“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

10/6/12

Caballo de Troya Rio+20

Gustavo Márquez Marín

Especial para La Página
A  20 años de la Primera Cumbre de la Tierra (1992) se agudizó la crisis ecológica y de ello da cuenta el avance del calentamiento global, con sus efectos desbastadores sobre millones de seres humanos que padecen las terribles consecuencias del cambio climático, preludio de la hecatombe hacia la cual marcha la humanidad atada al carro de la decadente civilización del capital.

En aquella oportunidad, las grandes corporaciones transnacionales a través de sus voceros gubernamentales  de EEUU y la UE, en comparsa con sus ONG y funcionarios de los organismos internacionales satélites, plantearon como salida el “desarrollo sostenible” pero  sin cuestionar el modelo de crecimiento económico sin límites motorizado por la acumulación capitalista. Veinte años después,  en la antesala de la Cumbre Río+20  maniobran nuevamente para evitar que el debate se centre en  la crisis del sistema capitalista, como causa matriz de los desequilibrios ambientales y sociales planetarios.

Ahora,  inventaron la “economía verde” como una suerte  de caballo de Troya que contiene el germen de la reproducción del modelo desarrollista capitalista, sustentado en la lógica del lucro y del mercado y, en el supuesto de la inagotable capacidad de la tecnología para ajustar los desafueros ecológicos del capital en su afán de crecimiento sin barreras.

La propuesta gatopardiana de la “economía verde” surge para corregir las “fallas del mercado” de la “economía marrón”, a través de políticas públicas, regulaciones e incentivos que promoverán las “inversiones verdes”, aplicadas en la producción de “tecnologías verdes” y “bienes y servicios verdes” pero,  garantizando que la  comercialización de éstos  incremente  la tasa  ganancia. De esa forma buscan profundizar la mercantilización de la naturaleza, con la consiguiente  privatización e inclusión en el mercado global de valores de los ecosistemas, “globalizando” el agua y las fuentes de energía renovable, las tierras agrícolas y el oxígeno de los bosques, constituyentes de lo que denominan  el “capital natural”  cuya posesión ambicionan.  Eso sí,  con el sello verde certificado por sus “Agencia  de Cooperación Verdes”.