“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

18/12/13

Slavoj Žižek y el traductor de nuestro autoengaño

  • El filósofo analiza el caso del intérprete para sordos del funeral de Mandela
Su nombre es Thamsanqa Jantjie, y ha venido para quedarse. Jantjie es el traductor al lenguaje de signos para sordomudos que la lió en el funeral de Nelson Mandela. Acusado de asesinato (de quemar a dos personas vivas, concretamente), violación y robo en el pasado, Jantjie sufre esquizofrenia. Durante el funeral dijo oír voces y ver ángeles. Medio mundo la ha tomado con él, y el suceso ya ha generado más bibliografía secundaria que el bosón de Higgs. Muchos se han reído. Muchos se han indignado. Pero la canonización definitiva le acaba de llegar ahora: Slavoj Žižek le ha dedicado todo un artículo en The Guardian.

The 'fake' Mandela memorial interpreter said it all
Filósofo pop por excelencia, el esloveno ha hecho de Jantjie el fantasma que acecha nuestras autocomplacientes fantasías. Žižek podría suscribir las palabras del sudafricano, quien recientemente ha declarado estar orgulloso de su destrezas para la traducción hasta el punto de autorpoclamarse "campeón de la lengua de signos". ¿Por qué
podría Jantije llevar razón? Pues porque, según el esloveno, este tipo de traductores no es están allí para los sordos, sino para hacernos sentir bien a los que oímos perfectamente. Para tranquilizarnos y permitir que creamos estar haciendo lo correcto, como si de verdad pensáramos en los menos privilegiados. En este sentido, la actuación de Jantjie habría sido intachable, de matrícula de honor.

El mismo razonamiento se podría aplicar a las grandes galas benéficas —como los telemaratón que cada diciembre emiten muchas cadenas televisivas—, pues tales espectáculos melodramáticos no están pensados para los niños con cáncer o las víctimas de una inundación: son, en realidad, nuestra gran catarsis anual. Son galas organizadas en favor de nuestro beneficio emocional y simbólico. De hecho, según Žižek, el mismo funeral de Mandela tuvo más de pirotecnia lacrimal que de cualquier otra cosa.

El 'caso Jantjie' habría acabado con todo eso por un momento. Como Nuevo Mesías, nos habría revelado la verdad de nuestro autoengaño complaciente. Al mago se la he visto el plumero. Podemos preguntarnos, sin embargo, si Jantjie ha encarnado la pastilla azul que nos ha devuelto fuera de Matrix, como pretende Žižek, o si por el contrario ha supuesto una sobredosis de pastillas rojas. Por más goloso que sea pensar lo contrario, nos inclinamos a creer que estamos en el segundo de los escenarios. Que siga el espectáculo.
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