“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

6/1/13

La mirada médica en la posmodernidad / Un análisis desde Michel Foucault

Daniela Visillac

“Descubrir es aprender a ver”: Michel Foucault, “El Nacimiento de la Clínica”

A modo de introducción: Foucault y la medicina
               
Hijo, nieto y bisnieto de médicos, Michel Foucault mantuvo una relación muy particular con la medicina (1). Una relación signada por la crítica y los interrogantes.

Su pensamiento acerca de la medicina se organiza alrededor de la pareja normalidad/patología. Quien puede determinar de qué lado ubicar a un hombre como individuo enfermo o sano es el médico, el saber médico. Es decir, la cuestión se define en la relación medicina/saber/poder que atraviesa la teoría, percepción, prácticas e instituciones médicas.
Sobre esa relación poder/saber ha reflexionado largamente Michel Foucault.

Daniel Molina (2) señala con respecto al vínculo que unió a Foucault con la medicina: “Foucault termina de escribir El nacimiento de la clínica (libro al que presenta como ‘las sobras de la Historia de la locura’), que aparecerá dos años más tarde. La medicina -vista desde la crítica más virulenta contra el saber médico- sigue ocupando un lugar central en su pensamiento. A diferencia de los que critican la medicina moderna por sus errores (por los efectos secundarios que tienen los medicamentos o por los diagnósticos errados), Foucault critica la medicina en su ‘esencia’: el saber médico es negativo por sí mismo, sobre todo cuando ‘acierta’, porque por su mecánica destructiva –ver la enfermedad como algo a combatir- crea las condiciones de nuevas enfermedades que serán más difíciles de controlar” (3).

A lo largo de este libro, Foucault dirá que la presencia de la enfermedad en el cuerpo, sus tensiones, son a la vez discutidos en su objetividad por el discurso reductor del médico y fundados como tal por su mirada positiva.

Paradojas de por medio, Michel Foucault murió de sida en 1984, el virus que había descubierto -apenas un par de años antes de que el filósofo muriese- Luc Montagner, quien fue discípulo de su padre. Una enfermedad que algunos apuntan fue ‘creada’ adrede por el hombre o según otros nació por una manipulación genética con gorilas. Al morir tenía 57 años.
 
¡Cómo para no alimentar los cuestionamientos que Foucault hizo a la medicina! la clínica es probablemente el primer intento desde el Renacimiento de formar una ciencia basada únicamente sobre el campo perceptivo y una práctica sólo sobre el ejercicio de la mirada. La mirada médica como la bisagra entre la “enfermedad” y la “salud”, entre lo “normal” y lo “anormal”. La mirada médica constructora. La mirada médica frente a la posmodernidad. Las nuevas tecnologías y lo que Foucault llamará el “bio-poder” (4) (tecnología de poder centrada sobre la vida). Sobre estos temas tratan las páginas que siguen.

La crisis de la mirada médica

Al término del siglo XVIII, con los albores de la modernidad, nacía la clínica médica basada en la experiencia médica de la mirada y las descripciones objetivas. Así por lo menos (simplificaciones de por medio) lo entendió Michel Foucault en su libro El nacimiento de la clínica, una arqueología de la mirada médica, publicado en Paris, Francia, en 1963. En la primera línea de este ensayo Foucault sintetiza lo que desarrolla luego en más de 200 páginas: “Este libro trata del espacio, del lenguaje y de la muerte; trata de la mirada”. Casi al final de su ensayo señala: “Se trata del desarrollo de la observación médica y de sus métodos durante apenas medio siglo: el momento en el cual la enfermedad sale a la luz”.

Hacia fines del 1700, la relación entre lo visible y lo enunciable cambió radicalmente, y la clínica médica debe su nacimiento mucho más a esa reorganización sintáctica que a las investigaciones científicas.

Michel Foucault, como en tantos otros trabajos, polemiza desde El nacimiento de la clínica... con la tradición médica que privilegia el tiempo, el devenir de la enfermedad. Foucault va a privilegiar el espacio del cuerpo, y en ese nuevo espacio la relación entre los signos, síntomas y la enfermedad cambian (La enfermedad se presenta al observador de acuerdo a síntomas y signos: el síntoma es la forma bajo la cual aparece la enfermedad, el signo anuncia lo que va a ocurrir, pronostica).

