administración soviética
y del Derecho soviético en época de Stalin es la historia de una progresiva
“des-voluntarización” del derecho y de la administración. Stalin fue consciente
que el Estado, lejos de desaparecer, parecía reforzarse. Y lo asumió
teóricamente dentro de las limitaciones que su tradición marxista le imponía.
Ahora bien, asumir que el Estado no va a desaparecer implica
comenzar a pensar desde el Estado y los grupos o clases sobre los que se
sustenta y en la dialéctica con otros Estados y clases que lo combaten a su
alrededor. Cuando Stalin cita en las entrevistas con admiración a Pedro el
Grande, no lo hace por ser un traidor a la clase obrera o un chovinista. Sino
porque el Estado que ha conquistado el Partido bolchevique es históricamente
heredero de ese de Pedro el Grande y por tanto no es intrascendente la
experiencia histórica del zar Pedro para entender lo que estaba ocurriendo en
la URSS. Un ejemplo: Polonia. Ya sea con el Imperio zarista, la URSS o la
actual Rusia, siempre será el espacio a controlar frente a Alemania. Y esto es
así se sea comunista o se sea zarista. La crucial diferencia es que Lenin y
Stalin procuraron elevar a Polonia a un régimen socialista igual al propio de
referencia, mientras que Alemania procuró mantener a Polonia en un segundo
plano político e incluso racial. El carácter generador de la URSS puede verse
en el conflicto con el fundamentalismo islámico: mientras Stalin eliminaba el
burka y las vestimentas islámicas para “que las mujeres puedan acceder en pie
de igualdad a la formación científico-técnica” -así decían los decretos al
respecto- los gerifaltes musulmanes de Crimea pactaban con el “sultan Adolf
Hitler” en la lucha contra el poder soviética. El informe del NKVD que se
conserva tras la reconquista de Crimea deja clara -junto al material publicado
por los dirigentes islamistas prohitlerianos- la influencia nacionalsocialista
y la necesidad de deportación. Y esto nos lleva a entender el mecanismo de
Leyenda negra. La deportación de los musulmanes de Crimea tras la reconquista
roja, fue, para la historiografia occidental, fruto del delirio subjetivo de un
Stalin cruel que no tendría otra cosa mejor que hacer que divertirse deportando
a gente en masa. Ahora bien, en un tiempo donde la Guerra Fría se avecinaba y
donde el puerto de Crimea era de vital importancia para que la Armada roja
tuviera una salida al Mediterráneo, ¿podía Stalin dejar una zona de vital
importancia estratégica en manos de una población que había colaborado
mayoritariamente con la ocupación alemana? Estamos, y esto es lo que quiero
recalcar ahora, en una caso parecido al de la expulsión de los moriscos con
Felipe III. Para la Leyenda negra anti-española, la expulsión tiene que ver con
la ancestral intolerancia católica española y no con la dialéctica de Estados y
religiones que se estaba llevando a cabo en el Mediterráneo en particular y en
toda Europa en general.
Y es que la Leyenda Negra, tanto la que afecta a España como
la que afecta a la Unión Soviética, tienen interesantísimos puntos de contacto.
En ambos casos la leyenda negra consiste no tanto en inventarse ciertos hechos
-algunas invenciones sobre la Inquisición y sobre la maldad de las Checas son
casi calcadas- como en callar lo que estaba pasando en el resto del mundo y
negarse a explicar la racionalidad de lo que España o la URSS estaban haciendo.
