“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

22/9/12

Chile / Higiene Política mediante una Asamblea Constituyente

Álvaro Cuadra

Especial para La Página
Pareciera que el opio también se fuma en las filas del Partido Socialista, por lo menos eso se puede deducir de algunas declaraciones de senadores de esa tienda política en torno a la eventualidad de una Asamblea Constituyente. Contra la opinión de Camilo Escalona, el senador Juan Pablo Letelier ha afirmado que nuestro país requiere “algún grado de ruptura institucional para que mande la mayoría”. Esta declaración nos trae a la memoria aquella frase del presidente Salvador Allende que muchos de sus correligionarios parecieran haber olvidado en estos días: “La historia la hacen los pueblos”

Si bien se trata de una postura enmarcada en una entrevista difundida por los medios y no representa, necesariamente, una línea de partido, nos advierte que no todos los socialistas comparten el punto de vista de Escalona. La cuestión no es menor, pues lo que está en juego es, ni más ni menos, un principio ético y político en torno a la “soberanía popular”. Para expresarlo claramente, la demanda por una Asamblea Constituyente entraña el reclamo por restituir al pueblo de Chile la potestad de darse un orden constitucional consensuado por todos y todas.

Hasta el presente, para regocijo de los sectores de la derecha, vivimos sumidos en una aberración que consiste en haber naturalizado una carta constitucional concebida y sancionada por una dictadura militar. La consecuencia inmediata de esta situación es la ilegitimidad de un orden jurídico constitucional y del andamiaje institucional que se ha erigido a partir de ello.  Por un principio elemental de higiene política, es menester reconstruir la institucionalidad del país, destapando las alcantarillas para espantar a las ratas, moscas y parásitos que han convertido esos laberintos dictatoriales en su ecosistema ideal.

Los únicos habilitados para emprender tan magna labor higiénica política son los dueños de casa, es decir, el pueblo de Chile. De poco sirven los alambicados ritos republicanos y el fasto militar cuando todo eso es contrario a los más altos intereses de la patria encarnado en los anhelos de justicia social de los estudiantes, de los hombres y mujeres de trabajo que construyen este país día a día. Concebir una nueva constitución para nuestro país es la impostergable tarea histórica de esta generación para abolir toda herencia dictatorial. No es posible enfrentar el presente siglo con una institucionalidad autoritaria y oligárquica que funciona de espaldas al pueblo al que debiera servir.