“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

23/1/13

José Carlos Mariátegui / El Amauta del marxismo ‘a la sudaca’

José Carlos Mariátegui
✆ Luis Cornejo Arenas
Camilo Brodsky 

Portador de la convicción de que el hombre puede alcanzar la realización y la libertad en el socialismo, Mariátegui no fue sin embargo un mecánico apologeta del materialismo científico europeo, sino un agudo observador de la realidad peruana y americana que supo insuflar color y vida propia al pensamiento revolucionario de nuestro continente, un intelectual comprometido y autodidacta, un periodista de trinchera y un organizador político de primer nivel. Y es que, como dijo el escritor norteamericano Waldo Frank, “confundir a Mariátegui con los comunistas oficiales de Rusia y de Europa sería desconocer sus raíces americanas. Su plan de organización es tan distinto del dogmatismo marxista como el indio del Perú lo es del mujik o del trabajador inglés”.

Es probable que si José Carlos Mariátegui no sufriera anquilosis en su pierna izquierda tras un accidente escolar en su infancia, los caminos del marxismo latinoamericano, y
principalmente de las ideas socialistas en el Perú, hubieran debido seguir otros derroteros, ya que el Amauta (que viene del quechua hamawt’a o amawt’a, y que significa sabio, maestro) no se hubiera volcado a la lectura y la formación autodidacta de su carácter durante el largo período de convalescencia que siguió al accidente, alejándose quizás de su destino como desbrozador y punta de lanza de una reflexión marxista original en nuestro continente.

José Carlos Mariátegui nació en 1894 en Moquegua, al sureste del Perú. Tras el accidente, que lo deja con una cojera que lo acompañará el resto de su vida, comenzó a trabajar para apoyar a su madre, quien había quedado a cargo de sus tres hijos tras ser abandonada por el padre de Mariátegui. Así, ingresa en 1909 al diario La Prensa como portapliegos y ayudante de linotipista, aprovechando su paso por el periódico como un espacio de formación que lo lleva en 1914 a convertirse en redactor de este medio y luego de otros, como el diario El Tiempo y la revista Colónida, en torno a la cual se articula el pensamiento artístico y literario que puja por renovar la anquilosada escena peruana de la época.

Ahí toma contacto por primera vez con las ideas de vanguardia y acaba por acerar sus capacidades intelectuales y culturales, para ponerlas luego al servicio del pensamiento social y político al que se vuelca a partir de 1918, año en que Mariátegui cuenta que “nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares”. Ese año funda junto a César Falcón primero la revista Nuestra Época y luego, en 1919, el periódico La Razón, desde donde respaldó las luchas de los obreros peruanos y la reforma universitaria, lo que llevaría al diario a ser prontamente clausurado por el presidente Augusto Leguía.

Tras el cierre de La Razón, Mariátegui parte a Europa, donde visita en distintos momentos Alemania, Francia, Austria, Checoslovaquia y Bélgica, aunque radicándose en Italia, donde según sus propias palabras “desposé una mujer y algunas ideas”. Es en la península itálica donde comienza a frecuentar los círculos de discusión del Partido Socialista Italiano (PSI), asiste a las tomas de fábricas por parte de obreros en Turín y participa del congreso del PSI en que la facción liderada por Antonio Gramsci y Amadeo Bordiga quiebra con los socialistas y da origen al Partido Comunista de Italia, más tarde convertido en el Partido Comunista Italiano. De regreso en Lima en 1923, se aboca por completo a la actividad política y cultural, realizando conferencias en la Universidad Popular González Prada, donde establece contacto con Raúl Haya de la Torre, quien tras ser enviado al exilio es reemplazado en la dirección de la revista Claridad por Mariátegui.

Además, se encuentra ya colaborando con la revista Variedades, para al año siguiente comenzar a escribir en el semanario a Mundial, donde llevaría adelante la sección “Peruanicemos el Perú”. En 1924, a causa de una crisis de salud que lo tiene al borde de la muerte, debe amputarse la pierna derecha, lo que no impide que al año siguiente funde la Editorial Minerva y publique el que será su primer libro, La escena contemporánea. El ’26, en lo que será el inicio de su clímax como activista, teórico y organizador, funda la revista Amauta, que aglutinó a vastos sectores de la intelectualidad peruana tras la posiblidad de generar una nueva forma de apreciar la realidad nacional desde las particularidades propias de su cultura, además de impulsar con fuerza el movimiento indigenista, tanto en la literatura como en el arte.

Ese mismo año se integra al APRA, entendiéndolo como un frente único contra la dictadura de Leguía. En 1927, y bajo la acusación de formar parte de un “complot comunista”, es detenido y recluido en el Hospital Militar, al tiempo que son clausuradas temporalmente tanto Amauta como la Editorial Minerva. En 1928 Mariátegui rompe con el APRA y con Haya de la Torre, tomando contacto con la Secretaría Sindical de la Tercera Internacional, y envía como delegados al IV Congreso de la Profintern (Sindical Roja) a Julio Portocarrero y Armando Bazán, para finalizar este proceso con la fundación del Partido Socialista Peruano (PSP), del que sería secretario general.

Este mismo año funda el quincenario obrero Labor y publica la que posiblemente es su obra más trascendente: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, que alumbra toda la discusión posterior sobre la posibilidad de un marxismo latinoamericano, que no sea “ni calco ni copia, sino creación heróica”, como lo exigía el propio José Carlos Mariátegui.

Sin embargo, las tesis del Amauta no encuentran eco en los partidos comunistas latinoamericanos, que en su Conferencia de 1929 las desechan, generando una natural distancia entre el PSP y la III Internacional. En 1930, en abril, moría el cuerpo de Mariátegui. Al poco tiempo asume la conducción del PSP Eudocio Ravines, cambiando su nombre por el de Partido Comunista Peruano y subsumiéndolo en el entramado de la III Internacional, con lo que se consumaba la traición al ideario de Mariátegui, que sin embargo aparece hoy más vivo que nunca en estas tierras.