- Deberíamos atesorar la memoria del Mandela que fue odiado por ciertos gobernantes: el solitario, valiente e indoblegable preso político, condenado por su resistencia a la opresión racial.
Nelson Mandela ✆ Enxu Zhou |
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Trabajo Migratorio y
Leyes Racistas
La Sudáfrica del joven Mandela fue una creación espantosa
del capitalismo colonial. Mandela se radicalizó por la mezcla brutal del
racismo institucionalizado y la pobreza extrema a la que el sistema condenaba a
la gran mayoría. Marx estuvo entre sus influencias políticas formativas. Se
mantuvo cercano al Partido Comunista de Sudáfrica a lo largo de su vida activa.
El descubrimiento de oro en la región de Witwatersrand en el
Transvaal del norte, en 1886, convirtió rápidamente a Sudáfrica en el mayor
productor de oro del mundo. El oro sudafricano era abundante, pero difícil de
extraer. Las ganancias de los empresarios británicos que controlaban las minas
dependían de una gran oferta de mano de obra barata negra. Para proveerla, la
administración colonial británica creó lo que más tarde se conocería como
‘apartheid’.
Los campesinos africanos fueron expulsados de la tierra y hacinados en reservas
empobrecidas. Para ganarse la vida y pagar sus impuestos, tenían que vender su
trabajo a los dueños de las minas. Fueron empleados como inmigrantes, con
contratos a corto plazo. Cuando sus contratos expiraban, se veían obligados a
volver a las reservas. Los negros fueron obligados a llevar pases para
demostrar que tenían autorización para entrar en las zonas “blancas” de su
propio país.
Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se expandía la
economía sudafricana y se desarrollaba la industria manufacturera, se formalizó
todo el aparato de opresión racial y de clase del apartheid. Los africanos
negros (ahora rebautizados como ‘bantustanes’),
que constituían las tres cuartas partes de la población, fueron distribuidos en
el 13% de la tierra. Muchos inmigrantes, sobre todo en las minas, fueron
alojados en enormes recintos de un solo sexo. Otros vivían en los extensos
distritos de tugurios al borde de las áreas industriales. Todos eran objeto del
rutinario acoso policial. Cientos de miles fueron arrestados bajo las odiosas
leyes de pases y deportados a los bantustanes.
Los sudafricanos blancos -descendientes de los colonos
británicos y holandeses (estos últimos conocidos como ‘ afrikaners ‘)- dirigían
todas las grandes empresas, controlaban el Estado, y tenían la mayor parte de
los trabajos profesionales y cualificados. Los salarios de los blancos eran
entre diez y veinte veces superiores a los de los africanos. Sólo los blancos
(15% de la población) podían votar.
Pero a medida que la clase obrera negra, sobre la que
dependía la riqueza del capitalismo sudafricano, se hizo más grande, olas de
lucha de masas estallaron en todo el país a partir de la década de 1950. En
cada oportunidad, la resistencia negra enfrentó una asesina represión estatal.
Resistencia de masas
El Congreso Nacional Africano había sido fundado en 1912
como una campaña moderada para reformas dentro del sistema. Fue tomado por
jóvenes radicales como Mandela durante la década de 1950, y comenzó a organizar
protestas masivas. Cuando la policía abrió fuego contra los manifestantes
negros que protestaban por las leyes de pases el 31 de marzo de 1960, siendo
asesinados 69 de ellos, Mandela se encontraba entre un grupo de destacados
miembros de la CNA que concluyeron la necesidad de que el movimiento de
liberación intentara la guerra de guerrillas.
La CNA formó un brazo armado, ‘Umkhonto we Sizwe’ (MK :
‘Lanza de la Nación’), en 1961, y Mandela asumió un rol protagónico. Pero el MK
fue irremediablemente superado por el régimen del apartheid y generó poca
impresión. Mandela, junto con buena parte de los dirigentes de la CNA, fue
capturado, juzgado y condenado a cadena perpetua.
Una nueva oleada de lucha de masas estalló en la década de
1970, primero a través de huelgas, con el surgimiento de un nuevo movimiento
sindical en 1973, y luego con una revuelta estudiantil y comunitaria en Soweto
y en otras localidades de África a partir de 1976.
El nuevo movimiento fue azotado por una feroz violencia
estatal. Cientos de personas fueron asesinadas. Pero esta vez la resistencia
negra no pudo ser quebrada por completo. En una década, la lucha volvió a
encenderse, alcanzando niveles de huelgas y revueltas comunitarias sin
precedentes. Gran parte de la clase capitalista anglo-parlante y algunos de la
élite afrikaner que había colonizado el Estado, se convenció de que el
capitalismo sudafricano era insostenible si no se daban mayores concesiones
políticas a la resistencia negra.