La mirada médica adquiere en la modernidad un valor inédito: la mirada se superpone con el discurso, en realidad es una mirada que ya es lenguaje. La mirada pone luz sobre el objeto (el cuerpo) y permite conocer la verdad. “Descubrir es aprender a ver” (5). Se trata de hacer hablar a un contenido que no estaba explícitamente significado. La clínica aparecía para la experiencia del médico como un nuevo perfil de lo perceptible y lo enunciable: una nueva distribución de los elementos del espacio corporal.

Este rol central que ocupa la mirada médica en el nacimiento de la clínica moderna encuentra hoy un cuestionamiento importante. Podría decirse, parafraseando a Foucault, que la eficacia de lo percibido por el ojo clínico es puesta en tela de juicio por una nueva mirada, mucho más exacta (en algunos casos 100%). La percepción que posibilitan las nuevas tecnologías en medicina -sobre todo las que pueden englobarse en los diagnósticos por imágenes- permiten descubrir lo que el ojo del médico no puede alcanzar a ver, y aunque los síntomas y los signos siguen expresándose en el cuerpo, ya no importan, ya no son tan mirados, ni oídos. Hoy se recurre “por las dudas” al diagnóstico preciso que permiten las nuevas tecnologías. De nuevo, como hace 200 años, la relación entre lo visible y lo enunciable vuelve a cambiar, pero esta vez en desmedro de la mirada médica, del ojo clínico, de la observación descriptiva. Las máquinas describirán aquello que el ojo del médico no puede ver y también aquello que el ojo ve, o que el análisis clínico intuye o percibe.

A finales del siglo XVIII, Foucault describió el rejuvenecimiento de la mirada médica, que generó una nueva alianza entre las palabras y las cosas. Se dio un rejuvenecimiento de la percepción bajo la mirada de los primeros clínicos, que descubrieron lo que durante mucho tiempo permaneció por debajo del umbral de lo visible y lo enunciable. No es que se pusieran de nuevo a percibir o a escuchar, es que la relación de lo visible y lo invisible, necesaria a todo saber concreto, cambió.

Tal vez, podríamos hablar hoy de un envejecimiento de la mirada médica. Ni los pacientes, ni los propios médicos creen hoy con la misma fuerza en la mirada clínica. La relación entre lo visible y lo invisible también cambió con el surgimiento del diagnóstico por imágenes. Hoy el ojo médico a través de “máquinas para mirar” puede ver regiones del cuerpo que antes eran inaccesibles, impenetrables. La mirada se vuelve más profunda.

En este nuevo perfil de lo perceptible y lo enunciable se da una distribución inédita de los elementos discretos del espacio corporal:

En la medicina premoderna el médico preguntaba al paciente ¿Qué tiene usted?, con el nacimiento de la clínica y la descripción exhaustiva la pregunta era: ¿Dónde le duele a usted?, hoy en este nuevo milenio y a las puertas de la posmodernidad, la pregunta más habitual tal vez sea: ¿Qué estudios se hizo usted? Las historias clínicas se completan con análisis -según los viejos clínicos que aún sobreviven a los avances de esta nueva medicina tecnologizada- la mayor parte de las veces innecesarios. Fascinación por la tecnología. Búsqueda de una nueva verdad. Nueva relación entre lo visible y lo enunciable. En una era en la que lo absoluto deja lugar a los saberes relativos y múltiples, la medicina encuentra en la alta tecnología la posibilidad de seguir sosteniéndose como ciencia basada en verdades positivas. O al menos sostener la pretensión de alcanzar la más absoluta de las verdades posibles. Las nuevas técnicas son el pasadizo que la medicina encontró para mantener viva la ilusión de escapar a la relatividad que reina en estos tiempos, y que sin duda ha cuestionado el lugar del médico, como nunca antes, frente a sus pacientes (6).

Según ha explicado el médico italiano Giovanni Berlinguer (7), se han dado cambios en la últimas décadas entre la relación médico-paciente: “Se afirman en la relación entre médico y paciente nuevos conceptos como el de consentimiento informado, que corresponden por un lado al crecimiento de los derechos humanos, de los derechos individuales, ya que no se puede imaginar que cuando uno está enfermo se disponga una moratoria de los derechos, una condición de total dependencia. Los enfermos tienen derecho a ser considerados como seres humanos, y no sólo como objetos de una atención médica, aunque sea benéfica” (8).

