“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

8/10/13

Martin Heidegger | Un hombre y una obra escrita

Martin Heidegger ✆  Barry Bruner
Luis Roca Jusmet  |  Heidegger es un significante. Una palabra que significa algo pero que su peso va más allá de los significados. Esto lo decía Lacan en su lectura peculiar de Saussure: que pesa más el significante que los significados. Aunque los Nombres Propios no tengan significado tienen un referente. Martín Heidegger es el nombre de una persona y de una obra escrita. Los que hablan de Heidegger, para bien o para mal, no conocen demasiado, en general, ni a la persona ni a la obra. Unos, como Mario Bunge, dicen que su obra es basura filosófica. Víctor Farías hace un minucioso trabajo, casi policial, para mostrar que su obra está ligada a su práctica política, y que esta fue pro nazi.

La influencia filosófica de Heidegger es, sin embargo, inmensa. Lo es la filosofía alemana, en filósofos claves como H.G. Gadamer. Lo fue en Francia y en filósofos muy diferentes, de Sartre a Foucault. Filósofos como Pierre Hadot son de los pocos que nos dan una visión más ponderada, que reconoce sus defectos y sus cualidades sobre la
base de un conocimiento. Son los menos. Filósofos polémicos como Zizek también se han ocupado de él de manera crítica y sugerente.

Heidegger, siguiendo en esto a Castoriadis, forma parte del imaginario filósofico de la segunda mitad del siglo XX. Pienso, como apunta mi amigo José Luis Moreno Pestaña, que hay que entender una obra filosófica en el contexto que aparece. Para ello resulta útil la biografía de Safranski. Es un gran biógrafo de filósofos. Lo hizo también con Schopenhauer y con Nietzsche. Sabe situarlo en su entorno sociopolítico. Sabe además filosofía y lo sitúa muy ajustadamente en la tradición y las problemáticas filosóficas pertinentes.

Safranski divide implícitamente la vida y la obra de Heidegger en cuatro etapas. La primera es la de infancia y formación filosófica, que es básicamente escolástica y clásica. En un segundo momento Heidegger obtiene un cierto status acedémico y escribe su obra principal, Ser y tiempo. Es aquí cuando apareció Hannah Arendt, discípula, amante e inspiradora. La tercera fase es la más oscura y se corresponde con la apuesta por el nazismo. Esto es claro. Otra cosa es que Heidegger podía caer en la ilusión de una fuerza política con energía para sacar a Alemania de la terrible crisis que estaba viviendo. Su carácter totalitario, sus métodos violentos, eran evidentes y Heidegger los aceptó. Se sintió parte de esta marea que arrastró a tantos alemanes. También se aprovechó de la situación de manera oportunista. Pero señala también que nunca fue antisemita y que los jerarcas nazis siempre desconfiaron algo de él. Es cierto que Heidegger empezó a mostrar una cierta crítica en sus seminarios filosóficos, precisamente en los que trataba Nieyzsche. En todo caso Heidegger fue responsable de dos cosas: del terrible error de apreciación de lo que era el movimiento nazi y también de su actitud oportunista. Aceptó las consecuencias con una cierta ambigüedad. No mostró una actitud teatral como su amigo Carl Smidt pero tampoco reconoció sus errores. En la última etapa de su vida Heidegger hizo una especie de retiro espiritual.
Del libro de Safranskime sorprende la poca importancia que se da a Ser y tiempo, un libro que ha marcado época y que parece que incluso el mismo Heidegger consideró superada. Pero quiero señalar dos aspectos que siempre me han llamado la atención en relación a Heidegger y mis propios intereses que casi no aparecen en la biografía de Safranski.

La primera es la relación con Ernst Jünger. Jünger me parece uno de los personajes más apasionantes del siglo XX. Mantuvo una relación intensa con Heidegger. Sería interesante contrastar sus posiciones con respecto al nazismo. Jünger era un héroe de la Primera Guerra Mundial que, aunque participó en movimientos nacionalistas y militaristas siempre supo distanciarse respecto al nazismo. Tuvo mucha más lucidez y fue mucho menos oportunista que Heidegger. Hay, en concreto, unos textos que vale la pena revisar. Uno se llama "Desde la línea" y se lo envió Jünger a Heidegger como regalo al cumplir sesenta años. Cuando Jünger, seis años más joven cumplió los sesenta, Heidegger le envió su respuesta, titulada "La pregunta del Ser". Hay una muy buena edición traducida por José Luis Molinuevo que recoge esta discusión, centrada en el tema del nihilismo. Los textos se llaman respectivamente "Sobre la línea" (Jünger) y "Hacia el Ser" (Heidegger). Ambos tratan la problemática del nihilismo en la sociedad contemporánea.

La segunda es el interés que tuvo Heidegger por los textos de sabiduría tradicional chinos y japoneses, sobre todo el budismo zen. El italiano Carlo Saviani ha publicado una interesante antología de los textos de Heidegger sobre taoismo y budismo chan y zen. En el libro de Heidegger "De camino al habla", tan paradigmático de su última etapa, el famosos diálogo con el japonés. Finalmente me gustaría citar a título anecdótico la relación de Heidegger con Lacan. Lacan estuvo muy interesado por Heidegger. Tradujo un texto suyo y psicoanalizó al traductor de la obra de Heidegger al francés. Parece ser que cuando le envió sus Escritos Heidegger comentó que no entendía absolutamente nada. Curiosamente Lacan sintió, como Heidegger, la "llamada de Oriente" y encontró en François Cheng un interlocutor valioso, con el que aprendió a estudiar chino y a leer el original de Dao de jing, que le fascinó igual que a Heidegger.
Son quizás anécdotas pero en todo caso merecen la atención que quienes, como yo, estamos interesados en la relación entre filosofía, psicoanálisis, sabiduría tradicional china y budismo zen.