“Descubrir es aprender a ver”: Michel Foucault, “El Nacimiento
de la Clínica”
A modo de
introducción: Foucault y la medicina
Hijo, nieto y bisnieto de médicos, Michel Foucault mantuvo
una relación muy particular con la medicina (1). Una relación signada por la
crítica y los interrogantes.
Su pensamiento acerca de la medicina se organiza alrededor
de la pareja normalidad/patología. Quien puede determinar de qué lado ubicar a
un hombre como individuo enfermo o sano es el médico, el saber médico. Es
decir, la cuestión se define en la relación medicina/saber/poder que atraviesa
la teoría, percepción, prácticas e instituciones médicas.
Sobre esa relación poder/saber ha reflexionado largamente Michel Foucault.
Sobre esa relación poder/saber ha reflexionado largamente Michel Foucault.
Daniel Molina (2) señala con respecto al vínculo que unió a
Foucault con la medicina: “Foucault termina de escribir El nacimiento de la
clínica (libro al que presenta como ‘las sobras de la Historia de la locura’),
que aparecerá dos años más tarde. La medicina -vista desde la crítica más
virulenta contra el saber médico- sigue ocupando un lugar central en su
pensamiento. A diferencia de los que critican la medicina moderna por sus
errores (por los efectos secundarios que tienen los medicamentos o por los
diagnósticos errados), Foucault critica la medicina en su ‘esencia’: el saber
médico es negativo por sí mismo, sobre todo cuando ‘acierta’, porque por su
mecánica destructiva –ver la enfermedad como algo a combatir- crea las
condiciones de nuevas enfermedades que serán más difíciles de controlar” (3).
A lo largo de este libro, Foucault dirá que la presencia de
la enfermedad en el cuerpo, sus tensiones, son a la vez discutidos en su
objetividad por el discurso reductor del médico y fundados como tal por su
mirada positiva.
Paradojas de por medio, Michel Foucault murió de sida en
1984, el virus que había descubierto -apenas un par de años antes de que el
filósofo muriese- Luc Montagner, quien fue discípulo de su padre. Una
enfermedad que algunos apuntan fue ‘creada’ adrede por el hombre o según otros
nació por una manipulación genética con gorilas. Al morir tenía 57 años.
¡Cómo para no alimentar los cuestionamientos que Foucault
hizo a la medicina! la clínica es probablemente el primer intento desde el
Renacimiento de formar una ciencia basada únicamente sobre el campo perceptivo
y una práctica sólo sobre el ejercicio de la mirada. La mirada médica como la
bisagra entre la “enfermedad” y la “salud”, entre lo “normal” y lo “anormal”.
La mirada médica constructora. La mirada médica frente a la posmodernidad. Las
nuevas tecnologías y lo que Foucault llamará el “bio-poder” (4) (tecnología de
poder centrada sobre la vida). Sobre estos temas tratan las páginas que siguen.
La crisis de la
mirada médica
Al término del siglo XVIII, con los albores de la
modernidad, nacía la clínica médica basada en la experiencia médica de la
mirada y las descripciones objetivas. Así por lo menos (simplificaciones de por
medio) lo entendió Michel Foucault en su libro El nacimiento de la clínica, una
arqueología de la mirada médica, publicado en Paris, Francia, en 1963. En la
primera línea de este ensayo Foucault sintetiza lo que desarrolla luego en más
de 200 páginas: “Este libro trata del espacio, del lenguaje y de la muerte;
trata de la mirada”. Casi al final de su ensayo señala: “Se trata del
desarrollo de la observación médica y de sus métodos durante apenas medio
siglo: el momento en el cual la enfermedad sale a la luz”.
Hacia fines del 1700, la relación entre lo visible y lo
enunciable cambió radicalmente, y la clínica médica debe su nacimiento mucho
más a esa reorganización sintáctica que a las investigaciones científicas.
Michel Foucault, como en tantos otros trabajos, polemiza
desde El nacimiento de la clínica... con la tradición médica que privilegia el
tiempo, el devenir de la enfermedad. Foucault va a privilegiar el espacio del
cuerpo, y en ese nuevo espacio la relación entre los signos, síntomas y la
enfermedad cambian (La enfermedad se presenta al observador de acuerdo a
síntomas y signos: el síntoma es la forma bajo la cual aparece la enfermedad,
el signo anuncia lo que va a ocurrir, pronostica).
