Oscar Niemeyer ✆ Esteban Villafañe |
Ha fallecido a los 104 años de edad Oscar Niemeyer, uno de
los arquitectos más importantes del siglo XX. Este “escultor del concreto
armado”, como se le conoció, cambió las bases de la arquitectura moderna,
convirtiéndose, según el antropólogo Brasileño Darcy Ribeiro, uno de sus
grandes amigos, “en el hecho cultural más importante que le ocurrió a Brasil”.
Declarándole la guerra al ángulo recto, Oscar Niemeyer fue capaz de abolir cualquier tipo de frontera entre arquitectura y arte, definiendo a la primera básicamente como invención. Su arquitectura de los trópicos desafiaba la noción establecida con sus curvas y con su defensa de la funcionalidad de la belleza. Terminó influyendo al propio Le Corbusier, el padre de la arquitectura moderna y quien creía que la arquitectura debía proporcionar “máquinas para vivir”.
Declarándole la guerra al ángulo recto, Oscar Niemeyer fue capaz de abolir cualquier tipo de frontera entre arquitectura y arte, definiendo a la primera básicamente como invención. Su arquitectura de los trópicos desafiaba la noción establecida con sus curvas y con su defensa de la funcionalidad de la belleza. Terminó influyendo al propio Le Corbusier, el padre de la arquitectura moderna y quien creía que la arquitectura debía proporcionar “máquinas para vivir”.
Niemeyer en su “Poema de la Curva”, sintetizó magistralmente su credo arquitectónico: “No es el ángulo recto el que me atrae/ Ni la línea recta, dura, inflexible,/ creada por el hombre./ Lo que me atrae es la curva libre y sensual,/la curva que encuentro en las montañas de mi país,/ en el curso sinuoso de sus ríos,/en las olas del mar, /en el cuerpo de la mujer preferida./ De curvas es hecho todo el universo,/ el universo curvo de Einstein”.
Bien quedó reflejada esta idea de arquitectura en la que tal
vez sea su obra más importante, Brasilia. Inaugurada en 1960 y construida en
apenas 3 años y 10 meses, la “capital de la esperanza” – como la definiera
André Malraux – es un verdadero monumento al desarrollismo latinoamericano.
Ideada por el presidente Juscelino Kubitschek para zurcir Brasil por dentro, Brasilia
fue pensada como una ciudad del futuro, centro de las decisiones que
conducirían al gigante latinoamericano por la senda de desarrollo, Brasilia fue
la meta-síntesis de un programa que pretendía hacer crecer a Brasil a un ritmo
de “50 años en 5”. Con plan urbanístico del maestro de Niemeyer, Lúcio Costa,
Brasilia ganó su trazo característico de la mano del diseño de Oscar Niemeyer
en los edificios más importantes. A cambio recibió el salario de un funcionario
público. No era la riqueza lo que le interesaba.
No sólo la arquitectura fue objeto de su revolución, lo
mismo intentó con la sociedad. Si hay algo que también fascina en la vida y
obra de Oscar Niemeyer es su compromiso y consecuencia política. El arquitecto
carioca formó parte de una generación de artistas que incorporó a su práctica
una necesidad urgente de transformación social, de solidaridad con pueblos
oprimidos y de actuación en el espacio público. Oscar Niemeyer pertenece a la
misma estirpe de artistas e intelectuales tales como Pablo Picasso, Jean Paul
Sartre o Pablo Neruda. Se extingue con él, por tanto, una parte significativa
del siglo XX.
Oscar Niemeyer se hizo comunista en 1945, cuando cobijó en
su estudio de Rio de Janeiro a una veintena de militantes comunistas recién
salidos de la prisión. Impresionado con las convicciones e ideas de sus
huéspedes, le entregó su estudio al mítico dirigente Luis Carlos Prestes, “el
Caballero de la Esperanza”, con las siguientes palabras: “Prestes, quédate con
ella (la casa). Tu trabajo es más importante que el mío”. La casa de Niemeyer
se convirtió en el local Metropolitano del Partido Comunista Brasileño y, a su
vez, el PCB se convirtió en la casa del arquitecto y jamás lo abandonó. Cada
vez que podía reafirmaba públicamente sus ideas: “Unos creen en aquello que les
gustaría que hubiese ocurrido, repitiendo que el comunismo murió; otros, entre
los cuales me incluyo, rechazan resueltamente eso, convencidos de que donde
exista miseria, un comunista estará cerca, protestando”.
Políticamente perseguido por la dictadura militar de su
país, Niemeyer se vio obligado a partir al exilio. Para los militares que
gobernaban su país “el lugar de un arquitecto comunista era la Unión
Soviética”, no Brasil. Para pesar de sus perseguidores, la salida de Niemeyer
del país marcó el inicio de su consagración internacional. Aunque ya antes
había ganado fama mundial con la Sede de las Naciones Unidas, su estadía
prolongada en el exterior permitió que dejara huella en países como Francia,
Italia y Argelia.
Desde luego, su ideario político y arquitectónico estuvieron
expuestos a las críticas. Incluso Brasilia fue objeto de cuestionamientos.
¿Cómo se explica una ciudad futurista proyectada por un comunista en la cual la
clase trabajadora no tiene cabida? Aunque en el plan original había espacio
para viviendas obreras, la especulación inmobiliaria y el crecimiento
desmesurado terminaron por expulsar a los “candangos” – los obreros que
construyeron la nueva capital – a las urbanizaciones satélites, lejos de la
ciudad monumental. Y es que Brasilia es también, como dijera la escritora
Clarice Lispector, “el fracaso del más espectacular éxito del mundo”. Niemeyer
pensó en una ciudad que anticiparía el futuro de un mundo que superaría sus
miserias y desigualdades, sin embargo evidentemente la arquitectura tiene sus
límites y hay cosas que por sí sola no puede cambiar.
¿Cómo pudo convivir la suntuosidad de sus construcciones con
su ideario político? Su obra artística, lejana del realismo socialista y quizá,
para algunos, próxima al lujo burgués, era, para Niemeyer también un homenaje
al hombre sencillo y, en ese sentido, una democratización del arte. Sus obras
pueden ser vistas por todo el mundo, no es necesario pagar una entrada para ver
expuesta su creación en algún museo, su obra está en la calle, un museo a cielo
abierto, para el acceso de todo aquel que quiera apreciarla. Pero, al mismo
tiempo, Niemeyer no negociaba su concepción artística: “Siempre rechacé esa
idea (…) mediocre de los que insisten en una arquitectura “más simple, más
ligada al pueblo” (…) Para mí esa idea de simplicidad arquitectural es pura
demagogia, discriminación inaceptable y a veces una timidez que sólo la falta
de talento puede explicar”.
La sencillez y humildad que practicó en vida contrastan con
la grandeza de su obra. Sin embargo, no fue sólo su arquitectura, no fue apenas
la creatividad de su trazo, lo que llevó a Oscar Niemeyer a ser prácticamente
eterno. Su compromiso con una sociedad más justa, la genialidad de su obra y su
arte desafiador hicieron de él un artista completo, convirtiéndolo
probablemente en el más universal de los brasileños.