Cuando estudié en la Universidad de Carabobo fui dirigente estudiantil: Presidente del Centro de Estudiantes de Derecho y de la Federación de Centros Universitarios. Muchos de los que nos adversaban en aquella época (1960-1966), saben y les consta de nuestra posición política e ideológica. En esos años maravillosos, también realizábamos manifestaciones que siendo pacíficas, siempre terminaban violentamente con saldo de heridos y muertos, de camaradas que todavía recordamos, como Humberto Méndez Figueredo, estudiante de Barinas. Eran los gobiernos ”democráticos” de Betancourt, Leoni y Caldera. Muchos eran encarcelados por largos períodos, que les obligaban a perder hasta un año de estudios; se producían allanamientos para buscar estudiantes “subversivos”, quienes eran sacados a rastras de sus hogares entre gallos y medianoche, muchos de ellos para no volver a ser vistos por sus seres queridos: eran los desaparecidos. Se dieron casos de asesinatos de estudiantes delante de sus padres, como el de Rudas Mezones. No había Defensoría del Pueblo, no existían derechos humanos y generalmente los atropellos eran de tal magnitud que muchos estudiantes quedaron lisiados de por vida. No fue fácil ser estudiante en aquella época.
De lo que digo son testigos muchos renegados que hoy están al servicio de los peores intereses de nuestra Patria. Esos que lucharon por hacer la revolución, y que ahora cuando tenemos la oportunidad de hacer realidad esos sueños, se esconden tras el verdor de la divisa gringa. Muchos de esos renegados mandaron a estudiantes a una muerte segura y hoy exhiben sin pudor alguno su traición. Muchos delataron a camaradas y se escondieron para seguir cometiendo esas acciones aberrantes.
A pesar de la represión, muchas veces indiscriminada, teníamos un lema: “Estudiar y Luchar”. Nunca incentivamos la pérdida inútil de clases, siempre cuidamos que las protestas no pasaran a mayores. Dimos la cara, nunca nos encapuchamos, ni quemamos negocios. Muchas de nuestras protestas eran para exigir un mayor presupuesto para las universidades, por becas, por bibliotecas, por mejorar la calidad de la enseñanza. Cuando muchos de nosotros se fueron a luchar a las montañas para incorporarse a la lucha armada, generalmente fueron inducidos por los renegados de hoy, quienes siempre se quedaban en la retaguardia.
Pero hoy, estas protestas estudiantiles tienen otro ropaje. Protestan algunos estudiantes, la mayoría procedentes de universidades y colegios privados, exigiendo “libertad de expresión”, la que les sobra y en abundancia. Se esmeran en defender una empresa privada que durante 53 años usó y abusó del espectro radioeléctrico de nuestro país, sin contraprestación alguna; se burlaban de la Ley, imponían su criterio a gobernantes, mediatizaban funcionarios, corrompían todo y a todos. Estos estudiantes de hoy tienen acceso a la radio, a la televisión, a Internet, vociferan desesperadamente en la calle, atropellan la propiedad privada que dicen defender, mantienen en jaque a la ciudad, incendian cauchos, y promueven guarimbas con la seguridad de que no serán heridos ni muertos. En nuestro tiempo se imponía la consigna de Betancourt de “disparar primero y averiguar después”. Tienen acceso a todos los medios de comunicación y se lamentan que no disfrutan de “libertad de expresión”, cuando a nosotros nunca nos entrevistaban por televisión, ni por radio, teníamos vetada la aparición por la prensa escrita y sólo contábamos en las estadísticas de los subversivos heridos o muertos o encarcelados por protestar. ¡Vaya comparación! En alguna oportunidad pude publicar una columna por el diario “El Carabobeño” cuando fue dirigido por un caballero que hoy recuerdo con gratitud, de nombre Miguel Isava. Pero estaba condicionada, debía ser “light”, no incurrir en excesos. Era pues meramente reivindicativa. De vez en cuando, don Miguel nos permitía ciertas travesuras, dejando filtrar una que otra vez algunas noticias de cierto impacto. Nada más. Y esto ocurría no porque él lo quisiera, sino que era la imposición como “línea editorial” de los propietarios.
Hoy estos jóvenes protestan por algo que tienen más que garantizado. No he visto protestas por lo escaso de la matrícula universitaria, por la falta de cupos, por falta de presupuesto para las universidades, por comedores, por bibliotecas. Así como desaparecieron las protestas de los pensionados, la vieja figura de los “Comités de Bachilleres sin Cupo” es cosa del pasado. La matrícula universitaria ha tenido un incremento explosivo y es tarea de nuestro gobierno revolucionario garantizar que nadie se quede sin estudiar, desde los “simoncitos” hasta la Universidad. Es tan minúscula la participación estudiantil en estas mermadas marchas y concentraciones, que la matrícula universitaria, sólo en Caracas supera los 200 mil estudiantes y quienes asisten a pedir “libertad de expresión” no llegan ni siquiera al 2 por ciento. Por eso hemos encendido el tercer motor de nuestra revolución “Moral y Luces”, que pretende convertir a toda la Patria en una Escuela.
Entonces, ¿qué es lo que quieren? ¿No quieren estudiar, ni asistir a clases? Entonces deberán cederle su lugar a aquellos que verdaderamente quieran hacerlo. De cada zarpazo que la derecha le da a nuestro proceso revolucionario, algo positivo queda para el pueblo: Del golpe del 11-A nos quedó la Fuerza Armada; del sabotaje petrolero nos quedó PDVSA; de las inútiles conspiraciones, nos quedó la reconfirmación y la reelección del presidente Chávez; y ahora se están arriesgando a entregarnos las Universidades Nacionales, de las cuales fueron desterrados sistemáticamente los pobres. Una suerte de “limpieza étnico-éconómica”. No es de extrañar que la Universidad Central y la Universidad Simón Bolívar se hayan convertido en universidades elitescas, donde gracias a los aportes multimillardarios del Estado, los niños bien se han apoderado de la matrícula.
