Omar Montilla
Ha pasado mucho tiempo sin que algo sorprendente haya sucedido para atizar el chispazo de la guerra entre Venezuela y Colombia, tal como está fina y fríamente calculado en el llamado “Plan Colombia”, formulado inicialmente bajo el gobierno de Clinton con el pretexto de combatir la producción, tráfico y consumo de drogas entre el primer productor y el primer consumidor de psicotrópicos en el mundo. Suficientemente está documentado ahora en lo que ha devenido este plan, que ha llegado a los excesos de propiciar la invasión de países hermanos como es el caso de Ecuador, donde fueron cobardemente masacrados Raúl Reyes, combatientes de las FARC y otras personas ajenas al conflicto que allí se encontraban.
En el “accidente” donde resultaron 18 personas al estrellarse un helicóptero militar en la frontera con Colombia, entre los fallecidos figuran varios oficiales militares —incluido el general Domingo Faneite, comandante del Teatro de Operaciones Número 2— y un civil, tuvo lugar días después que en la frontera se produjera un choque armado entre elementos de las FARC y el ejército de Colombia, en el que supuestamente murieron 8 personas. El presidente Uribe, desde España, donde se encontraba para entonces, hizo un llamado para que se persiguiera y capturara a los guerrilleros que supuestamente se habían internado en territorio venezolano, para lo cual esperaba “… la colaboración del presidente Chávez, de todas las instituciones del hermano pueblo de Venezuela.”
La respuesta de Chávez no se hizo esperar: “No permitiremos que incursión armada alguna, venga de donde venga, viole la soberanía venezolana”, garantizó el mandatario, ratificando el apoyo de Venezuela a Colombia en este asunto. “He sido muy claro con el presidente Uribe y con Colombia: no tenemos carta bajo la manga, no apoyamos a la guerrilla colombiana […] pero esa guerra no es nuestra, es una guerra de Colombia lamentablemente […] No valdrá presión de ningún tipo”.
Otro elemento que se suma a este “puzzle” fue un informe del Departamento de Estado norteamericano donde Venezuela fue acusada de haber limitado su cooperación en la lucha antiterrorista por la “simpatía ideológica” entre Chávez y la guerrilla colombiana que habría limitado “la cooperación de Venezuela con Colombia en el combate al terrorismo”. Lo más sorprendente fue que Estados Unidos acusó al gobierno venezolano de no “patrullar sistemáticamente” su frontera con Colombia, para prevenir el movimiento de los grupos armados o frenar el tráfico de drogas y armas. Para el gobierno gringo, la guerrilla y remanentes de grupos paramilitares “cruzaron regularmente hacia territorio venezolano para descansar y reagruparse, así como para extorsionar y secuestrar venezolanos para financiar sus operaciones”.
Como es sabido, los Estados Unidos están muy involucrados en el conflicto interno colombiano, al que no le encuentran salida, y para ello siempre han buscado involucrar inútilmente en estas operaciones a los países vecinos de Colombia. Pero no renuncian a ello y como parte de esa situación de beligerancia, elementos armados de los Estados Unidos están desplegados en todo el territorio colombiano, especialmente en la zona fronteriza. Así como localizaron a Raúl Reyes mediante dispositivos electrónicos y guiaron a los aviones colombianos que incursionaron en Ecuador, se puede inferir que con esos mismos elementos hayan seguido la trayectoria del helicóptero que transportaba al general Domingo Faneite y sus acompañantes y producir ese trágico accidente con las consecuencias que conocemos.