“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

15/5/14

Thomas Piketty | Una receta socialdemócrata de progresividad fiscal que va para largo o para nunca

Foto: Thomas Piketty
Javier Doménech  |  Es el nombre de moda: Thomas Piketty. Publicó en francés el libro Le capital au XXIe siécle (El capital en el siglo XXI), título susceptible de evocar la obra magna de Karl Marx, El capital. Y de casi comunista han tratado a Piketty los conservadores estadounidenses cuando ha aparecido la traducción del libro al inglés, y con ello sus tesis han hecho irrupción en el debate mundial. ¿Qué tesis? La de que el sistema capitalista se ha demostrado bueno para crear riqueza, pero que lleva en su ADN el aumento creciente e imparable de las desigualdades sociales, algo que le sería intrínseco y que solo fue disimulado por determinadas circunstancias históricas durante parte del siglo XX (las dos guerras mundiales y cierta fiscalidad luego cuestionada). Cerrado el paréntesis, la brecha regresa a la tendencia expansiva. En expresión sintetizadora de Paul Krugman, Piketty nos advierte de que nos encaminamos hacia una sociedad dominada por la riqueza, mucha de ella heredada, más que por el trabajo.

Según los cronistas, lo que convierte en especialmente relevante el libro de Piketty es
haber dado el respaldo del análisis científico, trabajando con miles de datos correspondientes a un amplio lapso de tiempo, a algo que en Europa sabe toda la izquierda y parte de la derecha: que las desigualdades aumentan sin parar y que el dominio del capitalismo financiero sobre el productivo está en la raíz del problema. ¿No fue acaso un conservador como Sarkozy quien defendió «la refundación del capitalismo sobre bases éticas?». Si el sistema no sirve a la vez para generar riqueza y para que alcance a todo el mundo, pierde legitimidad y no puede ser aceptado por quienes tienen el mandado de defender los intereses de la comunidad

Pero a diferencia de Marx, que tras analizar el funcionamiento del capitalismo propuso su drástica substitución forzosa por otro sistema radicalmente distinto, Piketty da por descartadas, por razones históricas obvias, las recetas comunistas, y no defiende que haya una manera mejor que crear riqueza. La acción debería centrarse entonces en la distribución y el instrumento sería la fiscalidad, que debería ser especialmente agresiva con los beneficiarios máximos de la desigualdad. Es decir, lo que ha intentado François Hollande sin que con ello haya conseguido evitar una oleada de medidas de austeridad (que ha encargado a Manuel Valls para que se queme bien quemado), mientras los muy ricos evitaban fácilmente el castigo moviendo residencias y capitales por el ancho mundo. Gerard Depardieu, abrazando a Putin para eludir al fisco francés, es el ejemplo más vistoso de que una receta socialdemócrata de progresividad fiscal solo puede ser hoy efectiva si la aplica un gobierno mundial con verdadero poder global. O sea, que va para largo o para nunca.

Título original: “Piketty y Depardieu”