La infraestructura política del CNA se reconstruyó en las
luchas de masas de la década de 1980, y el prisionero Mandela se convirtió en
un símbolo de todo el movimiento contra el apartheid, tanto dentro de Sudáfrica
como a nivel internacional. Habían pasado dieciocho años de su encarcelamiento
en Robben Island, en una húmeda celda de hormigón de 2,4 m por 2,1 m, con sólo
una estera de paja para dormir. Los presos pasaban sus días triturando piedras
(la brillante luz del sol dañó permanentemente la visión de Mandela). La
intimidación por guardias racistas era parte de la rutina. Como el preso de
grado más bajo, a Mandela sólo se le permitía una visita y una carta cada seis
meses.
Su sacrificio y estoicismo hicieron de él un legendario
‘príncipe sobre el agua’ para los nuevos activistas de las décadas de 1970 y
1980. A finales de la década de 1980, la presión desde abajo significó que el
régimen se viera obligado a negociar con Mandela y la CNA. Su intento de llegar
a un acuerdo con los líderes ‘moderados’ de la comunidad negra fracasó cuando
la acción directa de los radicales destruyó los consejos colaboracionistas
centrales y sus elaborados planes para preservar el dominio de la minoría
blanca. La estabilidad del capitalismo sudafricano había llegado a depender de
una transición a un gobierno de hegemonía mayoritaria negra.
Raza y clase
El CNA tenía una visión en dos etapas de la lucha por el
cambio en Sudáfrica. Primero, ellos creían, que la opresión racial debía
terminar mediante el establecimiento del sufragio universal y la democracia
parlamentaria. Entonces, en algún momento futuro, el capitalismo sería
sustituido por un sistema socialista basado en la democracia y la igualdad.
Esto significaba que la ANC estaba dispuesta a negociar el
fin del gobierno de minoría blanca con el régimen. El proceso fue largo y
tenso, pero culminó con la liberación de Nelson Mandela en 1990 y después con
su elección como el primer presidente negro de Sudáfrica en 1994.
La separación de la lucha contra el racismo de la lucha
contra el capitalismo ha resultado ser un desastre para la mayoría de los
sudafricanos. La opresión racial siempre tuvo sus raíces en la explotación de
clase: surgió para suministrar a los patrones mineros blancos y más tarde a
otros capitalistas una gran oferta de mano de obra barata negra. La opresión
racial determinó que serían los sudafricanos negros quienes vivirían en los
bantustanes, los municipios, y en los recintos de las minas. Pero fue el
capitalismo el que hizo que esto fuera necesario; capitalismo que condenó a la
mayoría de los sudafricanos a la pobreza y miseria para que unos pocos pudieran
ser ricos.
La vida de Mandela fue una inspiración para todos los que
luchan por un mundo mejor. Pero su política significó que lo que se logró
quedara muy lejos de lo que era posible. Los principales beneficiarios del fin
del apartheid han sido una clase de capitalistas, políticos, gerentes y
profesionales negros. Como sus colegas blancos, y al igual que la gente de esta
clase en todo el mundo, han sido entusiastas del neoliberalismo, las
privatizaciones y los recortes en los servicios públicos y el bienestar. A lo
más, el CNA terminó convirtiéndose en un corrupto establishment de
jefes políticos y capitalistas de camarilla.
Las viejas máquinas sindicales vinculadas al CNA son parte
de esa corrupción. Esto ha producido la fractura más importante en la política
sudafricana moderna, cuando los mineros negros intentan construir nuevos
sindicatos combativos que rompan con la colaboración de clases y organicen la
acción militante contra los patrones.
El 16 de agosto de 2012, la policía sudafricana mató a 34
mineros en huelga al borde del municipio de Marikana. Fue la peor masacre desde
el apartheid, y sin duda representa un punto de inflexión en la historia del
país. Ciertamente es un indicador de cuánto le falta por recorrer a la mayoría
negra de Sudáfrica para alcanzar la democracia, la igualdad, y la paz por la
que tantos dieron sus vidas en los oscuros días del apartheid.
Deberíamos atesorar la memoria del Mandela que fue odiado
por nuestros gobernantes: el solitario, valiente e indoblegable preso político,
condenado por su resistencia a la opresión racial. Deberíamos, al mismo tiempo,
lamentarnos de que nuestros gobernantes lo puedan festejar ahora, sólo porque
la lucha contra el apartheid haya dejado al capitalismo sudafricano intacto.
Traducción de Luis Cortés &
Carlos Wagner, miembros del Grupo de Estudios Marxistas
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