“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

23/7/12

José Enrique Finol / Lo que una sociedad piensa sobre la muerte nos informa cómo concibe la vida

José Enrique Finol
✆ Jesse Hernández
 
El destacado investigador de LUZ explica cómo la semiótica permite develar los signos más curiosos de la sociedad venezolana 

Johandry A. Hernández

Es un observador de la cultura. Pero no de esa cultura que se percibe abstracta o, quizás, inaccesible. Le interesa más bien otra cultura, la que se convierte en una maquinaria de prejuicios o idilios. Sus ojos se han posado en los eventos más cotidianos del país: justo allí donde la gente espera encontrar en un velorio un mero acto de despedida del muerto -y no otra cosa-, en la fiesta de los 15 años un baile romántico -y no otra cosa- y en el show del Miss Venezuela puro derroche de belleza -y no otra cosa-.

Y aunque los velorios ya no son tanto para llorar al muerto (también se cuentan chistes) y en los 15 años importe más beber whisky gratis, esa cultura tan venezolana hará sus mejores esfuerzos por ocultar estas “descortesías” para confirmar al mundo un prejuicio tranquilizador y seguir mostrando que en efecto los velorios son para despedir al muerto, los 15 años son un baile romántico y el Miss Venezuela es, oh, puro derroche de belleza.

Pero en esos episodios él ha visto otra cosa. Ha develado que en los eventos más cotidianos de la vida venezolana se afianzas los hilos más imbricados de nuestra identidad. José Enrique Finol -uno de los investigadores de la semiótica más prestigiosos del país- se ha interesado en ese tipo de cultura. Y por eso ha dedicado los últimos 40 años de su vida en estudiar qué significan los actos más simbólicos de nuestras costumbres.

Respaldado por una carrera académica soportada en más de 100 trabajos publicados en revistas científicas del mundo, Finol será el único latinoamericano en ofrecer una conferencia plenaria en el XI Congreso Mundial de Semiótica que tendrá lugar en octubre en China. Antes, sus amigos de varias partes del mundo, sus tesistas, estudiantes y amigos, le rendirán un merecido homenaje en el VII Congreso Venezolano Internacional de Semiótica la próxima semana en LUZ. Pero antes, habló también sobre esa cultura que tanto le ha intrigado.

Usted ha dedicado su vida al estudio de los símbolos desde los que se construye o destruye la cultura. ¿Qué ideologías prevalecen hoy en Venezuela, en el mundo?

José Enrique Finol ✆ Jesse Hernández
Hoy nos identifican, casi planetariamente, tres grandes imaginarios: en primer lugar, la Globalización, que ha convertido en cotidiana una relación que hasta hace poco era excepcional. Me refiero a la relación de “los otros” frente al “nos-otros”. Hay un énfasis, casi enfermizo, en los imaginarios corporales que constituyen lo que he llamado la corposfera, y donde conviven, tres procesos simbólicos de una gran fuerza: salud, longevidad y belleza. En segundo lugar, los imaginarios propios de la violencia, tanto institucional como física, que también ha visto erosionar su carácter de excepcionalidad para convertirse en simple cotidianidad. En tercer lugar, el espectáculo, audio y visual, transformado hoy en una ideología realizada. Todos esos imaginarios sociales generan sus propios procesos culturales e ideológicos y crean símbolos de una enorme densidad y eficacia semiótica. En ese marco es posible observar, por ejemplo, una pérdida progresiva de las tradicionales simbologías religiosas que han tenido que ceder paso a nuevos imaginarios religiosos nacidos, por un lado, de las creencias populares que se niegan a desaparecer y que hoy se apropian de espacios inéditos, como los vidrios traseros de los autos y buses públicos y privados; y, por el otro, de las nuevas religiones que se caracterizan por ofrecer salvación y cura hic et nunc, es decir, aquí y ahora, y que aplazan o difieren la problemática de la salvación en un hipotético más allá.

Dos casos de estudio muy venezolanos marcan su travesía en el estudio semiótico: el ritual de los 15 años de las adolescentes y el funerario. ¿Qué imaginarios tiene el venezolano sobre estos dos eventos de la vida tan disímiles pero integradores?