Domenico Losurdo utiliza precisamente este método comparativo para poner en
claro cómo lo que ocurría en la URSS de Stalin no era algo anormal en
comparación con procesos iguales o análogos que se estaban produciendo en el
resto del mundo. En ‘Contrahistoria del liberalismo’ el comunista italiano saca
a la luz la conexión entre el liberalismo realmente existente y los proyectos
nazifascistas alemanes e italianos. Igual que se habla de la Inquisición
española como si la Alemania protestante o la Inglaterra anglosajona no
hubieran tenido inquisiciones mucho más sangrientas que la hispana se analizan
procesos soviéticos sin compararlos con procesos del mundo capitalista. Porque
al capitalismo -y aquí está parte de la trampa dialéctica denunciada por
Losurdo- no se le reprochan sus maldades. Me atrevo a decir que la ideología
individualista actúa como tapadera: para el liberal las atrocidades ocurridas
en las sociedades capitalistas son frutos de malas decisiones atribuible a los
individuos particulares pero no al sistema en general mientras que los errores
del campo socialistas son aplicables a todo el sistema
en general y no a
decisiones particulares. Esto, por supuesto, no es verdad y es fruto de una
mala comprensión del papel del Estado en el capitalismo. La hambruna irlandesa,
las masacras de negros en la construcción del ferrocaril norteamericano, las
matanzas en la colonización de África o la Indía, etc., fueron frutos de
decisiones políticas y estaban engarzadas en el mismo proyecto político
-”ortograma”- que esos Estados capitalistas estaban llevando a cabo.
Concluyo con un caso particular para entender, a modo
concreto, qué quiero decir cuando mantengo la necesidad de tener a Stalin y a
la URSS como referencia de racionalidad. Es normal, sobre todo entre el
trotskismo, analizar ciertos cambios sociales acaecidos en la época de Stalin
como traiciones al ideal prístino leninista. El caso concreto al que me voy a
referir es a la modificación del matrimonio en la URSS de Stalin. El trotskista
tenderá a ver en ello un proceso reaccionario por el que la Revolución se
traiciona para volver a instituciones del Antiguo Régimen zarista debido a una
burocracia corrupta que ha traicionado a la clase obrera. Sin embargo, no se
analiza el papel que tuvo las nuevas leyes sobre el matrimonio dictadas por el
primer gobierno soviético en 1918: bastaba con comunicar por carta al soviet de
referencia la voluntad de casarse para que el matrimonio fuera dado por bueno.
El matrimonio se liberalizó completamente en la Rusia leninista. Pero en vez de
producirse la liberación esperada, la ruptura de la familia tradicional produjo
un crecimiento espectacular de niños abandonados por sus familias. Legalmente,
el caos generado por el matrimonio liberalizado hacia imposible saber a ciencia
cierta con quién estaba o decía estar casado uno y, por tanto, era imposible
determinar quienes se hacían responsables de los niños. Stalin modificó el
derecho matrimonial soviético volviendo a institucionalizar el matrimonio e
imponiendo condiciones más fuertes en el divorcio. Esto, unido a las ayudas a
las familias, disminuyó de modo espectacular el número de niños abandonados en
la URSS. Es decir, lo que tenemos aquí es la corrección de unas medidas
ideológicas que al principio se veían como progresistas pero que la realidad
histórica real vieron inviables en esa coyuntura histórica y por tanto tuvo que
ser rectificada. No es que Stalin fuera un traidor respecto al ideal
matrimonial planteado por los bolcheviques, es que Stalin fue más leninista que
nadie al constatar que o fortalecía la familia soviética dotándola de seguridad
institucional o el proceso revolucionario en la URSS corría grave peligro. No
se trata por tanto, de ver si tal medida o cual es “de izquierdas” o “de
derechas” como de referirnos al análisis concreto de la situación concreta para
entender la racionalidad del proceso y aprender de lo ocurrido.
Por eso mismo Stalin y la experiencia soviética son
cruciales para nosotros. No tanto para copiar fórmulas sino para aprender que
no basta con tener en la cabeza sublimes y luminosas ideas que llevar luego a
cabo sino aprender y argumentar desde el análisis concreto de la situación
concreta abandonando la visión del fantástico “progreso histórico” como si
fuéramos profetas que conociéramos una visión clara del futuro. Marx es
tolerable por los ideólogos burgueses pero Lenin y Stalin jamás podrán ser
aceptados por la ideología burguesa oficial. Y esto porque Lenin se propuso hacer
la Revolución y la llevó a cabo, así como Stalin y su gestión política fue la
que llevó el socialismo a medio mundo. Stalin fue el leninista más ortodoxo
siendo un heterodoxo marxista. Los enemigos del socialismo no se lo perdonarán
nunca así como no perdonarán a Losurdo que haya desmontado muchos mitos con
este magnifico libro.