“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

14/8/14

La omnipotencia y el filantrocapitalisno (I & II)

“El mal ha demostrado ser más radical de lo que se esperaba. En términos objetivos, los crímenes modernos no están previstos en los Diez Mandamientos. Dicho de otro modo: la tradición occidental sufre la idea preconcebida de que las cosas más malvadas que los seres humanos pueden cometer nacen del vicio del egoísmo (tradición que seguramente incluye al Kant del “mal radical”). Y sin embargo sabemos que las mayores maldades, o el mal radical, ya no tienen nada que ver con esas motivaciones pecaminosas y humanamente comprensibles. No sé qué es realmente el mal radical, pero me parece que tiene que ver de alguna manera con el siguiente fenómeno: hacer que los seres humanos sean superfluos como seres humanos (no usarlos como un medio para conseguir algo, lo cual deja intacta su esencia como seres humanos y solamente incide en su dignidad humana, sino hacerlos superfluos como seres humanos).Esto sucede tan pronto como toda impredecibilidad –que en los seres humanos es equivalente de la espontaneidad– queda eliminada. Todo esto deriva de, o acompaña a, la ilusión de omnipotencia (y no solamente al ansia de poder) de un individuo en concreto [...] La omnipotencia de un individuo concreto haría que los hombres fueran superfluos 
Carta de Hanna Arendt a Karl Jaspers. 

Marta Sanuy Aina   |   Los gobiernos han sido absorbidos por los intereses de las grandes fortunas, no tienen capacidad para abordar problemas sociales como las hambrunas, el sida, el cambio climático, la malaria o la mortalidad infantil, pero no hay que preocuparse porque, felizmente, los más ricos del planeta acuden raudos con las soluciones: el corredor verde en África acabará con el hambre, las campañas de privatización de agua y contra la lactancia materna de la empresa Nestlé conseguirán que consumamos el agua con su leche en polvo y con más consciencia, y evitarán el cambio climático, no sólo eso, las campañas de vacunación masiva patrocinadas por magnates terminarán con la polio. Después de leer el último informe que ha publicado Intermón Oxfam, haciéndolo coincidir con la cumbre de Davos, se siente la misma incredulidad que si acabases de leer una novela de ciencia ficción. Pero no hay mucha imaginación en el párrafo anterior y esta, la historia del capitalismo voraz disfrazado de “buenísmo”, se está contando de pocas formas y deshilachada, por eso estoy buscando información sobre los primeros de la lista Forbes. Tengo mucha necesidad de saber quiénes son, qué hacen y a quién se parece ese uno por ciento de la población que persigue controlar a todos y, sobre todo, quiero saber en qué consiste la panacea llamada filantrocapitalismo. Esta tarde he visto con lupa Ciudadano Kane, quizá en ella se habla por primera vez de la filantropía de los ricos con una dimensión industrial. Una secuencia me ha llamado especialmente la atención: el reportero destinado en La Habana dice que no tiene nada que escribir si no escribe algún poema sobre el paisaje, que allí no hay guerra, y le responde Kane a carcajadas: usted proporcione poemas que yo proporcionaré la guerra.

A principios de los noventa George Soros, entre otros, impulsó la presión económica en Yugoslavia que resultó una de las causas principales de la guerra; ahora, dispone de Fundaciones en Bosnia, Croacia, Eslovenia y Serbia. Y no es eso en lo único en lo que se parecen Kane (inspirado en el magnate William Randolph Hearst) y Soros. Comparten también la megalomanía infantil que les permite, no sólo jugar con la tierra entera, sino hacerlo en todas las direcciones y simultáneamente. Como cuando Gog, el millonario de la novela de Giovanni Papini, compra unas islas para probar sistemas políticos y observar cómo se enfrentan. Soros critica la inhumanidad del mundo financiero que le enriqueció y le sigue enriqueciendo, mientras aumenta su fortuna con las fumigaciones asesinas de Monsanto. Como el Gog de Papini, compra ininterrumpidamente inteligencia a través de sus fundaciones, aunque en “Mi filosofía” se autorretrate, sin querer, como un tipo deslumbrado por sus obviedades y su cinismo.

Según sus propias palabras su Fundación aspira a “abrir las sociedades cerradas, corregir las deficiencias de las sociedades abiertas y promover una forma crítica de pensamiento”. Aunque Soros es sólo un ejemplo, además de ser sólo un testaferro, su personalidad nos alerta sobre una de las capacidades habituales entre los millonarios omnipotentes: pueden llevar a cabo alternativas mutuamente excluyentes. La ilusión de omnipotencia, “algo que está un paso más allá del poder”, como advierte Hanna Arendt en la cita que encabeza estas líneas, requiere que los demás hombres sean superfluos. La omnipotencia, según los teólogos medievales, necesita de la omnisciencia, la omnipresencia y la omnibenevolencia: les quedaba este último escollo y es el que se apresuran a cubrir con sus programas de ayuda. 
 
►►Texto completo en PDF: 8 pp. - I  


 
►►Texto completo en PDF: 9 pp - II




http://www.rebelion.org