Las nuevas tecnologías, la llamada alta tecnología sobre todo, permiten un acceso a lo que el ojo clínico no podía percibir, en algunos casos el acercamiento a un saber –un acceso a lo oculto- que sólo era posible a través de la anatomía patológica (9). Este “nuevo saber” médico basado en lo avances de la aparatología y de las técnicas, permite reafirmar el positivismo que la medicina necesita para no ser cuestionada. Aun cuando los profesionales sepan que la medicina no es una ciencia exacta. Las nuevas tecnologías son el escudo en el que se protege el positivismo médico.
 
Poder/saber/mirada médica

La relación entre saber y poder adquiere en la medicina una ligazón muy fuerte y socialmente muy instalada. Una relación en la que entran en juego la vida y la muerte, y entre ambas la mirada médica. Sin embargo, es una mirada que a lo largo del desarrollo de la medicina ha estado prioritariamente centrada en la enfermedad, más que en la salud, en el concepto de saludable. Foucault le reprocha esto al saber médico, un reproche que puede extenderse hasta hoy en día cuando las enfermedades que primeramente matan al hombre son fácilmente prevenibles con el desarrollo de planes sociales y medidas de prevención.

El médico del siglo XXI está mucho más preocupado por dirigir su mirada a las patologías médicas que a las llamadas enfermedades sociales, que constituyen un problema no resuelto, y en el que la alta tecnología médica tiene muy poco que hacer. “La primera tarea del médico es por consiguiente política: la lucha contra la enfermedad debe comenzar por una guerra contra los malos gobiernos: el hombre no estará total y definitivamente curado más que si primeramente es liberado”.

Foucault dirá en su análisis que si sabe ser políticamente eficaz, la medicina no será ya médicamente indispensable. Y en una sociedad al fin libre, donde las desigualdades estén apaciguadas y donde reine la concordia, el médico no tendrá ya que desempeñar sino un papel transitorio. Y agrega un pensamiento que los médicos no han sabido aprehender (sobre todo en tiempos como los de hoy, donde reina la superespecialización y el positivismo médico): “La medicina no debe ser sólo el corpus de las técnicas de curación y del saber que éstas requieren; desarrollará también un conocimiento del hombre saludable, es decir, a la vez una experiencia del hombre no enfermo, y una definición del hombre modelo”. Estas metas no han sido alcanzadas globalmente aunque no se pueden negar modificaciones en este sentido como las que ha recogido la definición actual de salud como un estado de bienestar físico, psíquico y social (Organización Mundial de la Salud).

Hasta fines del siglo XVIII, lo normal permanecía implícito en el pensamiento médico, y sin gran contenido, era un simple punto de referencia para situar y explicar la enfermedad. Durante el siglo XIX se convierte en una figura relevante, la medicina intentará, aún infructuosamente, desarrollarse en ese sentido. Y como señala Foucault,  no debe olvidarse que existe una convergencia entre las exigencias de la ideología y las de la tecnología médica (10).

En la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, más del 90% de las materias que integran la currícula son de orden biológico, orgánico y tecnológico. Para la salud pública, la medicina social, preventiva y la antropología médica queda alrededor de un 5%. El Dr. Alfredo Kohn Loncarica, profesor titular de Historia de la Medicina y director del Instituto de Historia de la Medicina del departamento de Humanidades de la Facultad de Medicina de la UBA, reflexiona sobre la problemática de la mirada médica hoy (11): “Estar sano depende hoy de tener un buen trabajo, una buena vivienda, una situación ambiental que no sea contaminante, buena alimentación, buen contexto socioeconómico. Lo sociocultural tiene hoy una dimensión enorme y sin embargo se enseña básicamente lo biológico. Un buen ejemplo es la tuberculosis. Se detectó el bacilo que la produce, se inventó una vacuna que la previene, aparecieron antibióticos específicos. Sin embargo, la tuberculosis sigue existiendo. La enfermedad persiste porque persisten los factores socioculturales que la alimentan. Y para combatir la tuberculosis, esta clarísimo, hay que recurrir a un abanico de soluciones que exceden lo biológico”.