El estudio de ritos y mitos ha sido para mí, por muchos años, una pasión. Cuando estudié cosas como los ritos de la fiesta de los 15 años o la despedida de soltera, algunos de mis colegas lo veían como algo “poco serio”. Por el contrario, tal como le digo con frecuencia a mis alumnos, hoy estoy absolutamente convencido de que uno de los escenarios privilegiados para conocer una sociedad, un grupo o una familia son sus prácticas rituales, por pequeñas, desconcertantes o “superficiales” que inicialmente puedan parecernos. Ello incluye los rituales funerarios –el velorio, el entierro, la visita al cementerio, las capillitas-, pues el conocimiento de lo que una sociedad o grupo piensa sobre la muerte nos informa, mejor que ningún otro instrumento, cómo ellos conciben la vida. Creo que el venezolano, aunque no sea capaz de verbalizarlo, entiende que estos procesos rituales, verdaderos ritos de paso, construyen límites simbólicos y ayudan a cruzarlos y, al mismo tiempo, canalizan y evitan el conflicto, la ansiedad y la angustia.

Usted también ha investigado la trascendencia en la cultura de los eventos de la belleza. ¿El Miss Venezuela, un show mediático que tanto ha determinado la identidad del país, qué significa en términos sociales?

El Miss Venezuela, y también en menor medida el Míster Venezuela, son rituales donde se expresa una visión del cuerpo, del individuo y de la sociedad. En ellos se enuncian, como dije antes, tres valores principales del hedonista imaginario social contemporáneo: salud, longevidad y belleza. En 1999 me referí a esta problemática que luego retomé, en forma más general, en 2008 para relacionarla con el estoicismo y el hedonismo como dos formas constitutivas de lo que llamamos el neo-narcisismo. En los concursos de belleza, expresiones magistrales de la ingeniería del signo, se crea, se difunde y se alimenta no sólo nuestra identidad como país sino también los espejismos narcisistas que tuercen nuestra visión de la realidad.

¿Sigue creyendo en la resistencia crítica frente a los medios, tal como lo planteaba en los años 80? ¿En qué ha cambiado el panorama mediático desde entonces?

El panorama mediático es hoy más complejo, más sutil, se ha dotado de nuevas y eficaces tecnologías que han invadido y sobresaturado nuestro entorno y nuestra intimidad, y, en consecuencia, nos hemos hecho más dependientes de ellos y de su particular manera de ver el mundo. Pierre Guiraud decía en 1973 que la conciencia semiótica –la habilidad para distinguir cómo los discursos articulan sus significaciones- podría ser la mejor garantía de nuestra libertad. Ciertamente, si toda disciplina científica es crítica por naturaleza, en el caso de la semiótica nos encontramos con una teoría, métodos y conceptos que “afinan” nuestra capacidad para escudriñar, analizar e interpretar; que nos habilitan para diseccionar las manipulaciones discursivas y las maniobras retóricas que caracterizan, con demasiada frecuencia, a los medios y a los charlatanes.

¿Hacia dónde marchan hoy los estudios semióticos en el mundo?

El XI Congreso Mundial de Semiótica que tendrá lugar en octubre de este año en China, ha favorecido como temática general los fenómenos culturales y comunicacionales de la Globalización. Otras temáticas de un gran impacto hoy día, a juzgar por el número de publicaciones al respecto, son las relativas al cuerpo como signo, a los ritos y a la sociedad del espectáculo. Desde el punto de vista epistemológico la semiótica se ha consolidado en dos direcciones que creo que todavía se van a profundizar. Por un lado, la interdisciplinaridad, una característica que puede apreciarse en los tres últimos números de la revista deSignis, órgano de la Federación Latinoamericana de Semiótica, y, por el otro, un acentuado giro en la manera en que concebimos la significación: ya no como un producto dado sino como un dinámico proceso de variables múltiples.

