“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

10/7/12

La híper industria cultural en América Latina

Álvaro Cuadra

Especial para La Página
Las sociedades de América Latina están siendo sacudidas por una mutación de alcance planetario que pone en tensión sus más preciadas tradiciones y, en el límite, su cultura toda. Se advierte en todas las grandes urbes de nuestro continente una arremetida tecno-económica, cultural y política que va desplazando y desestabilizando las grandes instituciones sobre las que se forjó buena parte de nuestra historia.

Si, como nos propusiera Ángel Rama, América Latina nació bajo el sello gramatológico, la escritura y el pensamiento barroco; en la actualidad, habría que admitir que lo que ha entrado en una crisis profunda es, precisamente, aquella Ciudad Letrada -con toda su pátina ilustrada y civilizatoria- que inspiró a nuestros próceres de la Independencia de América.

La cuestión planteada es radical, pues aquella Ciudad Letrada es, ni más ni menos, la impronta de lo que hemos sido. Ella es la matriz de lo que han sido instituciones tan sensibles como nuestra educación alfabética, nuestros cuerpos legales y el modo en que hemos concebido lo político. Ella es el crisol que guarda las páginas infinitas de periódicos que relatan nuestras vidas; ella, en fin, es la que ha atesorado todo lo fino y espiritual cristalizado en los versos de nuestros poetas. En pocas palabras: La desestabilización de la Ciudad Letrada en América Latina es susceptible de ser entendida como la más abisal crisis de nuestra memoria.

América Latina asiste a la irrupción de una Ciudad Virtual nacida de una convergencia tecno-científica que compromete la capacidad logística de almacenamiento de datos, así como las modalidades de transmisión instantánea y a distancia de paquetes de información. La conjunción de la informática y las telecomunicaciones, dan origen a lo que se ha dado en llamar Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC). En su dimensión social y cultural, este fenómeno constituye un nuevo régimen de significación que deja atrás la grafósfera como sistema mnemotécnico central para instituir la videósfera. De este modo, la cultura alfabética basada en la lecto-escritura y que nos acompañara por más de veinticinco siglos va quedando atrás frente a las imágenes y sonidos digitalizados transmitidos en tiempo real.

Todo régimen de significación entraña dos cuestiones que deben diferenciarse al momento del análisis. Por una parte, es claro que las nuevas tecnologías de información y comunicación transforman los modos de producción, distribución y consumo de los bienes simbólicos, esto es: La cultura contemporánea se inscribe en una nueva economía cultural en el seno del tardocapitalismo globalizado cuyo fundamento material y condición de posibilidad se afirma, justamente, en la convergencia tecno científica. En suma, si en el modo industrial de desarrollo, propio del siglo XX, la cultura adquirió la fisonomía de una Kulturindustrie, podríamos afirmar que en el siglo XXI estamos ante una cultura global, digitalizada, una Híper Industria Cultural.

Por otra parte, las nuevas tecnologías numéricas representan un salto cualitativo respecto del mundo analógico, esto significa que los nuevos dispositivos tecnológicos inauguran nuevos modos de significación. Es en esta dimensión donde se constatan transformaciones perceptuales que redefinen el sensorium de masas, bastará pensar, por ejemplo, en la “compresión espacio-temporal” para advertir la profundidad del cambio. En su sentido último, un modo de significación es lo que instala el horizonte de lo concebible, un modo histórico de significar el mundo, los confines de un imaginario histórico social.