Para Kohn Loncarica este fenómeno se debe a una concepción reduccionista de la medicina y del saber médico: “Los planes de estudio están cristalizados en un modelo positivista, en una concepción reduccionista de la medicina, con un arraigo muy fuerte en lo biológico, en lo orgánico y en lo somático. Una concepción que se estructuró en la segunda mitad del siglo XIX y que de alguna manera se mantuvo vigente durante todo el siglo XX. Esta visión tiende a deshumanizar el ejercicio de la profesión, pese a que desde hace décadas existe un discurso, que en realidad es una retórica declamatoria, que dice que el hombre es una unidad biopsicosocial”.

Para Foucault el saber se define por combinaciones específicas de cada estrato entre lo visible y lo enunciable de cada formación histórica. El saber es un agenciamiento práctico, un dispositivo de enunciados y de visibilidades. Como dice Deleuze: “Cada formación histórica ve y hace ver todo lo que puede, en función de sus condiciones de visibilidad, al igual que dice todo lo que puede, en función de sus condiciones de enunciado”. Y ese concepto es aplicable a la historia de la medicina. Primero medicina terapéutica, luego medicina preventiva, en el futuro medicina predictiva.
 
Lo visible y lo enunciable

En una relación desigual entre médicos y pacientes (el poder, el saber, están del lado profesional) pero frente a las nuevas formas que adquieren los reclamos de los pacientes (asociaciones de defensa del consumidor, demandas por mala praxis, mayor acceso a información médica) y las exigencias del mercado/negocio de la salud, los profesionales se ven presionados para indicar (o no indicar) remedios, estudios, análisis. La mirada se ha vuelto más pasiva. menos independiente.

Siguiendo el razonamiento de Deleuze en su análisis de la obra de Foucault (12), si cada formación histórica implica una distribución de lo visible y de lo enunciable (como lo muestra la forma en que se organizan ambas dimensiones en la clínica y en la anatomía patológica), en la era del diagnóstico por imágenes la relación entre lo que se ve y lo que se dice configura un nuevo vínculo entre lo visible y lo enunciable. Como señala Deleuze en el análisis de los textos de Foucault, el enunciado tiene la primacía, aunque esto no significa la reducción de lo visible a lo enunciable. Pero Deleuze aclara que en El  nacimiento de la clínica... no se indica suficientemente esta primacía. Sin embargo señala un poco más adelante que “Foucault siempre se sintió tan fascinado por lo que veía como por lo que oía o leía, y la arqueología tal y como él la concebía es un archivo audiovisual”.

Pero en la era de las imágenes y de las tecnologías que muestran, como diría Braudillard hasta obscenamente, los recovecos hasta hace poco inaccesibles al análisis clínico, lo visible y lo enunciable se entrecruzan inéditamente: los nuevos estudios y análisis permiten ver lo que antes era invisible; lo que sólo era perceptible por medio de los signos y los síntomas pero que el ojo clínico no vería jamás. Hoy puede conocerse,  y cada vez más, lo que antes era palpable, deducible pero no visible.

En el diagnóstico por imágenes lo visible toma una fuerza inédita, aunque paralelamente la mirada médica envejezca, y la desconfianza –o la búsqueda de una exactitud extrema-  reubiquen al médico en nuevo lugar, más pasivo frente a las nuevas formas de acceso al cuerpo. Formas que no escapan a la relatividad, puesto que los nuevos métodos de análisis se multiplican, se contrastan, se repiten, se superan unos a otros. Sin embargo, en muchos casos permiten un acceso más exacto. Allí descansa el positivismo médico (13).
 
La verdad absoluta de la medicina

La experiencia clínica descripta por Foucault estaba comprendida por tres etapas: 1. Espacio: con una triple dimensión: 1.1. Espacialización del cuadro (la medicina premoderna que organiza su experiencia a partir de clasificaciones), 1.2. Espacialización secundaria que organiza la experiencia clínica en torno al cuerpo, 1.3. Espacialización terciaria, aparece la patología en el horizonte de un trastorno que afecta al cuerpo social. 2. Lenguaje: se da una superposición entre la mirada y el discurso, la mirada tiene una potencialidad enunciativa, en realidad es una mirada que ya es lenguaje. 3. La muerte: implica un pasaje del método clínico al método anatomopatológico; significa una profundización de la mirada clínica, pero que tiene como condición la muerte. Del cadáver es de donde se puede extraer la verdad absoluta.