La mirada médica adquiere en la modernidad un valor inédito:
la mirada se superpone con el discurso, en realidad es una mirada que ya es
lenguaje. La mirada pone luz sobre el objeto (el cuerpo) y permite conocer la
verdad. “Descubrir es aprender a ver” (5). Se trata de hacer hablar a un
contenido que no estaba explícitamente significado. La clínica aparecía para la
experiencia del médico como un nuevo perfil de lo perceptible y lo enunciable:
una nueva distribución de los elementos del espacio corporal.
Este rol central que ocupa la mirada médica en el nacimiento
de la clínica moderna encuentra hoy un cuestionamiento importante. Podría
decirse, parafraseando a Foucault, que la eficacia de lo percibido por el ojo
clínico es puesta en tela de juicio por una nueva mirada, mucho más exacta (en
algunos casos 100%). La percepción que posibilitan las nuevas tecnologías en
medicina -sobre todo las que pueden englobarse en los diagnósticos por
imágenes- permiten descubrir lo que el ojo del médico no puede alcanzar a ver,
y aunque los síntomas y los signos siguen expresándose en el cuerpo, ya no
importan, ya no son tan mirados, ni oídos. Hoy se recurre “por las dudas” al
diagnóstico preciso que permiten las nuevas tecnologías. De nuevo, como hace
200 años, la relación entre lo visible y lo enunciable vuelve a cambiar, pero
esta vez en desmedro de la mirada médica, del ojo clínico, de la observación
descriptiva. Las máquinas describirán aquello que el ojo del médico no puede
ver y también aquello que el ojo ve, o que el análisis clínico intuye o
percibe.
A finales del siglo XVIII, Foucault describió el
rejuvenecimiento de la mirada médica, que generó una nueva alianza entre las
palabras y las cosas. Se dio un rejuvenecimiento de la percepción bajo la
mirada de los primeros clínicos, que descubrieron lo que durante mucho tiempo
permaneció por debajo del umbral de lo visible y lo enunciable. No es que se
pusieran de nuevo a percibir o a escuchar, es que la relación de lo visible y
lo invisible, necesaria a todo saber concreto, cambió.
Tal vez, podríamos hablar hoy de un envejecimiento de la
mirada médica. Ni los pacientes, ni los propios médicos creen hoy con la misma
fuerza en la mirada clínica. La relación entre lo visible y lo invisible
también cambió con el surgimiento del diagnóstico por imágenes. Hoy el ojo médico
a través de “máquinas para mirar” puede ver regiones del cuerpo que antes eran
inaccesibles, impenetrables. La mirada se vuelve más profunda.
En este nuevo perfil de lo perceptible y lo enunciable se da
una distribución inédita de los elementos discretos del espacio corporal:
En la medicina premoderna el médico preguntaba al paciente ¿Qué
tiene usted?, con el nacimiento de la clínica y la descripción exhaustiva la
pregunta era: ¿Dónde le duele a usted?, hoy en este nuevo milenio y a las
puertas de la posmodernidad, la pregunta más habitual tal vez sea: ¿Qué
estudios se hizo usted? Las historias clínicas se completan con análisis -según
los viejos clínicos que aún sobreviven a los avances de esta nueva medicina
tecnologizada- la mayor parte de las veces innecesarios. Fascinación por la
tecnología. Búsqueda de una nueva verdad. Nueva relación entre lo visible y lo
enunciable. En una era en la que lo absoluto deja lugar a los saberes relativos
y múltiples, la medicina encuentra en la alta tecnología la posibilidad de
seguir sosteniéndose como ciencia basada en verdades positivas. O al menos
sostener la pretensión de alcanzar la más absoluta de las verdades posibles.
Las nuevas técnicas son el pasadizo que la medicina encontró para mantener viva
la ilusión de escapar a la relatividad que reina en estos tiempos, y que sin
duda ha cuestionado el lugar del médico, como nunca antes, frente a sus
pacientes (6).
Según ha explicado el médico italiano Giovanni Berlinguer
(7), se han dado cambios en la últimas décadas entre la relación
médico-paciente: “Se afirman en la relación entre médico y paciente nuevos
conceptos como el de consentimiento informado, que corresponden por un lado al
crecimiento de los derechos humanos, de los derechos individuales, ya que no se
puede imaginar que cuando uno está enfermo se disponga una moratoria de los
derechos, una condición de total dependencia. Los enfermos tienen derecho a ser
considerados como seres humanos, y no sólo como objetos de una atención médica,
aunque sea benéfica” (8).