La híper industrialización de la cultura entre nosotros adquiere de modo inevitable una dimensión política. No es aventurado sostener que el nuevo régimen de significación es, tout court, un nuevo régimen de politicidad. De hecho, advertimos cómo la mediatización de nuestras sociedades, rostro cotidiano y concreto de este fenómeno, se desplaza desde aquella modalidad Broadcast, centralista y masiva, hacia la nueva modalidad Podcast, basada en redes horizontales, hipermasivas y personalizadas a la vez. Esta es el rostro glamoroso que está adquiriendo la política en nuestro continente.
No es casual que los diversos gobiernos, organizaciones sociales y corporaciones se ocupen cada día más de los medios de comunicación y de la red de redes. Las fuerzas e intereses políticos se instalan cada día más en el mundo virtual de medios y redes sociales: Ha nacido la videopolítica. Por un lado, los gobiernos quieren mejorar su actuación democrática mediante lo que se conoce como e-goverment, tan propio del Estado seductor, con el claro riesgo de convertir la democracia misma en una mera performance de estadísticas y fasto mediático. Por otro lado, los ciudadanos se apropian de posibilidades comunicativas impensadas hace algunas décadas. El concepto mismo de ciudadanía debe ser repensado a la luz de la nueva realidad en la que estamos inmersos.

Hagamos notar que los estudios comunicacionales no resultan del todo apropiados ante los nuevos fenómenos que están transformando nuestras sociedades. Los diversos modelos al uso siguen adscritos a paradigmas logocéntricos disociados de la llamada Comunicación Mediada por Computador (CMC). Lo visual y lo virtual están mostrando un nuevo reparto de lo sensible; la aparición de la noción de “usuario”, en cuanto componente funcional de una red, desafía las antiguas concepciones respecto a “receptores” o “destinatarios”. Se hace indispensable emprender una epistemocrítica de los modelos y teorías que quieren explicar el fenómeno de las comunicaciones en la actualidad.

Pensar hoy las comunicaciones exige trascender lo disciplinario. Ya no es posible practicar una reflexión académica sintagmática. La complejidad de los fenómenos que nos ocupan exige un pensamiento otro. Por de pronto, un pensamiento híper textual, capaz de apelar a múltiples saberes que conjuguen lo propiamente tecnológico con lo económico, y esto con la sociología, con la historia y muchas otras disciplinas. Los fenómenos comunicacionales hoy, en la era de la híper industrialización de la cultura, presentan desafíos teóricos inéditos y complejos que desafían al mundo académico.

La nueva economía cultural que se instala en América Latina, lo hace de la mano de grandes corporaciones globalizadas y lo hace en un continente en que todavía la miseria y la marginación es la vida de millones de familias. La Híper Industria Cultural no podría sino acentuar las asimetrías en sociedades cuyo sello distintivo es la desigualdad. Cuando algunos gobiernos exhiben sus logros en la lucha contra el analfabetismo, surge ya en el horizonte el llamado “analfabetismo digital”. De manera tal que junto a las muchas brechas que nos separan del llamado mundo desarrollado, se suma hoy la “Brecha Digital”.

La híper industrialización de la cultura es una realidad desde el momento que la reproducción técnica deviene híper reproducibilidad digital. Como sabemos, la copia se ha convertido en una práctica social generalizada en virtud de su bajo coste y el hecho de que no se verifica pérdida alguna de señal. Con ello, se produce una masificación sin límite de diversos bienes simbólicos y, en consecuencia, una creciente homogeneización de la cultura mundial: Nace una Cultura Internacional Popular o, si se prefiere, una Cultura Global.

La Híper Industria Cultural, en tanto portadora de una Cultura Global, desestabiliza las claves identitarias que han configurado las sociedades latinoamericanas. América Latina es un crisol Indo Afro Hispanoamericano, donde la religión de los Conquistadores ha cristalizado en mixturas e hibridaciones tan singulares y ricas como frágiles. Bajo la forma del entertainment, el poder de seducción de los medios y redes opaca las singularidades que constituyen un patrimonio cultural en nuestros países. Si bien hay políticas nacionales, regionales y mundiales tendentes a la preservación de esta riqueza, existe el riesgo cierto de un empobrecimiento cultural de nuestras sociedades. Frente a la tecno cultura global, América Latina tiene el imperativo de salvaguardar su memoria, su lengua, su historia, su diversidad, pues, este es el hontanar de su propia dignidad en un mundo global.

