Hasta ahora la crisis es griega... / Fabián Mezquita |
Especial para La Página |
En mayo de 2010 el entonces presidente de España, J. L.
Rodríguez Zapatero, anunció un plan de duros recortes sociales con los que
trataba de satisfacer las exigencias que imponían las autoridades europeas. Así
comenzó para nuestro país la explícita obsesión por calmar y contentar a los
llamados mercados financieros.
Desde entonces la ciudadanía se ha familiarizado con la
prima de riesgo, indicador que refleja la confianza de los mercados en nuestra
economía, e incluso con conceptos económicos y financieros notablemente más
complejos. Todo ello es el reflejo de una nueva etapa, ya reconocida por todos,
en la que los mercados financieros son quienes determinan la política de
cualquier país. Claro que cuando decimos mercados estamos diciendo, en
realidad, bancos y grandes fortunas.
Ciertamente un mercado somos todos, pero parafraseando a
Orwell algunos son más mercado que otros. No en vano la democracia de un
mercado es la que emana de la distribución del dinero: tanto tienes, tanto
mandas. Yo puedo participar en un mercado, pero no tengo capacidad de
influencia y decisión en comparación con el banco Santander o el
multimillonario George Soros. Imaginen una subasta en la que rivalizamos con el
señor Botín; eso es un mercado.
El problema es que estos sujetos que se esconden tras el
concepto difuso de mercado son por naturaleza insaciables. En realidad a los
bancos, y a los fondos de inversión en los que invierten las grandes fortunas,
no les interesa la economía de Grecia o España. Y mucho menos la calidad de
vida de sus ciudadanos. Lo que persiguen no es otra cosa que los beneficios
económicos que surgen de las oportunidades de negocio financiero. En la última
década ese negocio ha estado en la burbuja de las empresas tecnológicas que
cotizaban en bolsa, en las hipotecas subprime, en la burbuja inmobiliaria, etc.
Y ahora mismo el negocio está en exprimir a través de la deuda pública a los
países más débiles de una eurozona estrepitosamente mal diseñada.
Cuando los mercados exigen políticas concretas a los gobiernos
no lo hacen pensando en nosotros. Lo hacen pensando en sus negocios. Por esa
razón a los mercados no les importa dejar la economía como tierra quemada y a
la ciudadanía en condiciones de semiesclavitud. Lo que los mercados exigen es
que se puedan seguir manteniendo los flujos de dinero que van desde las arcas
públicas hasta sus bolsillos. Por eso exigieron cambiar la constitución
española y consiguieron declarar en el artículo 135 que la prioridad de nuestro
país es el pago de intereses a los acreedores y no el gasto en educación o
sanidad. Lo primero es lo primero. Business
is business.
Los gobiernos están equivocados si creen que obedeciendo
ciegamente a estos mercados se logrará salir de la crisis. De hecho este nuevo
tipo de vasallaje nos está llevando a una situación en la que nuestra economía
no deja de empeorar. La prima de riesgo sube cada semana un poco más, lo que
provoca el anuncio de nuevos recortes. Y esos recortes a su vez generan más
crisis y más recortes. Todo ello se cristaliza, no lo olvidemos, en drama
social padecido por las personas más desfavorecidas.
No es este esencialmente un problema económico, sino
político. La economía es la forma en que se organiza una sociedad para
producir, distribuir y consumir, y dicha organización depende de los criterios
y las prioridades políticas de los gobiernos. Nuestro gobierno, así como el
precedente, ha expresado públicamente que la mejor forma de acabar con la
sequía es sacrificar a los ciudadanos. El gobierno espera que así los mercados
traigan la lluvia. No hay fundamento, pero así estamos.
Para salir de este agujero lo primero que tenemos que hacer
es sustituir la fe por la ciencia y a los chamanes por economistas que piensen
en la ciudadanía. Ante los mercados financieros no cabe sumisión, sino
rebeldía. No podemos dejarnos organizar por a quien nada importamos.