Las nuevas tecnologías, la llamada alta tecnología sobre
todo, permiten un acceso a lo que el ojo clínico no podía percibir, en algunos
casos el acercamiento a un saber –un acceso a lo oculto- que sólo era posible a
través de la anatomía patológica (9). Este “nuevo saber” médico basado en lo
avances de la aparatología y de las técnicas, permite reafirmar el positivismo
que la medicina necesita para no ser cuestionada. Aun cuando los profesionales sepan
que la medicina no es una ciencia exacta. Las nuevas tecnologías son el escudo
en el que se protege el positivismo médico.
Poder/saber/mirada
médica
La relación entre saber y poder adquiere en la medicina una
ligazón muy fuerte y socialmente muy instalada. Una relación en la que entran
en juego la vida y la muerte, y entre ambas la mirada médica. Sin embargo, es
una mirada que a lo largo del desarrollo de la medicina ha estado
prioritariamente centrada en la enfermedad, más que en la salud, en el concepto
de saludable. Foucault le reprocha esto al saber médico, un reproche que puede
extenderse hasta hoy en día cuando las enfermedades que primeramente matan al
hombre son fácilmente prevenibles con el desarrollo de planes sociales y
medidas de prevención.
El médico del siglo XXI está mucho más preocupado por
dirigir su mirada a las patologías médicas que a las llamadas enfermedades
sociales, que constituyen un problema no resuelto, y en el que la alta
tecnología médica tiene muy poco que hacer. “La primera tarea del médico es por
consiguiente política: la lucha contra la enfermedad debe comenzar por una
guerra contra los malos gobiernos: el hombre no estará total y definitivamente
curado más que si primeramente es liberado”.
Foucault dirá en su análisis que si sabe ser políticamente
eficaz, la medicina no será ya médicamente indispensable. Y en una sociedad al
fin libre, donde las desigualdades estén apaciguadas y donde reine la
concordia, el médico no tendrá ya que desempeñar sino un papel transitorio. Y
agrega un pensamiento que los médicos no han sabido aprehender (sobre todo en
tiempos como los de hoy, donde reina la superespecialización y el positivismo
médico): “La medicina no debe ser sólo el corpus de las técnicas de curación y
del saber que éstas requieren; desarrollará también un conocimiento del hombre
saludable, es decir, a la vez una experiencia del hombre no enfermo, y una
definición del hombre modelo”. Estas metas no han sido alcanzadas globalmente
aunque no se pueden negar modificaciones en este sentido como las que ha
recogido la definición actual de salud como un estado de bienestar físico,
psíquico y social (Organización Mundial de la Salud).
Hasta fines del siglo XVIII, lo normal permanecía implícito
en el pensamiento médico, y sin gran contenido, era un simple punto de
referencia para situar y explicar la enfermedad. Durante el siglo XIX se
convierte en una figura relevante, la medicina intentará, aún infructuosamente,
desarrollarse en ese sentido. Y como señala Foucault, no debe olvidarse que existe una convergencia
entre las exigencias de la ideología y las de la tecnología médica (10).
En la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires, más del 90% de las materias que integran la currícula son de orden
biológico, orgánico y tecnológico. Para la salud pública, la medicina social,
preventiva y la antropología médica queda alrededor de un 5%. El Dr. Alfredo
Kohn Loncarica, profesor titular de Historia de la Medicina y director del
Instituto de Historia de la Medicina del departamento de Humanidades de la
Facultad de Medicina de la UBA, reflexiona sobre la problemática de la mirada
médica hoy (11): “Estar sano depende hoy de tener un buen trabajo, una buena
vivienda, una situación ambiental que no sea contaminante, buena alimentación,
buen contexto socioeconómico. Lo sociocultural tiene hoy una dimensión enorme y
sin embargo se enseña básicamente lo biológico. Un buen ejemplo es la
tuberculosis. Se detectó el bacilo que la produce, se inventó una vacuna que la
previene, aparecieron antibióticos específicos. Sin embargo, la tuberculosis
sigue existiendo. La enfermedad persiste porque persisten los factores
socioculturales que la alimentan. Y para combatir la tuberculosis, esta
clarísimo, hay que recurrir a un abanico de soluciones que exceden lo
biológico”.
