Daniel
Bensaïd, con Marx, Engels y Trotsky ✆ Fañch |
Junto a Daniel Cohn-Bendit y Alain Krivine, Bensaïd fue uno
de los principales referentes de mayo del 68. Sus biografías respectivas son
representativas de las evoluciones posibles de aquella generación: Cohn-Bendit
bien podría considerarse el ejemplo paradigmático del “rebelde arrepentido”.
Luego de su famoso radicalismo juvenil, actualmente se ha reconvertido en un
honorable miembro del Parlamento europeo, adaptado hace mucho tiempo al
social-liberalismo y partidario de los programas de ajuste y austeridad en
Europa. Por su parte, Bensaïd hasta su muerte, como Krivine actualmente
(militante del Nuevo Partido Anticapitalista, NPA), continuó comprometido – con
lucidez y lejos de cualquier nostalgia romántica – con la vocación sesentiochista de
cambiar la vida y transformar la sociedad. Fidelidad a una tradición y a una
lucha, pero
lucidez y apertura desprejuiciada para sacar las conclusiones de las experiencias pasadas y para captar las claves de un periodo nuevo. Esto convirtió a Bensaïd en una personalidad fundamental de la cultura socialista de nuestro tiempo, en un puente entre dos generaciones: aquella del 68, protagonista de la lucha del siglo XX y sus derrotas, y las emergentes camadas militantes, que no se identifican necesariamente con las claves y las delimitaciones del pasado. Bensaïd fue también, desde la muerte de Mandel, el mayor referente teórico-político de la IV Internacional.[1]
lucidez y apertura desprejuiciada para sacar las conclusiones de las experiencias pasadas y para captar las claves de un periodo nuevo. Esto convirtió a Bensaïd en una personalidad fundamental de la cultura socialista de nuestro tiempo, en un puente entre dos generaciones: aquella del 68, protagonista de la lucha del siglo XX y sus derrotas, y las emergentes camadas militantes, que no se identifican necesariamente con las claves y las delimitaciones del pasado. Bensaïd fue también, desde la muerte de Mandel, el mayor referente teórico-político de la IV Internacional.[1]
- No fueron sólo pensadores, sin peregrinos de un camino posible y deseable hacia la revolución. En su recorrido se fueron encontrando, ineludiblemente, con el pensamiento de Marx. Comprendieron que la labor del filósofo alemán no estaba concluida. ¡No podía estarlo nunca! El marxismo concebido como idea viva, como cosmovisión del universo. A lo largo del siglo XX, un siglo de intentonas revolucionarias, revivieron el cuerpo teórico marxista como Frankenstein a su bestia, lo recuperaron de los sepultureros también llamados “ortodoxos”, “deterministas”, “idealistas” y demás, no sin errores, no sin contradicciones. Sus búsquedas fueron una aventura épica contra la charlatanería y la miseria humana.
Al igual que los grandes dirigentes históricos del
movimiento obrero (Lenin, Trotsky, Gramsci, Luxemburgo, por caso), la vitalidad
del pensamiento de Bensaïd no se expresa más en sus obras sistemáticas que en
sus documentos partidarios, en sus informes para los congresos de la
Internacional o en sus artículos polémicos con otras corrientes políticas. Pese
a que lega una vasta obra, heterogénea en sus temas y autores (de Benjamin y
Derrida, a Louis Auguste Blanqui y Juana de Arco, de la cuestión del
tiempo y la filosofía de la historia, a la crítica a la aplicación de la
“teoría de los juegos” al análisis social) el grueso de su pensamiento se
vincula , directa o mediatamente, a los grandes temas políticos del marxismo:
la redefinición programática del socialismo contemporáneo, el debate
estratégico, la teoría del Estado y la política, la incorporación del
“ecosocialismo” como un componente estratégico de las luchas emancipatorias, el
balance de las experiencias revolucionarias pasadas y las lecciones del socialismo
del siglo XX.
Una nueva época
histórica
El pensamiento político de Bensaïd toma como punto de
partida una constatación: la desarticulación del “campo socialista” constituyó
el epílogo de una derrota de alcance histórico que sufrió la clase trabajadora
en las postrimerías del siglo XX. Este episodio cerró una etapa completa de la
lucha de clases, aquella correspondiente al “corto siglo XX” iniciado con la
guerra mundial y la revolución de Octubre. Dice Bensaïd:
Los grandes enunciados estratégicos de los que aún somos
hacedores datan en gran parte de este período de formación, anterior a la
Primera Guerra Mundial: se trata del análisis del imperialismo (Hilferding,
Bauer, Rosa Luxemburgo, Lenin, Parvus, Trotsky, Bujarin), de la cuestión
nacional (Rosa Luxemburgo de nuevo, Lenin, Bauer, Ber Borokov, Pannekoek,
Strasser), de las relaciones partidos-sindicatos y del parlamentarismo (Rosa
Luxemburgo, Sorel, Jaurés, Nieuwenhuis, Lenin), de la estrategia y los caminos
del poder (Bernstein, Kautsky, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky). Estas
controversias son tan constitutivas de nuestra historia como las de la dinámica
conflictiva entre revolución y contrarrevolución inaugurada por la Guerra
Mundial y la Revolución Rusa. Más allá de las diferencias de
orientación y de las opciones a menudo intensas, el movimiento obrero de esta
época presentaba una unidad relativa y compartía una cultura común. Se trata,
hoy en día, de saber qué queda de esta herencia, sin dueños ni manual de uso
(Bensaïd, 2004).
