
Una consigna debería morder la conciencia de todos los
delegados del “partido del pueblo” cuando vayan a reunirse a Manchester esta
semana: “Vota no, el riesgo es excesivo”. Esa fue una de las ofertas finales
del Partido Laborista al pueblo de Escocia en el momento álgido del referéndum
por la independencia. Ningún llamamiento a la recuperación de las nobles tradiciones
compartidas de escoceses, galeses e ingleses cuando desafiaron a los poderosos
para construir una sociedad mejor; ninguna promesa convincente de forjar una
nueva Gran Bretaña donde impere la justicia, la igualdad y la honestidad y que
el “nuevo laborismo” fue incapaz de impulsar. En su lugar, la cáscara vacía que
es el Partido Laborista escocés se alió con un Partido Conservador que en
Escocia no es más que un grupo marginal y aplaudió a las grandes empresas que
amenazaban con retirarse de Escocia y dejar la economía en el alero.