Para Kohn Loncarica este fenómeno se debe a una concepción
reduccionista de la medicina y del saber médico: “Los planes de estudio están
cristalizados en un modelo positivista, en una concepción reduccionista de la
medicina, con un arraigo muy fuerte en lo biológico, en lo orgánico y en lo
somático. Una concepción que se estructuró en la segunda mitad del siglo XIX y
que de alguna manera se mantuvo vigente durante todo el siglo XX. Esta visión
tiende a deshumanizar el ejercicio de la profesión, pese a que desde hace
décadas existe un discurso, que en realidad es una retórica declamatoria, que
dice que el hombre es una unidad biopsicosocial”.
Para Foucault el saber se define por combinaciones
específicas de cada estrato entre lo visible y lo enunciable de cada formación
histórica. El saber es un agenciamiento práctico, un dispositivo de enunciados
y de visibilidades. Como dice Deleuze: “Cada formación histórica ve y hace ver
todo lo que puede, en función de sus condiciones de visibilidad, al igual que
dice todo lo que puede, en función de sus condiciones de enunciado”. Y ese
concepto es aplicable a la historia de la medicina. Primero medicina
terapéutica, luego medicina preventiva, en el futuro medicina predictiva.
Lo visible y lo
enunciable
En una relación desigual entre médicos y pacientes (el
poder, el saber, están del lado profesional) pero frente a las nuevas formas
que adquieren los reclamos de los pacientes (asociaciones de defensa del
consumidor, demandas por mala praxis, mayor acceso a información médica) y las
exigencias del mercado/negocio de la salud, los profesionales se ven
presionados para indicar (o no indicar) remedios, estudios, análisis. La mirada
se ha vuelto más pasiva. menos independiente.
Siguiendo el razonamiento de Deleuze en su análisis de la
obra de Foucault (12), si cada formación histórica implica una distribución de
lo visible y de lo enunciable (como lo muestra la forma en que se organizan
ambas dimensiones en la clínica y en la anatomía patológica), en la era del
diagnóstico por imágenes la relación entre lo que se ve y lo que se dice
configura un nuevo vínculo entre lo visible y lo enunciable. Como señala
Deleuze en el análisis de los textos de Foucault, el enunciado tiene la
primacía, aunque esto no significa la reducción de lo visible a lo enunciable.
Pero Deleuze aclara que en El nacimiento
de la clínica... no se indica suficientemente esta primacía. Sin embargo señala
un poco más adelante que “Foucault siempre se sintió tan fascinado por lo que
veía como por lo que oía o leía, y la arqueología tal y como él la concebía es
un archivo audiovisual”.
Pero en la era de las imágenes y de las tecnologías que
muestran, como diría Braudillard hasta obscenamente, los recovecos hasta hace
poco inaccesibles al análisis clínico, lo visible y lo enunciable se
entrecruzan inéditamente: los nuevos estudios y análisis permiten ver lo que
antes era invisible; lo que sólo era perceptible por medio de los signos y los
síntomas pero que el ojo clínico no vería jamás. Hoy puede conocerse, y cada vez más, lo que antes era palpable,
deducible pero no visible.
En el diagnóstico por imágenes lo visible toma una fuerza
inédita, aunque paralelamente la mirada médica envejezca, y la desconfianza –o
la búsqueda de una exactitud extrema-
reubiquen al médico en nuevo lugar, más pasivo frente a las nuevas
formas de acceso al cuerpo. Formas que no escapan a la relatividad, puesto que
los nuevos métodos de análisis se multiplican, se contrastan, se repiten, se
superan unos a otros. Sin embargo, en muchos casos permiten un acceso más
exacto. Allí descansa el positivismo médico (13).
La verdad absoluta de
la medicina
La experiencia clínica descripta por Foucault estaba
comprendida por tres etapas: 1. Espacio: con una triple dimensión: 1.1.
Espacialización del cuadro (la medicina premoderna que organiza su experiencia
a partir de clasificaciones), 1.2. Espacialización secundaria que organiza la
experiencia clínica en torno al cuerpo, 1.3. Espacialización terciaria, aparece
la patología en el horizonte de un trastorno que afecta al cuerpo social. 2.
Lenguaje: se da una superposición entre la mirada y el discurso, la mirada
tiene una potencialidad enunciativa, en realidad es una mirada que ya es
lenguaje. 3. La muerte: implica un pasaje del método clínico al método
anatomopatológico; significa una profundización de la mirada clínica, pero que
tiene como condición la muerte. Del cadáver es de donde se puede extraer la
verdad absoluta.
Sin embargo, hoy existen nuevas sendas para acceder a cierta
verdad absoluta: tomografías computadas, encefalogramas, resonancias
magnéticas, ecografías tridimensionales. “Una luz primordial que abre las cosas
y hace surgir visibilidades como relámpagos y centelleos, como luz secundaria”
(14).
