El ejemplo clásico del intelectual orgánico en Venezuela es sin duda Pío Tamayo el gran poeta nacido y enterrado en El Tocuyo [1], luego de su muerte, después de haber pasado 7 años secuestrado en el castillo de Puerto Cabello durante la dictadura gomecista. [2]
“Hubo un grupo que capitaneaba Don Rafael Arévalo González, el cual era una figura antigomecista respetable, periodista, y hubo otro al mando de Pío Tamayo. En el patio del Castillo de Puerto Cabello -que era un patio muy grande- los del grupo de Pío recibíamos las instrucciones bajo una cobija roja por lo que se llamaba la tienda roja. Sólo teníamos una cobija y era roja y la pusimos como tienda. Inmediatamente el otro grupo puso lo único que tenían, una sábana blanca, y se les llamó la tienda blanca. Allí se planteó la división del estudiantado.” [4]
“No olviden que he sido sencillo y limpio de corazón. Procuren enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa ni aquí ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio…” [5]
[2] Para datos biográficos de Pío Tamayo:
a. Giugin Soy:http://giugin.blogspot.com/2006/06/biografa-de-po-tamayo.html
b. Monografías.com:http://www.monografias.com/trabajos15/biografias-lara/biografias-lara.shtml#JOSE
c. Fundación Cenamec:http://www.cenamec.org.ve/html/cientifica/tecnologos/biogra22.html
[3] Entrevista a Rodolfo Quintero, líder obrero y revolucionario, otro olvidado - http://ladb.unm.edu/econ/content/ecosoc/1996/april/entrevista.htm
[4] Algunos datos sobre la obra de Pío Tamayo en la Biblioteca Cervantes Virtual:
No tengo acto de qué arrepentirme; seguí los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar la imperfección humana, pero nunca la intención. Muero sereno y conforme con mi conciencia. Decía Juliano, en su tienda de campaña, en los últimos momentos de su vida de Emperador, mientras Amaino Marcelino, historiador cristiano al lado del Apóstata grababa para eternizarlas las bellas frases de aquella oración postrera: ‘¡Oh, helios! ¡Oh, Sol! ¡Cuán bello eres! –exclamaba el moribundo en un rapto de final entusiasmo-; un día seré como tú, porque en el destino pleno de todas las criaturas está el día en que han de confundirse con la Divinidad, y todos seremos dioses’. Dijo, y murió mandando hacia el Sol su última mirada. […] Yo, en esta hora que parece acercarme al término fatal, hago mía aquella frase de ese hombre inquieto, de alma bellamente atormentada: ‘Muero sereno y conforme con mi conciencia.’ […] ¿Por qué te escribo hoy? Porque quiero decirte, aprovechando minutos de receso en los ataques tremendos, que me voy amándote como al hermano bueno, amándoles con la fuerza toda de mi corazón afectivo. Si hay un poco de dolor al anticiparles mi adiós, es precisamente el dolor que me llevo: el de dejarlos, cuando hubiera deseado hacer tanto por ustedes, vivir largo al amparo del cariño mutuo. Por lo demás, no temo la muerte, ni la llamo ni la rechazo, la acepto tranquilamente, como un hecho ineludible. […] ¿Qué te he de recomendar? Cultiva siempre en el predio rico de tu espíritu las cualidades nobles que te distinguen; húyele a las satisfacciones mezquinas de los egoístas, y vivirás vida colmada de contento interior que es el más puro de los deleites.Esta carta debe llegar a ti en los minutos inmediatos a mi muerte. No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa, ni aquí, ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo, donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: “Ha muerto Pío Tamayo (37 años). Su madre, hermanos y demás deudos, invitan para el acto del entierro”... y en seguida la dirección. […] No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente.[…] Te dejo a mamá. ¡Qué gran tesoro, hermano! Quiérela ahora por mí y por ti. Te amo y digo adiós, Pío”.
[5] Carta a su hermano Antonio Tamayo: