La línea general que se quiere imponer es que cualquier persona, no importa quien, en cualquier parte del mundo se cree con el derecho de insultar a nuestro presidente, denigrar de él, agraviarlo sin razones ni motivos aparentes, acusarlo de todo lo que pueda pasar en cualquier país, aprovecharse de su imagen, involucrar a su familia, someterlo a todos los ultrajes posibles, agraviarlo mediante las ofensas mas escandalosas, atribuirle dichos o conceptos que jamás ha pronunciado o hechos y circunstancias en los que jamás ha participado. En fin, todos los canallas de la tierra se creen con el derecho de hacer lo que les venga en gana con Hugo Chávez con la pretensión de que se quede callado y diga: amén.
Así paso con Fox. No había forma ni manera de hacerlo entrar en razón. Declaraciones por aquí, declaraciones por allá, hasta que nuestro presidente lo mandó al mismísimo y le puso el hierro en la frente con el calificativo que se llevará hasta su tumba: “Cachorro del Imperio”. En la misma comparsa participó Alan García, quien en la forma más cobarde se ensañó con el presidente Chávez, aprovechándose de la cobertura mediática desigual que tenía en Perú en desmedro de Ollanta Humala.
Por supuesto que nuestro presidente no puede estar en todas partes y al mismo tiempo, pero cuando puede y le dan su oportunidad se defiende con su mejor arma: la palabra. Y esta canalla internacional (vamos a obviar el estercolero nacional) se van turnando en los ataques contra Venezuela, siguiendo al pié de la letra las órdenes imperiales. Por ejemplo, en los foros internacionales, cuando los representantes del Imperio no quieren dar la cara, escogen a un país determinado, que generalmente es El Salvador, cuyos representantes se prestan para la burda maniobra. O como Panamá en Mar del Plata, cuando propusieron el tema del ALCA que no estaba en la agenda, hecho que aprovechó nuestro comandante para batearla de jonrón y humillar al propio Bush en persona que se encontraba en esa conferencia. En esta comedia participa ahora muy activamente el aprendiz de tiranuelo, José María Aznar, el mismo que embarcó a fuerza de mentiras a España en la guerra de Irak, con las consecuencias que ha tenido que pagar.
Pero las agresiones no son casuales, sino muy bien premeditadas. El último caso es el del presidente de Honduras, Manuel Zelaya, quien tuvo la osadía y sin pedirle permiso a Bush, como era lo usual en Centro América tiempo atrás, fue a acompañar al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en la celebración del 28 aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista, que trajo consigo el derrocamiento de la tiranía somocista, apoyada durante décadas por los gringos. Pues bien, el presidente Zelaya se encontró allí con el presidente Chávez, intercambiaron saludos, como se estila, en forma civilizada y nada más.
La reacción imperial no se hizo esperar y Charles Ford, el embajador en Honduras declaró: “Creo que el Gobierno de una forma muy clara ha definido sus intereses, ha definido a las personas con las que quiere estar”, al referirse a la visita del presidente Zelaya a Managua. El tono, huelga decirlo, fue bastante duro, agresivo y amenazante.
Lo curioso del caso, es que el arzobispo de Tegucigalpa, su Eminencia Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, de visita en El Salvador, para pronunciar una conferencia en una parroquia de nombre María Auxiliadora y presidir el bautizo de una niña, se le despepitó la lengua y sin ponerse ni siquiera vaselina, vomitó, entre otras cosas lo siguiente: "Chávez se siente como un Dios y con derecho a atropellar a todas las personas, bajo una soberbia que ya se ha visto en la historia en otros dictadores, e incluso en los que decretaron la muerte de Dios y después de 20 años desaparecieron del mapa y ahora se les recuerda como tiranos". [Recordó que] "los antiguos romanos decían sabiamente: si no tienes un amigo que te diga tus defectos, entonces págale a tu enemigo para que lo haga. […] "a Venezuela le espera un gran sufrimiento porque siempre que se erige un gobierno totalitario quien pierde es la libertad de las personas".
Resumen: Si Chávez se cree Dios, es un impostor; atropella a la gente, es un soberbio, dictador, tirano, es un asesino de Dios, preside un gobierno totalitario, conculca las libertades, hace sufrir a Venezuela. Señor cardenal, con todo respeto: ¿No tenía más sencillo? ¿Quién lo contrató a usted como enemigo de Chávez y cuánto le pagó?
Como era de esperarse, el presidente Chávez, vista la desproporción del ataque gratuito sufrido por parte del señor cardenal, a quien ni siquiera conoce, quien no tiene ni idea de lo que pasa en Venezuela, salvo por los reportes de la prensa sumisa, se refirió a los loros de Washington, y dijo muy brevemente: “Salió otro loro más […] y ahora vestido de cardenal, ¡otro payaso imperialista!".
Entonces, para no hacer muy largo este recuento, se formó el alboroto: por un lado, el Congreso instó al presidente Manuel Zelaya a pedir una disculpa a Hugo Chávez por “ofender públicamente” al arzobispo de Tegucigalpa, y señalaron que "el cardenal es una figura moral del país". Zelaya dijo que no instaría a Chávez a pedir disculpas, porque no era tirano ni dictador. Bien buena, pues! Estos señores se olvidaron de las ofensas contra nuestro presidente, y reaccionaron como si hubiera sido Chávez y no su Eminencia Reverendísima quien inició los fuegos.
Menos mal que el cardenal afirmó lo siguiente: “Todos necesitamos corrección fraterna. […] porque entonces de qué sirve estar rodeado de aduladores que le dicen a uno lo que uno quiere oír. Yo debo buscar gente que contraste conmigo para encontrar la verdad”.
Le tomamos la palabra, venga a Venezuela, contraste con quien quiera, entérese de la verdad y después hablamos.
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