Sin embargo, hoy existen nuevas sendas para acceder a cierta verdad absoluta: tomografías computadas, encefalogramas, resonancias magnéticas, ecografías tridimensionales. “Una luz primordial que abre las cosas y hace surgir visibilidades como relámpagos y centelleos, como luz secundaria” (14).

Deleuze señala que la mirada médica convoca junto con la vista a los demás campos sensoriales, como el tacto y el oído. Lo mismo ocurre con estas nuevas máquinas de mirar que sacan a la luz y permiten ver algo más.
               
La clínica abrió un nuevo espacio: el espacio tangible del cuerpo, que es al mismo tiempo esa masa opaca en la cual se ocultan secretos, de invisibles lesiones y el misterio mismo de los orígenes. Pero la medicina de los síntomas, poco a poco entró en regresión, para disiparse ante la de los órganos, una clínica ordenada para la anatomía patológica. Hoy la clínica sufre una nueva regresión, la que nace con las técnicas para mirar. Mirar mejor, mirar en profundidad, más lejos.
 
La mirada de la anatomía patológica
               
Se detiene “la mirada” de este análisis en el tercer momento que describió el filósofo francés: la muerte como profundización de la mirada clínica de la que se podrá extraer la verdad absoluta (15). En el siglo XVIII, explica Foucault, la muerte era a la vez el hecho absoluto y el más relativo de los fenómenos. Era el término de la vida y asimismo el de la enfermedad si era fatal. Pero era también el comienzo de una saber positivo.
               
La anatomía patológica dio a la medicina sus primeros principios de positividad. La medicina no pudo acceder a lo que la fundaría científicamente sino dando paso al análisis de los cadáveres, lo que permitió entender que las lesiones explicaban los síntomas. La anatomía patológica tiene por fin el conocimiento de las alteraciones visibles que el estado de la enfermedad produce en los órganos del cuerpo humano. Sin embargo, dirá Foucault retomando a los primeros anatomopatologos como Bichat, abrir cadáveres es el medio de adquirir este conocimiento, pero para que este sea de una utilidad directa es menester unir a ello la observación de los síntomas. Foucault dirá de Bichat que no rompe con el método clínico, su ojo es un ojo clínico porque constituye una mirada de superficie, pero la mirada médica recorrerá de la mano de la anatomía patológica un camino que va desde la superficie sintomática a la superficie del tejido, “vía en profundidad que se hunde de lo manifiesto hacia lo oculto”. La anatomía no puede describir lo que es encadenamiento, proceso y texto legible en el orden del tiempo. La clínica de los síntomas busca el cuerpo vivo de la enfermedad, la anatomía no le ofrece más que el cadáver.
               
Las técnicas del diagnóstico por imágenes permiten un acceso hacia ciertas partes ocultas, por ejemplo, a través de una tomografía computada. Sin embargo, no acceden a la profundidad del tejido. Se podría decir que las nuevas técnicas de diagnóstico complementan la mirada clínica, la reafirman, la profundizan, la cercan. Son una extensión del ojo del médico, un ojo que se vuelve más exacto, más poderoso.

Pero la mirada médica sigue posándose en dos dimensiones, una la de los síntomas (complejizada y hasta puesta en duda por las nuevas técnicas) y la de los tejidos. Ambas se desplazan –como señalaron los anatomopatologos de principios del siglo XIX- hacia una tercera dimensión: la del volumen anatomo-clínico. La muerte sigue siendo ese modelo insuperable para acceder a la verdad absoluta. La certeza de la histología, a través de las biopsias, no ha sido reemplazada por ninguna técnica nueva, que lo que sí han hecho es “adelantar” una mirada, una observación pero no han penetrado en la profundidad de los tejidos.
               
La anatomía patológica aborda lo oculto, lo que no está en la superficie; la mirada clínica se define en una nueva visibilidad de algo que no está oculto, que depende de la relación en la historia de lo visible y lo enunciable. Deleuze dice: “La clínica plantea una identidad estructural entre lo visible y lo enunciable” (16). Allí en esa relación entre lo que se ve y lo que se dice, se insertan las nuevas técnicas de la medicina que permiten ver más allá del ojo clínico pero no penetran el organismo, y no alcanzan siempre la verdad absoluta, o mejor dicho lo logran en el terreno de determinados (y precisos) diagnósticos. En palabras de Foucault, la autopsia sigue teniendo la última palabra.

