Una cuña, o spot de publicidad, ampliamente difundida internacionalmente y patrocinada por el gobierno colombiano que busca promover el turismo hacia ese país, les dice a los potenciales turistas que los visitan o quieran visitarlos que corren un riesgo: el de que se quieran quedar en Colombia. Esta campaña pretende también mostrarle al mundo los importantes avances que ha tenido el país en materia de seguridad, economía y calidad de vida, y estaría dirigida a Estados Unidos, Venezuela, Canadá, España y Brasil. Después se promocionará en Italia, Alemania, Chile, Perú y demás destinos de la subregión andina. Nos pintan a Colombia como una magnificación de lugares legendarios, una Shangri-La tropical. Buena esa.
La realidad es otra. En Venezuela vive más del doce por ciento (12%) de la población del vecino país (5,5 millones de personas, aprox.) extraídos dentro de una población de cerca 45 millones de habitantes. Sin hacer mayores indagaciones estadísticas podemos afirmar que todos ellos viven aquí entre nosotros, precisamente por el riesgo de quedarse en Colombia.
El primer riesgo es el económico. La oligarquía depredadora colombiana que se ha apoderado desde siempre del poder, no tiene ningún empacho en echar a sus propios connacionales para así no tener la obligación de prestarle la asistencia a que tienen derecho de acuerdo a
En Venezuela, los colombianos son tratados sin ningún tipo de discriminación y tienen acceso a la educación, a la salud y al trabajo en las mismas condiciones que nosotros los venezolanos. Pueden obtener la nacionalidad venezolana sin perder la colombiana cuando así lo deseen, sin engorrosos trámites administrativos. Por supuesto que este trato no es recíproco en el hermano país.
Hay otro tipo de riesgo de quedarse en Colombia: el político. Millones han sido desplazados en Colombia de sus tierras, muchas de ellas pertenecientes ancestralmente a los pueblos indígenas. Con el pretexto de luchar contra las FARC, nuestros hermanos colombianos son perseguidos, torturados, encarcelados y asesinados. Las masacres de campesinos y sindicalistas son tan comunes que han terminado por ser bautizadas como "falsos positivos", que consisten en secuestrar a grupos de personas, la mayoría víctimas inocentes , que luego son asesinadas en las formas más atroces y presentadas como “muertos en combate”. No se tienen cifras exactas de los desplazados por la guerra en Colombia hacia Venezuela, Ecuador, Panamá, Perú y Brasil, pero su número es cuantioso.
Ni hablar de los narco-paramilitares y narco-parapolíticos. Son tantas las crueldades a las que han sometido a la población civil en Colombia, que cuando los hechos han sido narrados y conocidas las aberrantes prácticas de estos grupos terroristas, erizan los pelos al mejor prevenido. Se cuentan por miles las víctimas que han sido cortadas en pedazos con hachas filosas y sierras eléctricas. Muchas personas han sido evisceradas sin piedad en medio de un jolgorio amenizado con música vallenata, porros, cumbias y abundante aguardiente. Sus restos, son dejados a merced de los carroñeros, sepultados en fosas comunes y/o arrojados a los ríos, buena parte de los cuales confluyen en la cuenca del Orinoco.
Pero ese gobierno insensible y esa oligarquía voraz, que alguna vez serán juzgados ante los tribunales terrenales, tienen la cachaza de intervenir en Venezuela, y aliarse con sus naturales escuálidos para preparar el terreno de la intervención imperial. Haber pillado al Cónsul de Colombia mientras sostenía una “interesante” conversación telefónica con el primo común de Pablo Escobar Gaviria y Álvaro Uribe Vélez, y quien es “asesor” de éste último, es apenas algo anecdótico dentro de la cantidad abrumadora de hechos que conocemos y evidencias que manejamos.
Si algún país tiene derecho de “intervenir” en Colombia es Venezuela. Reconocemos que los colombianos que aquí viven contribuyen al desarrollo nacional con su trabajo. Pero tambien es una pesada carga económica, social y humana que debemos afrontar. Los hospitales, escuelas y muchas de las oportunidades laborales, sobretodo de la zona fronteriza, están copados por colombianos que no reciben el mismo trato en su país. Las misiones sociales implantadas por el Gobierno Bolivariano también amparan a millones de colombianos, que tienen el riesgo de quedarse allá, y que se vienen, en algunos casos en forma transitoria mientras resuelven sus problemas, que son muchos, en Venezuela.
Por eso debemos prepararnos para lo peor contra ese gobierno, los narco-paramilitares y narco-parapolíticos, que al final conforman un todo, que quieren extender sus malignas influencias en Venezuela, desgraciadamente traídos de la mano por los eternos traidores a la patria con los que forzosamente convivimos, pero que estamos derrotando.