“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

31/8/16

De la oportunidad al imperativo — La historia del mercado

Ellen Meiksins Wood

Casi todas las definiciones de diccionario de «mercado» connotan una oportunidad: como lugar concreto o como institución, un mercado es un lugar en el que existen oportunidades de comprar y vender; como abstracción, un mercado es la posibilidad de venta. Los bienes «encuentran un mercado», y decimos que existe un mercado para un servicio o un producto cuando hay demanda de él, lo que significa que es posible venderlo. Los mercados están abiertos a quienes desean vender. El mercado representa «condiciones relativas a la compra y la venta, la oportunidad de comprar y vender» (The Concise Oxford Dictionary). El mercado implica oferta y posibilidad de elección.

 Así pues, ¿qué son las fuerzas del mercado? ¿Acaso fuerza no implica coerción? En el lenguaje convencional de la ideología capitalista, el mercado no implica coacción, sino libertad. Al mismo tiempo, esa libertad la garantizan ciertos mecanismos regulatorios que aseguran la racionalidad de la economía, por la que la oferta se ajusta a la demanda, y se ofrecen mercancías y servicios que la gente escoge libremente. Tales mecanismos constituyen las «fuerzas» impersonales del mercado, y si estas son en algún sentido coercitivas es solo en el sentido de que obligan a los actores económicos a actuar «racionalmente» a fin de maximizar la posibilidad de elección y la oportunidad.

Todo esto implica que el capitalismo, la «sociedad de mercado» por excelencia, presenta las condiciones óptimas para existencia de oportunidades y posibilidades de elección. Se ofrecen más bienes y servicios; son más las personas que son más libres de vender y sacar provecho de ellos, y son más las personas que son más libres de elegir entre ellos y adquirirlos.

Entonces, ¿qué es lo que falla en esta descripción? Un socialista es probable que responda que el principal ingrediente que falta es la mercantilización de la fuerza de trabajo y la explotación de clase. Hasta aquí, bien. Pero lo que no siempre está tan claro, ni siquiera en las explicaciones socialistas del mercado, es que el rasgo distintivo y primordial del mercado capitalista no es la oportunidad o la posibilidad de elección, sino la coacción. En el capitalismo, la vida material y la reproducción social están universalmente mediadas por el mercado, de modo que to-dos los individuos deben establecer relaciones de mercado de una forma u otra para tener acceso a los medios de vida, y los dictados del mercado capitalista, sus imperativos de competencia, acumulación, maximización de ganancias y aumento de la productividad del trabajo, no solo regulan todas las transacciones económicas, sino las relaciones sociales en general. Dado que las relaciones entre los seres humanos están mediadas por el proceso de intercambio de mercancías, las relaciones sociales entre las personas se presentan como relaciones entre cosas: el «fetichismo de las mercancías», según la conocida fórmula de Marx.

Ellen Meiksins Wood
Algunos lectores es probable que objeten que eso es algo que todo socialista —o al menos todo marxista— sabe, pero yo tengo mis dudas. A continuación, sostendré que la mayoría de las explicaciones históricas del capitalismo, tanto de izquierdas como de derechas, han tendido a ignorar lo que este tiene de históricamente específico, la peculiaridad de que el mercado capitalista supone una coacción, más que una oportunidad. Creo que, en consecuencia, nuestra comprensión del capitalismo actual y de las posibilidades políticas de que dispone una oposición socia-lista se verá afectada por nuestro modo de entender la historia, las formas concretas en que el capitalismo supone una ruptura histórica con formas sociales anteriores y lo que estas nos dicen acerca de lo que tiene de específico el mercado capitalista.

Este artículo cuyo contenido integral pude leerse a continuación en formato PDF, fue publicado originalmente en la revista  Monthly Review, Vol. 46, N° 3, julio-agosto de 1994, pp. 14-40. Traducción del inglés por Joan Quesada. Cuando fue publicado  el presente artículo, Ellen Meiksins Wood era profesora de Ciencia Política en la Universidad de York, en Ontario, Canadá
Leer en PDF — 33 pp.
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