“Se ha creado un sistema paralelo que no tiene fines académicos sino políticos”

Finol lamenta que las universidades hayan sido sometidas a un asedio que borra su contribución al país

El doctor José Enrique Finol conoce como pocos las entrañas de la Universidad. Ha sido decano de la Facultad Experimental de Ciencias, presidente del Maczul, doctor Honoris Causa de LUZ, profesor de aulas en más de cuatro décadas. Ha sido docente invitado en varias universidades en Corea, España, México.

Justo cuando el país reclama hoy más que nunca la renovación de la concepción de la universidad, apelar a su experiencia resulta útil para entender hacia dónde mirar la educación del futuro.

¿En qué radica la verdadera crisis de la universidad?

La universidad venezolana vive una doble crisis: de identidad y de autonomía. Por un lado, nosotros hemos despilfarrado el capital social, de confianza y de respeto que la sociedad siempre nos acordó, y, por el otro, hemos sido sometidos a un feroz ataque gubernamental, a un asedio, que ha ignorado nuestra contribución al país y ha despreciado nuestras competencias, para lo cual se ha creado un sistema universitario paralelo que no tiene fines académicos sino políticos. A pesar de ello, la universidad cuenta con una reserva académica, encarnada en sus investigadores, que garantizará siempre, más allá de los politiqueros de oficio que a veces acampan en ella, su permanencia y su trascendencia.

Según su visión y experiencia como académico, ¿hacia dónde deben orientarse los cambios?

Creo que hay, por lo menos, tres direcciones claves que marcan el avance de las universidades públicas en el mundo y en las que debemos hacer un gran esfuerzo. Constituir una gestión académica con los más capaces (y no con los miembros de grupos político-electorales); reducir la paquidérmica burocracia que hace a la institución lenta, ineficaz e ineficiente; internacionalizarse activamente, de modo que evitemos el aislamiento que conduce a la endogamia académica.

Su paso por el mundo cultural, qué le indican sobre cuál debe ser la orientación de las instituciones culturales tuteladas por LUZ.

Con frecuencia se ignora la capacidad transformadora del arte y de la cultura y se menosprecia su rol en el proceso educativo.  En el caso de las universidades, la acción cultural tiene en su propia comunidad un destinatario privilegiado aunque no exclusivo, pues, es bueno recordarlo, la universidad no se pertenece a sí misma sino a la sociedad que la sostiene. Tenemos una obligación de servir eficientemente a la sociedad, no sólo formando profesionales y creando conocimiento, sino abriendo proactivamente nuestros espacios culturales a las comunidades tradicionalmente ignoradas.

¿Qué le regalaría a la Universidad del Zulia?

Hasta ahora le he entregado a la Universidad del Zulia y a mi querida Facultad Experimental de Ciencias treinta y nueve años de trabajo intenso y apasionado. Espero continuar, por mucho tiempo aún, ofreciéndole mi contribución en las mismas condiciones en que siempre lo he hecho: sin esperar nada a cambio. Mi gratitud con la institución sólo limita con la vida misma.

Si le pidiera que evocara alguna anécdota como profesor, ¿cuál sería?

En julio de 1973, a los 23 años, ingresé como profesor de Comunicación y Lenguaje, y un día fui dar mi primera clase a una sección nocturna. Iba con mi modesto paltó y una vieja corbata, y cuando subí a la tarima del salón un alumno de la primera fila, evidentemente mayor que yo, le dijo a su vecino: “¿Y este es el coñito que nos va a dar clases?” Yo, naturalmente, hice como que no había escuchado nada.

Amigos de varias partes del mundo, colegas, estudiantes, se reúnen 4 días para agradecerle por su formación y dedicación a la academia. ¿Qué palabra tiene para ellos?

Los invito a profundizar la aventura semiótica -ese esfuerzo sistemático por inventariar, analizar y comprender, los procesos sígnicos y sus significaciones-, una aventura que exige de nosotros humildad, disciplina y, sobre todo, de una militante curiosidad por conocer, por preguntar y buscar respuestas, pues solo interrogando la realidad seremos capaces de, poco a poco, conocerla mejor y conociéndola mejor conocernos también, un poco más, a nosotros mismos.
Agencia de Noticias de LUZ