Tengan cuidado. No abusen. Dense cuenta que están siendo utilizados para defender una empresa privada que siempre sirvió los intereses de la anti-patria. Si quieren protestar, háganlo por algo justo, no para defender a los canallas que prostituyeron el espectro radioeléctrico de Venezuela.
De lo que digo son testigos muchos renegados que hoy están al servicio de los peores intereses de nuestra Patria. Esos que lucharon por hacer la revolución, y que ahora cuando tenemos la oportunidad de hacer realidad esos sueños, se esconden tras el verdor de la divisa gringa. Muchos de esos renegados mandaron a estudiantes a una muerte segura y hoy exhiben sin pudor alguno su traición. Muchos delataron a camaradas y se escondieron para seguir cometiendo esas acciones aberrantes.
A pesar de la represión, muchas veces indiscriminada, teníamos un lema: “Estudiar y Luchar”. Nunca incentivamos la pérdida inútil de clases, siempre cuidamos que las protestas no pasaran a mayores. Dimos la cara, nunca nos encapuchamos, ni quemamos negocios. Muchas de nuestras protestas eran para exigir un mayor presupuesto para las universidades, por becas, por bibliotecas, por mejorar la calidad de la enseñanza. Cuando muchos de nosotros se fueron a luchar a las montañas para incorporarse a la lucha armada, generalmente fueron inducidos por los renegados de hoy, quienes siempre se quedaban en la retaguardia.
Pero hoy, estas protestas estudiantiles tienen otro ropaje. Protestan algunos estudiantes, la mayoría procedentes de universidades y colegios privados, exigiendo “libertad de expresión”, la que les sobra y en abundancia. Se esmeran en defender una empresa privada que durante 53 años usó y abusó del espectro radioeléctrico de nuestro país, sin contraprestación alguna; se burlaban de la Ley, imponían su criterio a gobernantes, mediatizaban funcionarios, corrompían todo y a todos. Estos estudiantes de hoy tienen acceso a la radio, a la televisión, a Internet, vociferan desesperadamente en la calle, atropellan la propiedad privada que dicen defender, mantienen en jaque a la ciudad, incendian cauchos, y promueven guarimbas con la seguridad de que no serán heridos ni muertos. En nuestro tiempo se imponía la consigna de Betancourt de “disparar primero y averiguar después”. Tienen acceso a todos los medios de comunicación y se lamentan que no disfrutan de “libertad de expresión”, cuando a nosotros nunca nos entrevistaban por televisión, ni por radio, teníamos vetada la aparición por la prensa escrita y sólo contábamos en las estadísticas de los subversivos heridos o muertos o encarcelados por protestar. ¡Vaya comparación! En alguna oportunidad pude publicar una columna por el diario “El Carabobeño” cuando fue dirigido por un caballero que hoy recuerdo con gratitud, de nombre Miguel Isava. Pero estaba condicionada, debía ser “light”, no incurrir en excesos. Era pues meramente reivindicativa. De vez en cuando, don Miguel nos permitía ciertas travesuras, dejando filtrar una que otra vez algunas noticias de cierto impacto. Nada más. Y esto ocurría no porque él lo quisiera, sino que era la imposición como “línea editorial” de los propietarios.
Hoy estos jóvenes protestan por algo que tienen más que garantizado. No he visto protestas por lo escaso de la matrícula universitaria, por la falta de cupos, por falta de presupuesto para las universidades, por comedores, por bibliotecas. Así como desaparecieron las protestas de los pensionados, la vieja figura de los “Comités de Bachilleres sin Cupo” es cosa del pasado. La matrícula universitaria ha tenido un incremento explosivo y es tarea de nuestro gobierno revolucionario garantizar que nadie se quede sin estudiar, desde los “simoncitos” hasta la Universidad. Es tan minúscula la participación estudiantil en estas mermadas marchas y concentraciones, que la matrícula universitaria, sólo en Caracas supera los 200 mil estudiantes y quienes asisten a pedir “libertad de expresión” no llegan ni siquiera al 2 por ciento. Por eso hemos encendido el tercer motor de nuestra revolución “Moral y Luces”, que pretende convertir a toda la Patria en una Escuela.
Entonces, ¿qué es lo que quieren? ¿No quieren estudiar, ni asistir a clases? Entonces deberán cederle su lugar a aquellos que verdaderamente quieran hacerlo. De cada zarpazo que la derecha le da a nuestro proceso revolucionario, algo positivo queda para el pueblo: Del golpe del 11-A nos quedó la Fuerza Armada; del sabotaje petrolero nos quedó PDVSA; de las inútiles conspiraciones, nos quedó la reconfirmación y la reelección del presidente Chávez; y ahora se están arriesgando a entregarnos las Universidades Nacionales, de las cuales fueron desterrados sistemáticamente los pobres. Una suerte de “limpieza étnico-éconómica”. No es de extrañar que la Universidad Central y la Universidad Simón Bolívar se hayan convertido en universidades elitescas, donde gracias a los aportes multimillardarios del Estado, los niños bien se han apoderado de la matrícula.
Tengan cuidado. No abusen. Dense cuenta que están siendo utilizados para defender una empresa privada que siempre sirvió los intereses de la anti-patria. Si quieren protestar, háganlo por algo justo, no para defender a los canallas que prostituyeron el espectro radioeléctrico de Venezuela.