Concedamos, a título de ejemplo, que los griegos seamos
gastadores, perezosos, corruptos, sujetos al déficit y aprovechados del arduo
trabajo de los demás europeos. Pero, ¿qué pasa con los españoles?
> ¿No presentaba el gobierno español un superávit
presupuestario antes que la crisis explotara?
> ¿No era la deuda pública española más baja que la de
Alemania antes que la crisis explotara?
> ¿No era España el único país que había logrado de manera
bastante remarcable organizar unos juegos olímpicos que: 1) fueron rentables, 2)
dejando detrás de ellos magníficas instalaciones deportivas y ejemplos de
renovación urbana, (al contrario de las deudas y las antiguallas dejadas aquí)?
> ¿No ha desarrollado España empresas tales como Zara que han
mostrado a Europa que era posible competir frontalmente con Asia en sectores
que el resto de Europa había trasladado allí (al menos en términos de
trabajo y mano de obra)?
> ¿No era España el centro de la producción industrial pesada
alemana (por ejemplo, la Seat de Volkswagen) proveedora de excelentes
beneficios para Alemania?
Y sin embargo, es precisamente este país el que se encuentra
hoy en el mismo agujero negro en el que cayó Grecia dos años antes. ¿Cómo podía
ser esto posible si, como nos repiten todos, la crisis es debida a la
prodigalidad griega?
Incluso la mirada más expeditiva sobre lo que pasa hoy en
España debería persuadir al lector de mente abierta que hay alguna cosa
profundamente injusta en esta visión convencional de un centro razonable, que
se basa en principios económicos racionales, y de una periferia defectuosa, que
busca huir de sus responsabilidades.
Desde el verano pasado, las pérdidas de los bancos españoles
(resultado de apuestas absurdas en el inmobiliario financiadas principalmente
por los bancos alemanes) han sido cargadas sobre las espaldas del Estado
español, con el resultado de que este último ha sido, de hecho, excluido de los
mercados financieros (gracias a unas tasas de interés superiores al 5%). Para
no declarar que España se había unido oficialmente a las filas de Grecia,
Irlanda y Portugal como el cuarto de los “estados soberanos caídos”, los
“poderes supremos” europeos han propuesto esta brillante idea:
El Banco Central Europeo aceptará cualquier pedazo de papel
presentado por los bancos españoles como “garantía” para préstamos masivos
concedidos al 1% de interés.
Pero dado que la insolvencia no puede ser erradicada con
préstamos, por masivos que sean, los bancos españoles no hacen más que ganar
tiempo. Europa juzgó que era necesario que el Estado español prestase más
dinero a tipos de interés entre el 4 y el 5% (quizá a través del FEEF, el fondo
de rescate financiero europeo) para transmitirlo a los bancos en forma de
“recapitalización”.
Ahora bien, como el resultado de estos nuevos préstamos ha
sido el de empujar al Estado español más cerca del precipicio de la quiebra,
hacía falta encontrar alguna cosa para refinanciar al mismo. Aquí está lo que
fue decidido: estos mismos bancos (insolventes) recibiendo capital del Estado,
deben prestar al Estado (al 6% de interés) una parte de los préstamos que
reciben del BCE (al 1% de interés).
¿Entiende, querido lector, lo que está pasando aquí? Los
bancos arrojados a la quiebra por su propia estupidez han transmitido sus
pérdidas a un Estado que lograba presentar hasta el momento un superávit
presupuestario. El Estado y los contribuyentes se han encontrado de repente
inmersos en una insolvencia a largo plazo. Y además, estos mismos bancos han
obtenido del BCE préstamos a tasas de interés irrisibles, que luego han
prestado, en parte, a tasas de interés asombrosas a este Estado que ellos
mismos habían llevado a la bancarrota, y de parte del que al mismo tiempo
reciben… ¡capital! Y para resolver los problemas de España con esta “solución”,
Europa ha impuesto a este país una austeridad draconiana reduciendo el ingreso
nacional a partir del cual se supone que el Estado recaudará impuestos para
reembolsar todos los préstamos que le han impuesto.
Yanis Varoufakis |
Entonces, cuando los periodistas del mundo entero, los otros
economistas de países del norte, los políticos alemanes y holandeses señalan
con el dedo los votantes griegos por haber tomado la “mala” elección en las
elecciones, es decir, por haber rechazado el “Gran plan” europeo para salir de
la crisis, yo respondo en estos términos muy claros: “Estoy dispuesto a admitir
todo lo que quieran acerca de mis compatriotas griegos a condición que me den
una respuesta plausible a esta simple pregunta: ¿A qué juega Europa con España
en medio de este “Gran plan”?
Traducción de Iván Gordillo para Marxismo Crítico |