“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

10/4/14

La situación actual de la América indígena: del indianismo a la ciudadanía étnica

Esteban Mira Caballos  |  Nadie duda ya que los grandes mártires de todo el proceso de expansión de la civilización occidental en América fueron los amerindios. El objetivo inicial no era su exterminio, pues se pretendía incorporar a aquellos indios útiles al trabajo productivo. Pero, la inadaptación al trabajo sistemático de una parte de los grupos indígenas, las epidemias y el desprecio con el que fueron tratados por el hombre blanco, provocaron la desaparición de su mundo en pocas décadas. A mediados del siglo XVI, poco más de 50 años de la primera arribada, su mundo había quedado traumatizado para siempre.

Personas aisladas, llamadas indigenistas, clamaron durante siglos por la injusta situación social de los naturales. Son embargo, en los años setenta el indigenismo comenzó a ser cuestionado abiertamente en distintos lugares del continente americano. Resultaba ya evidente a todas luces su fracaso para solucionar los problemas de las naciones indias. Su contribución ha sido a lo largo de casi cinco siglos de existencia muy positiva, defendiendo abiertamente a los
indios, criticando el genocidio y procurando su mejora social. Sin embargo, pese a sus aportes, sus soluciones no han sido nunca aceptadas por los propios amerindios, pues si bien luchaba contra el genocidio, asumía el etnocidio y lo tomaba como propio.

1. El indianismo

El indianismo ha pretendido ser la solución presentada por los propios colectivos indios. Desde la Declaración de Barbados del 2 de julio de 1977 surgió con gran fuerza el indianismo que se resistía a la integración y defendía, en cambio, el etnodesarrollo y la diversidad cultural. El indianismo se puede definir como un proyecto civilizatorio diferente del occidental o indigenista, y elaborada por los propios indios. Esta filosofía indianista se fundamenta en la visión cósmica de la vida y del mundo que para el indio significa equilibrio y armonía entre los distintos elementos de la naturaleza, de la cual él mismo es parte integrante. El indianismo es también, como escribió María-Chantal Barre, la búsqueda y la identificación con el pasado histórico, pues, pasado y presente forman un todo inseparable basado en la concepción colectivista del mundo. Esta ideología plantea una política indígena común, pese a lo difícil que resulta poner de acuerdo a personas que hablan unas 863 lenguas diferentes. Tan sólo en México los indios hablan nada menos que 204 lenguas según ha estudiado Gonzalo Aguirre Beltrán.

Además, sus deseos de volver al estado en que se encontraban en 1492 es una falacia ya que es imposible dar marcha atrás. Todas las culturas evolucionan y está ha tenido que evolucionar a marchas forzadas por el brutal impacto de la cultura occidental. En su empeño, lo único que consiguen es intentar parecerse a lo prehispánico produciéndose un sincretismo que, no obstante, les sirve para mantener su identidad frente a la cultura que ellos denominan blanca. A mi juicio, no es posible la involución histórica y no pueden pretender volver a la supuesta civilización ideal que poseían antes de la llegada de los españoles. No obstante, no cabe la menor duda de lo difícil que resulta decidir si es mejor dejarlos a su arbitrio en una política indianista que está dando buenos resultados en algunos lugares de América o si optar finalmente por la integración y la incorporación a la educación a la cultura y a los avances del mundo occidental.

En cualquier caso hay que reconocer que los logros de la etapa indianista a la evolución del problema de la indignidad han sido muchos. Han conseguido, por ejemplo, que numerosas constituciones americanas reconozcan el derecho a la diversidad cultural de los indios. Así, en la constitución mexicana de 1991 se reconoció, en su capítulo IV la composición pluricultural de la nación mexicana. Era un gran avance, aunque no ha sido suficiente como prueba la situación de los propios indígenas, catalizada en movimientos rebeldes como el zapatista de Chiapas.

2.- La ciudadanía étnica

Desde los años 80 ha aparecido una nueva ideología que reivindica la recuperación de sus tierras comunales y de sus hábitats tradicionales. Es cierto que los pueblos indígenas tienen derecho a su autodeterminación. No debemos olvidar que en la propia Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se estableció la necesidad de respetar las diferencias culturales de todos los pueblos.