Deleuze señala que la mirada médica convoca junto con la
vista a los demás campos sensoriales, como el tacto y el oído. Lo mismo ocurre
con estas nuevas máquinas de mirar que sacan a la luz y permiten ver algo más.
La clínica abrió un nuevo espacio: el espacio tangible del
cuerpo, que es al mismo tiempo esa masa opaca en la cual se ocultan secretos,
de invisibles lesiones y el misterio mismo de los orígenes. Pero la medicina de
los síntomas, poco a poco entró en regresión, para disiparse ante la de los
órganos, una clínica ordenada para la anatomía patológica. Hoy la clínica sufre
una nueva regresión, la que nace con las técnicas para mirar. Mirar mejor,
mirar en profundidad, más lejos.
La mirada de la
anatomía patológica
Se detiene “la mirada” de este análisis en el tercer momento
que describió el filósofo francés: la muerte como profundización de la mirada
clínica de la que se podrá extraer la verdad absoluta (15). En el siglo XVIII,
explica Foucault, la muerte era a la vez el hecho absoluto y el más relativo de
los fenómenos. Era el término de la vida y asimismo el de la enfermedad si era
fatal. Pero era también el comienzo de una saber positivo.
La anatomía patológica dio a la medicina sus primeros principios
de positividad. La medicina no pudo acceder a lo que la fundaría
científicamente sino dando paso al análisis de los cadáveres, lo que permitió
entender que las lesiones explicaban los síntomas. La anatomía patológica tiene
por fin el conocimiento de las alteraciones visibles que el estado de la
enfermedad produce en los órganos del cuerpo humano. Sin embargo, dirá Foucault
retomando a los primeros anatomopatologos como Bichat, abrir cadáveres es el
medio de adquirir este conocimiento, pero para que este sea de una utilidad
directa es menester unir a ello la observación de los síntomas. Foucault dirá
de Bichat que no rompe con el método clínico, su ojo es un ojo clínico porque
constituye una mirada de superficie, pero la mirada médica recorrerá de la mano
de la anatomía patológica un camino que va desde la superficie sintomática a la
superficie del tejido, “vía en profundidad que se hunde de lo manifiesto hacia
lo oculto”. La anatomía no puede describir lo que es encadenamiento, proceso y
texto legible en el orden del tiempo. La clínica de los síntomas busca el
cuerpo vivo de la enfermedad, la anatomía no le ofrece más que el cadáver.
Las técnicas del diagnóstico por imágenes permiten un acceso
hacia ciertas partes ocultas, por ejemplo, a través de una tomografía
computada. Sin embargo, no acceden a la profundidad del tejido. Se podría decir
que las nuevas técnicas de diagnóstico complementan la mirada clínica, la
reafirman, la profundizan, la cercan. Son una extensión del ojo del médico, un
ojo que se vuelve más exacto, más poderoso.
Pero la mirada médica sigue posándose en dos dimensiones,
una la de los síntomas (complejizada y hasta puesta en duda por las nuevas
técnicas) y la de los tejidos. Ambas se desplazan –como señalaron los
anatomopatologos de principios del siglo XIX- hacia una tercera dimensión: la
del volumen anatomo-clínico. La muerte sigue siendo ese modelo insuperable para
acceder a la verdad absoluta. La certeza de la histología, a través de las
biopsias, no ha sido reemplazada por ninguna técnica nueva, que lo que sí han
hecho es “adelantar” una mirada, una observación pero no han penetrado en la
profundidad de los tejidos.
La anatomía patológica aborda lo oculto, lo que no está en
la superficie; la mirada clínica se define en una nueva visibilidad de algo que
no está oculto, que depende de la relación en la historia de lo visible y lo
enunciable. Deleuze dice: “La clínica plantea una identidad estructural entre
lo visible y lo enunciable” (16). Allí en esa relación entre lo que se ve y lo
que se dice, se insertan las nuevas técnicas de la medicina que permiten ver
más allá del ojo clínico pero no penetran el organismo, y no alcanzan siempre
la verdad absoluta, o mejor dicho lo logran en el terreno de determinados (y
precisos) diagnósticos. En palabras de Foucault, la autopsia sigue teniendo la
última palabra.