La suerte de las experiencias revolucionarias pasadas obliga
a volverse también sobre los peligros que afectan desde dentro a las
aspiraciones emancipatorias. Extraer las lecciones del siglo XX, exige poner en
primer plano algunas cuestiones subestimadas por los pioneros del socialismo:
los “peligros profesionales del poder”, la cuestión de la democracia y la
importancia del pluralismo político; la autonomía de los movimientos sociales
respecto al Estado y los partidos; la combinación de la ciudadanía social y la
ciudadanía política. Todos estos fueron temas que Bensaïd fue abordando a lo
largo de su profusa producción teórica. En tiempos de ontologización y
sobre-filosofización del pensamiento político (pensemos en Agamben, Virno,
Deleuze o Badiou), el marxismo militante de Bensaïd es una bocanada de aire
fresco.
El retorno de la
cuestión estratégica
La reflexión estratégica concentró los esfuerzos de los
últimos años de Bensaïd. Para él, recrear una estrategia socialista en las
condiciones actuales debe empezar por abandonar las presunciones ingenuas en
relación a la cuestión del poder que descansan en una improbable generalización
espontanea de la democracia directa como forma de resolver todos los problemas
del Estado y la política. Abandonar una hipótesis consejista estricta conduce a
una conclusión en el plano estratégico: una futura situación de dualidad de
poderes no puede concebirse en total exterioridad respecto a las instituciones
pre-existentes. El Estado no es una realidad monolítica a la que podemos
oponerle en bloque el contra-Estado de los organismos soviéticos, como su
exterior absoluto. Las nociones de crisis revolucionaria y doble poder siguen
siendo actuales, la ruptura revolucionaria necesita desembarazarse de las
viejas instituciones y construir otras nuevas, pero el proceso de constitución
de un nuevo poder no es completamente exterior a las instituciones de la
democracia burguesa, sobre todo en los países con consolidadas tradiciones
parlamentarias
Los “problemas de organización” están también ampliamente
presentes en el pensamiento de Bensaïd, en una coyuntura donde la
“forma-partido” está en el centro de numerosos cuestionamientos. En este
aspecto, el marxista francés evitaba lúcidamente el sectarismo – característico
de buena parte de la militancia proveniente del trotskismo – sin ceder al
oportunismo y la adaptación propios de estos tiempos. Bensaïd pensaba que, ante
la virtual desaparición del estalinismo y el retroceso de la social-democracia,
comprometida con la ofensiva neoliberal, ante la emergencia de una nueva
generación militante y la relativización de muchas de las delimitaciones
políticas del anterior periodo histórico, se abría una posibilidad de alcance
histórico: la construcción de “nuevas fuerzas” a la izquierda de la
social-democracia, “partidos anticapitalistas amplios”, que articularían a un
conjunto de tradiciones teóricas y sensibilidades militantes en torno a una
“comprensión común de los eventos y las tareas” de la etapa. A ese objetivo
dedicó Bensaïd sus últimos esfuerzos militantes, como lo atestigua la formación
del NPA, fundado un año antes de su muerte.
Su obra no está exenta, naturalmente, de debilidades,
limitaciones y puntos ciegos. Por caso, un tema que no llegaremos a abordar es
su recuperación no lo suficientemente cuidadosa– en un gesto típico del
marxismo occidental, desde Historia y conciencia de clase en adelante
– del legado de Hegel y la cuestión de la dialéctica.
En el horizonte de devolverle actualidad al proyecto
socialista, el esfuerzo teórico y militante de Daniel Bensaïd ocupará un lugar
decisivo en la constitución del “nexo de unión entre el «ya no» y el «todavía
no»” (Bensaïd, 2002); en la tarea de resguardar, con apertura y sin
dogmatismos, el “hilo rojo” entre dos épocas: la experiencia agitada del siglo
XX y los nuevos combates que actualmente renuevan las esperanzas y los anhelos
de justicia y emancipación.
Lecturas recomendadas
Bensaïd, Daniel, Los trotskismos, El Viejo Topo, 2002.
Bensaïd, Daniel. Teoremas de la resistencia a los
tiempos que corren, Vientosur.info, 2004.
Bensaïd, Daniel. El retorno de la cuestión
político-estratégica, democraciasocialista.org, 2006.
Bensaïd, Daniel. Potencias del comunismo,
Vientosur.info, 2009.
Bensaïd, Daniel. Los Desposeídos: Karl Marx, los
ladrones de Madera y los derechos de los pobres, Editorial Prometeo, 2011
Bensaïd, Daniel. Marx intempestivo: grandezas y
miserias de una aventura crítica, Ediciones Herramienta, 2003.
Bensaïd, Daniel. Marx ha vuelto, Edhasa, 2009.
[1] Corriente internacional a veces denominada, sobre todo
por sus adversarios, “Secretariado Unificado”, nombre que surge de la
reunificación en 1963 de los dos sectores en la que se había dividido la IV
luego de la muerte de Trotsky.
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