Foucault va a decir que la anatomía patológica atenúa la importancia de los síntomas clínicos y sustituye una metodología de lo visible por una experiencia más compleja en la cual la verdad no sale de su inaccesible reserva sino por el paso a lo inerte; la mirada anatomoclínica señala un volumen en un espacio que por primera vez en la historia de la medicina es tridimensional (formado por la trinidad vista-tacto-oído). En cambio, las nuevas tecnologías médicas, si bien resignan la importancia de los síntomas y el “ojo clínico”, se basan en una metodología de lo visible cada vez más sofisticada.
               
En la anatomía patológica la mirada médica no es ya la de un ojo vivo, sino la de un ojo que ha visto la muerte. En la clínica de las nuevas tecnologías es un ojo que ha visto el cuerpo por dentro.

La anatomía patológica prescribe a la clínica interrogar al cuerpo en su espesor orgánico; el diagnóstico por imágenes le exige mirar más detalladamente. Mirar lo que antes era invisible o lo que en realidad sigue siendo invisible para el “simple” ojo humano.
               
El primer discurso científico debió pasar por el momento de la muerte. De la integración de la muerte con el pensamiento médico ha nacido una medicina que se da como ciencia del individuo. La tecnología sofisticada reafirma el saber médico y por ende asienta su positivismo.
 
En el reino de las nuevas tecnologías

El primer momento en una consulta médica es visual, aunque un cuestionario inicial asegura ya el momento del lenguaje. El segundo momento está colocado bajo el signo del lenguaje y del tiempo, se trata de decir lo que ha sido perceptible, luego hay que interrogar el enfermo (o a quienes lo rodean) sobre sus hábitos, su profesión, su vida pasada. El tercer momento es de nuevo un momento percibido, se da cuenta día tras día del progreso de la enfermedad. Finalmente, el último tiempo es el reservado a la palabra: prescripción para la convalecencia (17). Podría incluirse un momento más, el de los estudios complejos, que en la práctica de la medicina actúan en desmedro del lenguaje, quitan valor al cuestionario y supervisan la evolución con nuevos estudios de control a los que el médico recurre para ratificar su mirada clínica. En esta nueva relación entre lo que se ve y lo que se enuncia, muchas veces la mirada médica no parece suficiente (18).

Los códigos perceptivos que hacen posible el ver se transforman, y si antes la palabra del médico –basada en su observación- era “palabra santa”, hoy no alcanza y necesita la confirmación de otra mirada: la de las nuevas tecnologías que penetran más allá del ojo clínico y acceden al cuerpo/individuo de otra manera (en concordancia con los tiempos en que las tecnologías ocupan un rol destacado y aún fascinación).
 
La mirada y las mediaciones

Para Foucault el médico interpreta las significaciones corporales, las expresiones corporales, pone luz sobre el objeto (cuerpo). Esa percepción es construida y selectiva, y puede cambiar. La articulación entre lo percibido y lo dicho no es estable.

En realidad, no hay una antropología de la mirada médica que pueda separarse de un discurso antropológico médico. Foucault se centra en la mirada, en el caso del nacimiento de la clínica, porque lo que quiere es polemizar con los pensadores de la fenomenología para los que la mirada es una experiencia originaria. Para Foucault la mirada debe ser explicada por medio de códigos. En esta dimensión estructuralista del análisis del autor, los códigos configuran y permiten ver la experiencia a través de un sistema (códigos).

Es decir, la verdad se fundamenta en lo observable, en la discursividad del objeto observable y no en la pura construcción racional.

Las tecnologías que se han desarrollado con una fuerza enorme en los últimos 20 años actuarían entre la mirada médica y el cuerpo/objeto como una mediación. Observar pantallas, ecógrafos o tomógrafos de por medio. Observar e interpretar los nuevos códigos que nacen con estas tecnologías.

Deleuze (19) hace una aclaración en torno a las visibilidades, que es aplicable al nuevo escenario que se abre con la introducción de las tecnologías de diagnóstico: “Las visibilidades, por más que se esfuerzan a su vez en no estar nunca ocultas, no por ello son inmediatamente vistas ni visibles. Incluso son invisibles mientras uno se limite a los objetos, a las cosas o a las cualidades sensibles, sin elevarse hasta la condición que los abre. Y si las cosas se cierran, las visibilidades se velan o se nublan hasta el extremo de que las ‘evidencias’ devienen incomprensibles en otra época”.

