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Las derechas latinoamericanas han estado muy activas y han
reportado significativas victorias en los últimos tiempos. Última en orden de
aparición: el descarrilamiento del proceso de paz en Colombia. En menos de un
par de años, las derechas ganaron las elecciones en Venezuela y Argentina;
bloquearon la posibilidad de otra reelección de Evo Morales en Bolivia y, por
otros medios, aparentemente también de Correa en Ecuador; destituyeron a Dilma
y acorralaron a Lula en Brasil; disputaron entre sí la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales en Perú. En perspectiva amenazan con ganar un
referéndum destituyente en Venezuela y se presentan como favoritas en las
elecciones mexicanas de 2018, salvo considerar todos los reacomodos y las
eventualidades que ocurran en el tradicionalmente incandescente año
pre-electoral. Y el listado podría seguir, incluyendo el señalamiento de las
pocas excepciones que, sin embargo, no son totalmente ajenas a la tendencia
general, como, por ejemplo, en el caso del Uruguay y de Nicaragua donde la
derechización parecen producirse al interior del progresismo local más que por
el visible fortalecimiento de oposiciones francamente neoliberales.