Foucault va a decir que la anatomía patológica atenúa la
importancia de los síntomas clínicos y sustituye una metodología de lo visible
por una experiencia más compleja en la cual la verdad no sale de su inaccesible
reserva sino por el paso a lo inerte; la mirada anatomoclínica señala un
volumen en un espacio que por primera vez en la historia de la medicina es
tridimensional (formado por la trinidad vista-tacto-oído). En cambio, las
nuevas tecnologías médicas, si bien resignan la importancia de los síntomas y
el “ojo clínico”, se basan en una metodología de lo visible cada vez más
sofisticada.
En la anatomía patológica la mirada médica no es ya la de un
ojo vivo, sino la de un ojo que ha visto la muerte. En la clínica de las nuevas
tecnologías es un ojo que ha visto el cuerpo por dentro.
La anatomía patológica prescribe a la clínica interrogar al
cuerpo en su espesor orgánico; el diagnóstico por imágenes le exige mirar más
detalladamente. Mirar lo que antes era invisible o lo que en realidad sigue
siendo invisible para el “simple” ojo humano.
El primer discurso científico debió pasar por el momento de
la muerte. De la integración de la muerte con el pensamiento médico ha nacido
una medicina que se da como ciencia del individuo. La tecnología sofisticada
reafirma el saber médico y por ende asienta su positivismo.
En el reino de las
nuevas tecnologías
El primer momento en una consulta médica es visual, aunque
un cuestionario inicial asegura ya el momento del lenguaje. El segundo momento
está colocado bajo el signo del lenguaje y del tiempo, se trata de decir lo que
ha sido perceptible, luego hay que interrogar el enfermo (o a quienes lo
rodean) sobre sus hábitos, su profesión, su vida pasada. El tercer momento es
de nuevo un momento percibido, se da cuenta día tras día del progreso de la
enfermedad. Finalmente, el último tiempo es el reservado a la palabra:
prescripción para la convalecencia (17). Podría incluirse un momento más, el de
los estudios complejos, que en la práctica de la medicina actúan en desmedro
del lenguaje, quitan valor al cuestionario y supervisan la evolución con nuevos
estudios de control a los que el médico recurre para ratificar su mirada
clínica. En esta nueva relación entre lo que se ve y lo que se enuncia, muchas
veces la mirada médica no parece suficiente (18).
Los códigos perceptivos que hacen posible el ver se
transforman, y si antes la palabra del médico –basada en su observación- era
“palabra santa”, hoy no alcanza y necesita la confirmación de otra mirada: la
de las nuevas tecnologías que penetran más allá del ojo clínico y acceden al
cuerpo/individuo de otra manera (en concordancia con los tiempos en que las
tecnologías ocupan un rol destacado y aún fascinación).
La mirada y las
mediaciones
Para Foucault el médico interpreta las significaciones
corporales, las expresiones corporales, pone luz sobre el objeto (cuerpo). Esa
percepción es construida y selectiva, y puede cambiar. La articulación entre lo
percibido y lo dicho no es estable.
En realidad, no hay una antropología de la mirada médica que
pueda separarse de un discurso antropológico médico. Foucault se centra en la
mirada, en el caso del nacimiento de la clínica, porque lo que quiere es
polemizar con los pensadores de la fenomenología para los que la mirada es una
experiencia originaria. Para Foucault la mirada debe ser explicada por medio de
códigos. En esta dimensión estructuralista del análisis del autor, los códigos
configuran y permiten ver la experiencia a través de un sistema (códigos).
Es decir, la verdad se fundamenta en lo observable, en la
discursividad del objeto observable y no en la pura construcción racional.
Las tecnologías que se han desarrollado con una fuerza
enorme en los últimos 20 años actuarían entre la mirada médica y el
cuerpo/objeto como una mediación. Observar pantallas, ecógrafos o tomógrafos de
por medio. Observar e interpretar los nuevos códigos que nacen con estas
tecnologías.
Deleuze (19) hace una aclaración en torno a las
visibilidades, que es aplicable al nuevo escenario que se abre con la
introducción de las tecnologías de diagnóstico: “Las visibilidades, por más que
se esfuerzan a su vez en no estar nunca ocultas, no por ello son inmediatamente
vistas ni visibles. Incluso son invisibles mientras uno se limite a los
objetos, a las cosas o a las cualidades sensibles, sin elevarse hasta la
condición que los abre. Y si las cosas se cierran, las visibilidades se velan o
se nublan hasta el extremo de que las ‘evidencias’ devienen incomprensibles en
otra época”.