La relación entre el paciente y el médico es un encuentro intersubjetivo, una comunicación entre sujetos. Aunque en el trabajo de Foucault el análisis se centra en quien observa, no es posible un cruce de miradas porque sino se rompería con la situación clínica. En la práctica actual de la medicina, las nuevas “máquinas de mirar” se ponen en contacto con el paciente, en un contacto que no es intersubjetivo ni es comunicación y que ha generado lo que muchos califican como la deshumanización de la ciencia médica. Igualmente, el momento del lenguaje, de lo hablado, queda reservado al profesional, que es quien conoce los códigos, los sistemas de estos “robots” de la medicina.
 
Los desafíos del futuro
               
Que toda forma es precaria es evidente, puesto que depende de las relaciones de fuerza y de sus mutaciones. Deleuze dice “La pregunta que constantemente se repite es, pues, la siguiente: si las fuerzas en el hombre sólo componen una forma al entrar en relación con fuerzas del afuera, ¿con qué nuevas fuerzas corren el riesgo de entrar en relación ahora?... Ha sido necesario que la biología se transforme en biología molecular, o que la vida dispersada se agrupe en el código genético”. Quizás hoy haya que comenzar a ver qué caminos abre la llamada medicina predictiva, basada en los adelantos genéticos o en el genoma humano, para la mirada médica. Una mirada que se adelantará a los sucesos, una mirada que va mucho más allá de los síntomas. Una tecnología que cambia los umbrales entre la vida y la muerte, y que Foucault llamó bio-poder. “Las fuerzas en el hombre entran en relación con fuerzas del afuera, las del silicio que toma su revancha sobre el carbono, las de los componentes genéticos que toman su revancha sobre el organismo, las de los enunciados agramaticales que toman su revancha sobre el significante” (20).

Las transformaciones biotecnológicas introducen nuevas preguntas en las fronteras de la vida humana, como las que alguna vez encontraron respuestas en la anatomía patológica. Estas nuevas cuestiones apuntan hacia una formación de futuro donde aparece “el superhombre”. “¿Qué es el superhombre?”, pregunta Deleuze. “Es el compuesto formal de las fuerzas en el hombre con esas fuerzas nuevas... Como diría Foucault, el superhombre es mucho menos que la desaparición de los hombres existentes, y mucho más que el cambio de un concepto: es el advenimiento de una nueva forma”.

En el campo de la medicina y de la mirada clínica, esas nuevas fuerzas, a través del la postulación del mapa genético, abren una serie de nuevos interrogantes acerca de la vida y de la muerte.
 
A modo de conclusión: la verdad y la mirada

Si como señala Foucault, “la mirada médica es la que abre el secreto de la enfermedad”, hoy indudablemente las actuales condiciones en las que se ejerce la profesión médica relativizan esa afirmación: los secretos más profundos ya no los descubre el ojo clínico sino el ojo óptico o el láser.

La mirada clínica tiene la paradojal propiedad de entender un lenguaje (el de los síntomas y los signos) en el momento que percibe un espectáculo. Esa es la gran diferencia con la mirada que ofrecen las tecnologías de la observación. Ellas sólo perciben, la comprensión del lenguaje queda a cargo de los clínicos. Que la medicina actual haga que, aún cuando no es necesario, los profesionales recurran a la mirada de la tecnología es otra cuestión. Si la mirada médica envejece no es porque no sea capaz de descubrir la verdad, sino porque las técnicas permiten un margen de error menor y la confirmación de lo que el ojo clínico ya vio (son por las dudas, en búsqueda de la verdad absoluta que se pierde en la modernidad).

Si la mirada médica permite una descripción exhaustiva de la totalidad de lo visible en la estructura de conjunto de lo enunciable, las tecnologías posibilitan una descripción casi perfecta de la totalidad de lo visible, aunque para el médico quede la comprensión de lo que enuncian esos estudios.

Foucault dice (21): “La descripción, en la medicina clínica, no tiene por sentido poner lo oculto o lo invisible al alcance de lo que no tienen acceso a ello; sino hacer hablar lo que todo el mundo ve sin verlo, a los únicos que estén iniciados en la verdadera palabra”. En ese punto las nuevas tecnologías introducen una variante: lo que todo el mundo ve sin verlo, quizás ahora pueda decirse lo que sólo ven las tecnologías en salud y que los iniciados en ese lenguaje pueden traducir, pueden comprender. La nueva tecnología aporta una mirada más profunda.  

