Gustavo Márquez Marín / La XXI Conferencia de las Partes
del Acuerdo sobre Cambio Climático de la ONU (COP21) ha despertado expectativas
positivas moderadas, luego de 23 años de negociaciones infructuosas, porque ha
tenido como punto de partida las ofertas voluntarias de reducción de emisiones
de Gases con Efecto Invernadero (GEI) a partir del 2020, por la gran
mayoría de los Estados Partes. Es en ese escenario que el gobierno
bolivariano ha denunciado con razón, que mientras no cambie el sistema
continuará el problema –por ser este una consecuencia de la crisis ecológica
ocasionada por el modo de producción y consumo capitalista- pero
contradictoriamente, se mantiene el enfoque desarrollista en la gestión
pública, con un debilitamiento de la función de regulación y control del Estado
en materia ambiental, afectando la capacidad del país para enfrentar las secuelas del calentamiento global
Lo cierto es que en apenas un lustro (2020) se iniciará la
aplicación de un acuerdo global de reestructuración de la matriz energética,
para sustituir los combustibles fósiles por fuentes de energía
limpias. No todo quedará resuelto en las negociaciones de Paris, por la
negativa de los llamados países industrializado a reconocer su responsabilidad
en la catástrofe planetaria en marcha. Pero más allá de los desacuerdos
actuales, lo relevante es que ya existe un consenso en la comunidad
internacional para acelerar la implantación de las energías sustitutivas del
petróleo como única opción para hacer reversible el calentamiento global.
Cuando la Agencia Internacional de Energía -vocera de los
grandes consumidores de petróleo- afirma que “el 70% de la demanda
mundial deberá ser cubierta por energías alternativas en 2030”, está
dibujando un panorama sombrío para los países petrodependiente, especialmente
para aquellos que como Venezuela, basan su economía en la renta petrolera
con la “seguridad” de contar con la mayores reservas petroleras del
mundo. El cambio climático es importante para los venezolanos no solo por las
consecuencias socio-ambientales desastrosas que está produciendo sino también,
porque le pone fecha límite al declive del capitalismo
rentístico-dependiente venezolano. Como dice el refrán, “o corremos o nos
encaramamos”.