Desde una perspectiva latinoamericana, donde el grado de penetración de Internet alcanza un 39.5% frente a un 78.6% en América del Norte, el desafío presente consiste en hacer parte del nuevo mundo que se está configurando. Según hemos visto, no se trata tan solo de cuestiones materiales sino -y principalmente- de una cuestión social y cultural. Dada la magnitud de la empresa que enfrentamos, es preciso plantear un horizonte estratégico de mediano y largo plazo cuyos vectores pueden resumirse en tres palabras: Integración. Educación. Inteligencia.

El desarrollo de redes y medios es, en principio, de alto costo y exige destrezas y capacidades técnicas que, en la mayoría de los casos, exceden las capacidades de los Estados nacionales. Por ello, se hace indispensable avanzar hacia una fructífera Integración tecnológica y académica regional. Necesitamos, como nunca antes, aunar esfuerzos para potenciar nuestra inserción en el mundo que se avecina. Esta tarea es, desde luego, política en el más amplio sentido del término.

La herramienta privilegiada para el mejoramiento social y cultural es la Educación, que lejos de ser una mera mercancía o bien de consumo es un derecho ciudadano fundamental que debe ser cautelado y promovido en todo el continente. Esta tarea señala el camino para trasformar la infinita información diseminada en las redes en conocimiento, y dicho conocimiento en acción. Las nuevas modalidades de educación a distancia, mediante el uso de plataformas virtuales es un camino que debe ser explorado para asegurar la calidad, la gratuidad y el acceso de las mayorías. Si bien el énfasis ha sido, hasta ahora, la educación primaria y secundaria, en los años venideros el acento no puede soslayar la educación superior de pregrado y postgrado.

Por último, enfrentamos la necesidad imperiosa de generar Inteligencia, único modo de garantizar una apropiación adecuada de las nuevas tecnologías. Esto significa crear programas adecuados a nuestras necesidades en dominios tan importantes como la industria, la educación o los sistemas de salud. La creación de conocimiento exige, desde luego, una política de investigación a escala nacional y regional. En este punto, pareciera que la conjunción de los Estados, las empresas y las universidades es una posibilidad cierta.

El desafío es mayúsculo y requiere de nuestra profunda reflexión. Bien sabemos que las nuevas tecnologías de información y comunicación actúan más bien como catalizadores de cambio, pero no son en sí mismas agentes de cambio. No nos engañemos, es necesario invertir en crear la infraestructura de redes y equipos en el sector educacional, empresarial, gubernamental, pero ello no es suficiente. Nuestros países requieren transformaciones sociales y culturales para abolir la insultante desigualdad que nos ha caracterizado por siglos. La alfabetización digital, es el principal desafío social y político en nuestro continente, pues en ella se juega la posibilidad de manejar los “lenguajes de equivalencia” en el mundo de hoy. América Latina enfrenta la tremenda tarea de construir sociedades más democráticas y participativas en que la riqueza económica y cultural no sea el patrimonio de una minoría. La cuestión planteada es de suyo problemática y nos lleva a la interrogante de fondo: ¿Cómo plantear reclamos democráticos de justicia social y participación ciudadana sin vernos arrastrados a comportamientos políticos regresivos?

Habría que repetir aquello que escribiéramos hace algún tiempo: Ciudad letrada: matriz lecto-escritural barroca que resulta ser la impronta política y cultural de nuestras sociedades durante varios siglos, forjando con ello nuestras instituciones tanto coloniales como republicanas y nuestras percepciones más profundas acerca del espacio, el tiempo y, sobre todo acerca de nosotros mismos. Ciudad virtual, incierta y ambivalente, abismo y promesa, vértigo de flujos que desafía nuestra memoria, lenguaje extraño como el de los antiguos Conquistadores, imágenes refulgentes como las espadas y crucifijos de antaño. Ya no son relinchos ni cañones sino tecno imágenes digitalizadas que destellan en tiempo real sobre plasmas multicolores. Es la nueva Biblioteca de Babel con sus infinitos anaqueles la que nos convoca.

El presente trabajo fue la ponencia presentada por su autor ante la Semana de las Comunicaciones. Universidad Politécnica Salesiana. Quito. Ecuador. 18/22 de junio 2012