El mito de una pura mirada que sería puro lenguaje: ojo que hablaría. 

Con el nacimiento de la clínica, lo que era fundamentalmente invisible se ofrece de repente a la claridad de la mirada: los médicos logran abordar el objeto de su experiencia. Fue necesaria una reorganización del campo hospitalario, una definición nueva del estatuto del enfermo. Fue también necesario abrir un nuevo dominio: un uso absolutamente nuevo del discurso científico. Como dice Foucault, la medicina moderna no es más que un testimonio de los cambios fundamentales que se dieron en la experiencia y que permitieron que el hombre tomara conocimiento positivo de sí mismo.

Algo parecido podría decirse de la nueva medicina, basada ya no tanto en el análisis clínico sino en las tecnologías y sus “infinitos” modos de acceso al cuerpo. El hombre logró en las últimas décadas un acceso a la enfermedad y al cuerpo que parecían hasta hace muy poco tiempo de ciencia ficción. El conocimiento que el hombre tiene hoy de sí mismo, con el impresionante desarrollo de la genética, exigen un análisis más preciso que el de la mirada médica.

Referencias

(1) Daniel Molina en un artículo, “El filósofo que se atrevió a todo”, publicado en Clarín en abril de 1999, relata una anécdota que refleja la relación conflictiva de Foucault con su padre y la medicina: “El filósofo contó, poco antes de morir, que siendo pequeño su padre lo llevó a una de las salas de operaciones del hospital Poitiers para que fuese testigo de la amputación de la pierna que se le estaba realizando a un enfermo. El objetivo era inducir al niño a que ‘se hiciese hombre’”.  
(2) “El filósofo que se atrevió a todo”, Clarín, en Suplemento Cultura y Nación, 25/04/99.
(3) Idem.
(4) Foucault, Michel (1976), en “Coloquio Internacional Foucault y la Medicina”, París, 1998.
(5) El nacimiento de la clínica, una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI Ediciones, México, 1997 (16ª edición en español).
(6) En la Argentina el trabajo médico atraviesa su crisis más profunda: altas tasas de desempleo, trabajo precarizado, etc.
(7) Reconocido sanitarista, especialista en ética médica y salud pública. Ex diputado y ex senador por el Partido Democrático de Izquierda italiano, participó en la reforma sanitaria de su país en 1978.
(8) “El médico debe combatir la enfermedad con el enfermo”, Mundo Hospitalario, órgano de difusión de la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires, octubre, 1996.
(9) Esto no quiere decir que las nuevas tecnologías en salud reemplacen la certeza del análisis anatomopatológico, en el que se basa el positivismo médico. Más adelante retomaré este tema.
(10) El nacimiento de la clínica…, página 59.
(11) “El positivismo médico deshumaniza la profesión”, en Mundo Hospitalario, órgano de difusión de la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires, julio de 2000.
(12) Idem.
(13) Allí espera una respuesta el saber médico: “Vamos a esperar los resultados del estudio para confirmar el diagnóstico”, suelen repetir los profesionales, aún convencidos del mal que padece el paciente que tienen enfrente.
(14) Allí espera una respuesta el saber médico: “Vamos a esperar los resultados del estudio para confirmar el diagnóstico”, suelen repetir los profesionales, aún convencidos del mal que padece el paciente que tienen enfrente.
(15) Vinieron las luces, la muerte tuvo el derecho a la claridad y se convirtió para el espíritu del filósofo en objeto y fuente de saber. El cadáver se convierte en el momento más claro, en los rostros de la verdad. “El saber prosigue donde se formaba la larva” (El nacimiento de la clínica..., página 178).
(16) Op. Cit.
(17) El nacimiento de la clínica...
(18) Al menos en la Argentina, uno de los problemas que atraviesa la formación médica es el privilegio de la superespecialización en desmedro de la clínica, del llamado médico internista. En ese sentido, los recientemente anunciados cambios en la currícula de las facultades de medicina tienden a revalorizar el rol del médico clínico, la observación y el análisis de casos (pacientes).
(19) Op. cit.
(20) Gilles Deleuze, Op. Cit.
(21) Pág. 166 de El nacimiento de la clínica...