En realidad, esta ideología no es nueva sino que es un perfeccionamiento de la ideología indianista. Mantiene los principios fundamentales reivindicados por los indianistas pero haciéndoles viables. Parten de la base del establecimiento de pactos políticos con partidos clasistas, sobre todo de izquierdas, del respeto a los Derechos Humanos y de su unidad dentro de su nación política. En definitiva, la ciudadanía étnica intenta armonizar las relaciones entre indios y occidentales. A nivel político piden el retorno de los consejos tribales, que estarían sometidos, obviamente, a los funcionarios reales. A nivel cultural piden el bilingüismo y el respeto a sus leyes consuetudinarias solo con la limitación de que deben estar limitadas por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Demetrio Cojtí, un líder indígena maya ha sintetizado las reivindicaciones indígenas en las siguientes: territoriales –propiedad colectiva y privada de la tierra-, políticas –autonomía-, jurídicas –derecho consuetudinario-, lingüísticas –bilingüísmo-, educativas, culturales, civiles, económicas –desarrollo propio- y sociales –promoción de la lucha contra el racismo y el colonialismo.

Entre finales del siglo XX y principios del XXI se ha alcanzado un verdadero hito en la lucha por la defensa de los pueblos indígenas. La instauración de un Foro permanente sobre Cuestiones Indígenas y sobre todo la aprobación por la Asamblea General de la ONU, el 13 de septiembre de 2007, de la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas han constituido un salto adelante sin precedentes. La aprobación de este último documento no fue fácil, pues, lograr un acuerdo costó varias décadas de trabajo y de debates. Y ello porque muchos la vieron como una amenaza a la integridad de sus respectivos Estados nacionales. Por ello, nada tiene de particular que el artículo más polémico fuese el 3º que establecía el derecho de los pueblos indígenas a su libre determinación. Finalmente, gracias al esfuerzo de todos se logró el acuerdo, por una mayoría aplastante, 144 Estados a favor frente a cuatro en contra, concretamente Estados Unidos –cómo no-, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

En realidad, no es más que la misma Declaración de los Derechos Humanos adaptada y concretada para los pueblos indígenas. Por ello hay muchos que piensan que es innecesaria, porque esos mismos derechos los deben garantizar en teoría la Declaración Universal. Sin embargo, su promulgación ha sido necesaria por la falta de implementación de la legislación vigente, nacional e internacional. Ni se han respetado la protección establecida en las Constituciones de los distintos países americanos ni tan siquiera la de los Derechos Humanos. Es más, la promulgación de esta carta específica para los indios denota las violaciones reiteradas que continuaron sufriendo en la praxis. Por ello, todo lo que sea asegurar más la protección de las comunidades indígenas siempre es bien recibida. En ella se establece su derecho a la libertad (art 2º), a la libre determinación (art. 3º), a mantener y conservar sus propias instituciones y tradiciones (art. 5º y 11º), a gozar de unas condiciones de vida adecuadas (art. 21º) y a la reparación por los despojos pasados (art. 28º).

Otra cuestión diferente es su implementación. Incluso, los países que la firmaron ahora se encuentran en la tesitura de su incumplimiento si sus intereses económicos o políticos están en juego. Así, por ejemplo, recientemente se ha denunciado la falta de sensibilidad del gobierno peruano con los pueblos awajún y wampis por la existencia de riquezas mineras en su territorio y las actuaciones de las poderosas compañías extractivas. Desgraciadamente, no es el único caso.

Como reflexión final, está bien claro que aunque se ha avanzado, seguimos lejos de dar una solución definitiva a la situación de los indígenas americanos, que cinco siglos después de la destrucción de su mundo siguen a la espera de la restitución de sus derechos y de su dignidad. ¿Llegará algún día su redención?, nada parece indicar que esto ocurra a juzgar por el pasado y por el presente. No obstante, debemos confiar que algún día sus reivindicaciones y el triunfo de los Derechos Humanos en todo el mundo den sus frutos.

Bibliografía básica

ALCINA FRANCH, José (comp.): Indianismo e indigenismo en América. Madrid, Alianza Universidad, 1990.
ALVARÉZ MOLINERO, Natalia, J. Daniel OLIVA MARTÍNEZ Y Nieves ZÚÑIGA GARCÍA-FALCES (Edts.): Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Hacia un mundo intercultural y sostenible. Madrid, Catarata, 2009
ANAYA, S. James: “Por qué no debería existir una declaración sobre derechos de los pueblos indígenas”, en Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Hacia un mundo intercultural y sostenible. Madrid, Catarata, 2009
BARRE, Marie-Chantal: Ideologías indigenistas y movimientos indios. México, Siglo XXI, 1983.
LÓPEZ GARCÍA, Julián: “Proyectos de desarrollo y cambios en el liderazgo indígena comunitario en Iberoamérica”, en América indígena ante el siglo XXI. Madrid, Siglo XXI, 2009
PEÑA, Guillermo de la: “Ciudadanía social, demandas étnicas, derechos humanos y paradojas neoliberales: un estudio de caso en el occidente de México”, en América indígena ante el siglo XXI. Madrid, Siglo XXI, 2009.