La relación entre el paciente y el médico es un encuentro
intersubjetivo, una comunicación entre sujetos. Aunque en el trabajo de
Foucault el análisis se centra en quien observa, no es posible un cruce de
miradas porque sino se rompería con la situación clínica. En la práctica actual
de la medicina, las nuevas “máquinas de mirar” se ponen en contacto con el
paciente, en un contacto que no es intersubjetivo ni es comunicación y que ha
generado lo que muchos califican como la deshumanización de la ciencia médica.
Igualmente, el momento del lenguaje, de lo hablado, queda reservado al
profesional, que es quien conoce los códigos, los sistemas de estos “robots” de
la medicina.
Los desafíos del
futuro
Que toda forma es precaria es evidente, puesto que depende
de las relaciones de fuerza y de sus mutaciones. Deleuze dice “La pregunta que
constantemente se repite es, pues, la siguiente: si las fuerzas en el hombre
sólo componen una forma al entrar en relación con fuerzas del afuera, ¿con qué
nuevas fuerzas corren el riesgo de entrar en relación ahora?... Ha sido
necesario que la biología se transforme en biología molecular, o que la vida
dispersada se agrupe en el código genético”. Quizás hoy haya que comenzar a ver
qué caminos abre la llamada medicina predictiva, basada en los adelantos
genéticos o en el genoma humano, para la mirada médica. Una mirada que se
adelantará a los sucesos, una mirada que va mucho más allá de los síntomas. Una
tecnología que cambia los umbrales entre la vida y la muerte, y que Foucault
llamó bio-poder. “Las fuerzas en el hombre entran en relación con fuerzas del
afuera, las del silicio que toma su revancha sobre el carbono, las de los
componentes genéticos que toman su revancha sobre el organismo, las de los
enunciados agramaticales que toman su revancha sobre el significante” (20).
Las transformaciones biotecnológicas introducen nuevas
preguntas en las fronteras de la vida humana, como las que alguna vez
encontraron respuestas en la anatomía patológica. Estas nuevas cuestiones
apuntan hacia una formación de futuro donde aparece “el superhombre”. “¿Qué es
el superhombre?”, pregunta Deleuze. “Es el compuesto formal de las fuerzas en
el hombre con esas fuerzas nuevas... Como diría Foucault, el superhombre es
mucho menos que la desaparición de los hombres existentes, y mucho más que el
cambio de un concepto: es el advenimiento de una nueva forma”.
En el campo de la medicina y de la mirada clínica, esas
nuevas fuerzas, a través del la postulación del mapa genético, abren una serie
de nuevos interrogantes acerca de la vida y de la muerte.
A modo de conclusión:
la verdad y la mirada
Si como señala Foucault, “la mirada médica es la que abre el
secreto de la enfermedad”, hoy indudablemente las actuales condiciones en las
que se ejerce la profesión médica relativizan esa afirmación: los secretos más
profundos ya no los descubre el ojo clínico sino el ojo óptico o el láser.
La mirada clínica tiene la paradojal propiedad de entender
un lenguaje (el de los síntomas y los signos) en el momento que percibe un
espectáculo. Esa es la gran diferencia con la mirada que ofrecen las
tecnologías de la observación. Ellas sólo perciben, la comprensión del lenguaje
queda a cargo de los clínicos. Que la medicina actual haga que, aún cuando no
es necesario, los profesionales recurran a la mirada de la tecnología es otra
cuestión. Si la mirada médica envejece no es porque no sea capaz de descubrir
la verdad, sino porque las técnicas permiten un margen de error menor y la
confirmación de lo que el ojo clínico ya vio (son por las dudas, en búsqueda de
la verdad absoluta que se pierde en la modernidad).
Si la mirada médica permite una descripción exhaustiva de la
totalidad de lo visible en la estructura de conjunto de lo enunciable, las
tecnologías posibilitan una descripción casi perfecta de la totalidad de lo
visible, aunque para el médico quede la comprensión de lo que enuncian esos
estudios.
Foucault dice (21): “La descripción, en la medicina clínica,
no tiene por sentido poner lo oculto o lo invisible al alcance de lo que no
tienen acceso a ello; sino hacer hablar lo que todo el mundo ve sin verlo, a
los únicos que estén iniciados en la verdadera palabra”. En ese punto las
nuevas tecnologías introducen una variante: lo que todo el mundo ve sin verlo,
quizás ahora pueda decirse lo que sólo ven las tecnologías en salud y que los
iniciados en ese lenguaje pueden traducir, pueden comprender. La nueva
tecnología aporta una mirada más profunda.
