“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

31/12/16

Leibniz: El arquitecto de la Modernidad

 Se cumplen 300 años de la muerte de Gottfried Wilhelm Leibniz, filósofo y referente de la cultura europea, gran defensor de la igualdad intelectual de la mujer
Gottfried Wilhelm Leibniz
✆ Fernando Vicente
Juan A. Nicolás
Ha habido autores que han proporcionado una idea o un instrumento decisivo para el progreso de la sociedad en su momento. Pero la aportación de Leibniz fue arquitectónica en el sentido de que proporcionó estructuras básicas para la configuración de ese paradigma cultural en el que hoy problemáticamente nos movemos y que llamamos Modernidad. Posteriormente, otros muchos irían dotando de matices, contenidos concretos y consecuencias las grandes líneas arquitectónicas trazadas por Leibniz.

Leibniz aportó ideas de tan largo alcance como el sistema numérico binario, la idea del inconsciente, la concepción de Europa como unidad cultural, la formulación de una metafísica de la individualidad, la relevancia de la creación de revistas y sociedades científicas, la consideración de la mujer como sujeto científico y filosófico equiparable al hombre, o una concepción intercultural de la constitución del saber. Estos son algunos ejemplos de ideas leibnizianas que antes o después tuvieron un efecto multiplicador y constituyeron la trama intelectual sobre la que se construyó la Modernidad.

Fue la de Leibniz una mente desbordantemente creativa tanto en profundidad como en extensión. A diferencia de otros grandes genios como Kant, Einstein o Picasso, Leibniz fue creador en ámbitos muy diferentes del saber, su innovación no se restringe a una disciplina (¡que ya sería bastante!). Participó creativamente en materias tan distintas como la matemática, la ingeniería, el diseño industrial, la metafísica, la ética, la lógica, la teoría del conocimiento, la política, la gestión cultural, la diplomacia, la física, la dinámica, la psicología, la medicina, la salud pública, la estadística, la teoría de probabilidades, la filología, el derecho, la música, la geología, la historia, la teología…

Lo anterior justifica por sí mismo que se preste atención a la obra de un intelectual de semejante envergadura. Pero el interés por Leibniz no es solamente de carácter histórico, sino también sistemático, es decir, puede aportar ideas para pensar nuestro momento actual. Esto no es casual, sino que responde al momento histórico que vivió. Leibniz está ubicado en el paso del siglo XVII al XVIII, en plena constitución de la visión moderna del mundo, tanto en el ámbito teórico (científico) como práctico (ético-político). Muchas de las propuestas que realizó no tuvieron eco en su momento inmediato, sino con posterioridad (por ejemplo, la concepción relativista del espacio y del tiempo, o la teoría del inconsciente).

Pues bien, en el comienzo del siglo XXI, en el que la Modernidad está en plena revisión y crisis, las propuestas de Leibniz suenan sugerentes. Está situado en el momento de partida de la Modernidad y a la vez como propuesta crítica de la matriz Descartes-Kant, que se convirtió en el eje más potente de la constitución de la cultura moderna. Leibniz puede entenderse como el símbolo de otra Modernidad posible. Para ello ha de superarse la imagen del Leibniz racionalista, que constituye un paso intermedio entre el cartesianismo y Kant. La obra de Leibniz, que se va conociendo en su totalidad poco a poco, según avanza la edición de la Academia de Ciencias de Berlin-Brandenburg y la Academia de Ciencias de Göttingen, desborda por todos lados esa imagen tan reduccionista que en algún momento ha existido. La aportación de Leibniz a la historia de la lógica y a la historia de las ciencias es incuestionable. Pero esa aportación, en el conjunto de su pensamiento, forma parte de un marco más amplio, que puede adoptar el formato de una metafísica de la individualidad sistémica. Esta propuesta de racionalidad incluye una lógica del ­orden principal, una ontología de la razón vital, una epistemología del perspectivismo corporal y una ética del reconocimiento.

Tras varios siglos de desarrollo, la Modernidad ilustrada ha ido mostrando muchas de sus limitaciones. Y ante ellas Leibniz puede ofrecer propuestas para abordarlas y superarlas. Frente a la linealidad positivista del pensamiento, Leibniz propone un perspectivismo que puede entenderse en línea con la transformación hermenéutica del pensamiento. Frente a la reducción nacionalista atomizadora de la organización política, Leibniz propugna la convergencia cooperativa de las diferentes culturas (por ejemplo, en relación con la cultura china). Frente a la relegación de la mujer a un plano secundario en la vida pública, Leibniz asume como interlocutoras en las discusiones científicas o políticas en muchos casos a mujeres de su época. Frente a una razón escindida en ámbitos teórico y práctico, Leibniz configura un modelo de racionalidad unificada, en el que los diversos niveles de la razón interactúan entre sí. Frente a una reducción de la ciencia a lógica del saber, Leibniz propone una metodología pluralista en la que hay una interacción entre objeto y método. Frente a un conceptualismo abstracto, Leibniz esboza un cierto modelo de razón vital. Frente al monismo metodológico de cierta concepción de la ciencia, Leibniz exhibe una profusión y diversidad metódica dinámicamente controlada. Frente al déficit experiencial del racionalismo ilustrado, Leibniz crea un sistema atravesado por la experiencia básica de que “todo está vivo”. Frente a los individualismos de diverso tipo, Leibniz elabora una teoría que conjuga un principio irrenunciable de individualidad y diferencia con un principio de sistematicidad según el cual tout est lié. Frente a los fundamentalismos religiosos, Leibniz reivindica la tolerancia y la racionalidad para el ámbito de las disputas de religión. Frente a una Europa constituida por nacionalidades enfrentadas, Leibniz se erige en uno de los pioneros de la idea de Europa como unidad cultural, en los aspectos político, científico, religioso o artístico.

De este modo, Leibniz puede situarse fructíferamente tanto en la génesis de la Modernidad como en su crisis. Su pensamiento resulta productivo tanto para comprender la Modernidad como para pensar alternativas cuando ésta se pone en cuestión. Es un filósofo transmoderno. He aquí la imagen del nuevo Leibniz que se viene configurando en las últimas décadas, y que sigue dando argumentos para pensar nuestro momento actual.
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