Carta de Hanna Arendt a Karl Jaspers.
Marta Sanuy Aina | Los gobiernos han sido absorbidos por los intereses de las grandes fortunas, no tienen capacidad para abordar problemas sociales como las hambrunas, el sida, el cambio climático, la malaria o la mortalidad infantil, pero no hay que preocuparse porque, felizmente, los más ricos del planeta acuden raudos con las soluciones: el corredor verde en África acabará con el hambre, las campañas de privatización de agua y contra la lactancia materna de la empresa Nestlé conseguirán que consumamos el agua con su leche en polvo y con más consciencia, y evitarán el cambio climático, no sólo eso, las campañas de vacunación masiva patrocinadas por magnates terminarán con la polio. Después de leer el último informe que ha publicado Intermón Oxfam, haciéndolo coincidir con la cumbre de Davos, se siente la misma incredulidad que si acabases de leer una novela de ciencia ficción. Pero no hay mucha imaginación en el párrafo anterior y esta, la historia del capitalismo voraz disfrazado de “buenísmo”, se está contando de pocas formas y deshilachada, por eso estoy buscando información sobre los primeros de la lista Forbes. Tengo mucha necesidad de saber quiénes son, qué hacen y a quién se parece ese uno por ciento de la población que persigue controlar a todos y, sobre todo, quiero saber en qué consiste la panacea llamada filantrocapitalismo. Esta tarde he visto con lupa Ciudadano Kane, quizá en ella se habla por primera vez de la filantropía de los ricos con una dimensión industrial. Una secuencia me ha llamado especialmente la atención: el reportero destinado en La Habana dice que no tiene nada que escribir si no escribe algún poema sobre el paisaje, que allí no hay guerra, y le responde Kane a carcajadas: usted proporcione poemas que yo proporcionaré la guerra.
A principios de los noventa
George Soros, entre otros, impulsó la presión económica en
Yugoslavia que resultó una de las causas principales de la
guerra; ahora, dispone de Fundaciones en Bosnia, Croacia,
Eslovenia y Serbia. Y no es eso en lo único en lo que
se parecen Kane (inspirado en el magnate William Randolph
Hearst) y Soros. Comparten también la megalomanía
infantil que les permite, no sólo jugar con la tierra
entera, sino hacerlo en todas las direcciones y
simultáneamente. Como cuando Gog, el
millonario de la novela de Giovanni Papini, compra unas
islas para probar sistemas políticos y observar cómo se enfrentan. Soros
critica la inhumanidad del mundo financiero que le enriqueció y le sigue
enriqueciendo, mientras aumenta su fortuna con las fumigaciones asesinas de
Monsanto. Como el Gog de Papini,
compra
ininterrumpidamente inteligencia a través de sus
fundaciones, aunque en “Mi filosofía” se autorretrate, sin querer, como
un tipo deslumbrado por sus obviedades y su cinismo.
Según sus propias palabras su
Fundación aspira a “abrir las sociedades cerradas, corregir las deficiencias de las
sociedades abiertas y promover una forma crítica de pensamiento”. Aunque Soros es
sólo un ejemplo, además de ser sólo un testaferro, su
personalidad nos alerta sobre una de las capacidades
habituales entre los millonarios omnipotentes: pueden llevar a cabo
alternativas mutuamente excluyentes. La ilusión de omnipotencia, “algo que
está un paso más allá del poder”, como advierte Hanna Arendt en la cita que
encabeza estas líneas, requiere que los demás hombres sean
superfluos. La omnipotencia, según los teólogos medievales,
necesita de la omnisciencia, la omnipresencia y la
omnibenevolencia: les quedaba este último escollo y es el que se apresuran a
cubrir con sus programas de ayuda.
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►►Texto completo en PDF: 9 pp - II
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