El mito de una pura
mirada que sería puro lenguaje: ojo que hablaría.
Con el nacimiento de la clínica, lo que era fundamentalmente
invisible se ofrece de repente a la claridad de la mirada: los médicos logran
abordar el objeto de su experiencia. Fue necesaria una reorganización del campo
hospitalario, una definición nueva del estatuto del enfermo. Fue también
necesario abrir un nuevo dominio: un uso absolutamente nuevo del discurso científico.
Como dice Foucault, la medicina moderna no es más que un testimonio de los
cambios fundamentales que se dieron en la experiencia y que permitieron que el
hombre tomara conocimiento positivo de sí mismo.
Algo parecido podría decirse de la nueva medicina, basada ya
no tanto en el análisis clínico sino en las tecnologías y sus “infinitos” modos
de acceso al cuerpo. El hombre logró en las últimas décadas un acceso a la
enfermedad y al cuerpo que parecían hasta hace muy poco tiempo de ciencia
ficción. El conocimiento que el hombre tiene hoy de sí mismo, con el
impresionante desarrollo de la genética, exigen un análisis más preciso que el
de la mirada médica.
Referencias
(1) Daniel Molina en un artículo, “El filósofo que se
atrevió a todo”, publicado en Clarín en abril de 1999, relata una anécdota que
refleja la relación conflictiva de Foucault con su padre y la medicina: “El
filósofo contó, poco antes de morir, que siendo pequeño su padre lo llevó a una
de las salas de operaciones del hospital Poitiers para que fuese testigo de la
amputación de la pierna que se le estaba realizando a un enfermo. El objetivo
era inducir al niño a que ‘se hiciese hombre’”.
(2) “El filósofo que se atrevió a todo”, Clarín, en
Suplemento Cultura y Nación, 25/04/99.
(3) Idem.
(4) Foucault, Michel (1976), en “Coloquio Internacional
Foucault y la Medicina”, París, 1998.
(5) El nacimiento de la clínica, una arqueología de la
mirada médica, Siglo XXI Ediciones, México, 1997 (16ª edición en español).
(6) En la Argentina el trabajo médico atraviesa su crisis
más profunda: altas tasas de desempleo, trabajo precarizado, etc.
(7) Reconocido sanitarista, especialista en ética médica y
salud pública. Ex diputado y ex senador por el Partido Democrático de Izquierda
italiano, participó en la reforma sanitaria de su país en 1978.
(8) “El médico debe combatir la enfermedad con el enfermo”, Mundo
Hospitalario, órgano de difusión de la Asociación de Médicos Municipales de la
Ciudad de Buenos Aires, octubre, 1996.
(9) Esto no quiere decir que las nuevas tecnologías en salud
reemplacen la certeza del análisis anatomopatológico, en el que se basa el
positivismo médico. Más adelante retomaré este tema.
(10) El nacimiento de la clínica…, página 59.
(11) “El positivismo médico deshumaniza la profesión”, en Mundo
Hospitalario, órgano de difusión de la Asociación de Médicos Municipales de la
Ciudad de Buenos Aires, julio de 2000.
(12) Idem.
(13) Allí espera una respuesta el saber médico: “Vamos a
esperar los resultados del estudio para confirmar el diagnóstico”, suelen
repetir los profesionales, aún convencidos del mal que padece el paciente que
tienen enfrente.
(14) Allí espera una respuesta el saber médico: “Vamos a
esperar los resultados del estudio para confirmar el diagnóstico”, suelen
repetir los profesionales, aún convencidos del mal que padece el paciente que
tienen enfrente.
(15) Vinieron las luces, la muerte tuvo el derecho a la
claridad y se convirtió para el espíritu del filósofo en objeto y fuente de
saber. El cadáver se convierte en el momento más claro, en los rostros de la
verdad. “El saber prosigue donde se formaba la larva” (El nacimiento de la
clínica..., página 178).
(16) Op. Cit.
(17) El nacimiento de la clínica...
(18) Al menos en la Argentina, uno de los problemas que
atraviesa la formación médica es el privilegio de la superespecialización en
desmedro de la clínica, del llamado médico internista. En ese sentido, los
recientemente anunciados cambios en la currícula de las facultades de medicina
tienden a revalorizar el rol del médico clínico, la observación y el análisis
de casos (pacientes).
(19) Op. cit.
(20) Gilles Deleuze, Op. Cit.
(21) Pág. 166 de El nacimiento de la clínica...