“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

25/2/12

¿Para qué sirve Grecia?

Isaac Rosa

Ya pueden estar tranquilos los griegos, que Europa no abandonará al país. Lo mantendrá colgando del abismo, agarrado por los pelos y siempre a pocos minutos de la quiebra total, pero no permitirá que se hunda del todo, pues Grecia hoy cumple una función esencial en Europa. La imagen de un país roto, asfixiado, sometido a chantaje, despojado de su soberanía, con la población sufriendo sucesivas vueltas de tuerca y las calles incendiadas, tiene varias utilidades.

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Para los gobernantes, es la oportunidad de usar el ‘coco’ griego para convencernos de que hay que portarse bien, hacer los deberes y cumplir el déficit, que si no ya ves los griegos, cómo han acabado por su mala cabeza. “Miren lo que pasa en Grecia hoy mismo”, decía Sarkozy a los franceses el lunes: “¿quién querría que Francia estuviera en la situación de Grecia?”.

Los apóstoles del shock también sacan provecho a la situación griega: es un laboratorio en condiciones reales, con los ciudadanos como cobayas, para probar hasta dónde es posible liquidar, empobrecer y humillar un país sin que salten las costuras. Sí, quemaron edificios, tiraron piedras, pero la vida sigue, y bajo el ruido y el humo Grecia no ha conocido aún un estallido social, así que seguiremos apretando para ver hasta dónde aguanta.

En cuanto a los ciudadanos europeos, la enseñanza de Grecia cae por su propio peso: “Ya ves para lo que sirve protestar, sólo para romperlo todo, pero sin conseguir nada”. “Para qué vamos a hacer una huelga, los griegos llevan unas cuantas y nada.” E incluso: “Bueno, la reforma laboral es dura, pero no estamos tan mal, peor están los griegos…”

Lo de que no consiguen nada no es del todo cierto. No han parado los recortes, pero en la última votación hubo 43 diputados desertores, y Papademos está sudando para sacar adelante su plan. Y en la policía empiezan a aparecer agentes que no están dispuestos a seguir gaseando a sus vecinos, como ese sindicato policial que pidió el arresto de la Troika. Y en todo caso, la lección para nosotros debería ser otra: “Los griegos solos no pueden. Necesitan nuestra ayuda.”

Isaac Rosa (Sevilla, 1974) ha publicado las novelas 'La malamemoria' (1999), posteriormente reelaborada en '¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!' (2007), 'El vano ayer' (2004, Premio Rómulo Gallegos, y llevada al cine con el título de "La vida en rojo"), 'El país del miedo' (2008, Premio Fundación J.M. Lara a la mejor novela del año) y 'La mano invisible' (2011).

http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2012/02/15/para-que-sirve-grecia/


Nota del Editor

Omar Montilla

Polibio narra que la música era necesaria para apaciguar las costumbres de los arcadios, que habitaban un país de perpetua tristeza invernal; que los cineteos, que descuidaron ese arte, eran el pueblo más cruel de toda la Grecia y el que mayores crímenes padecía en sus territorios. Ateneo asegura que en la más alta antigüedad, las leyes divinas y humanas, y las exhortaciones a la virtud se cantaban públicamente al son de instrumentos, usanza compartida con los israelitas.

Timoteo (era otro, no Zambrano, el adeco) inflamaba de furor al gran Alejandro al tocar con su lira en modo frigio, y le calmaba al hacerlo en lidio. Con la música Eric, rey de Dinamarca, llenó su alma con tal furor que asesinó a todo un grupo de sus convidados. D´Aubigny relata que bajo el reinado de Enrique III, el músico Claudín animó el alma de un pobre cortesano haciéndolo creer pasar de rey a mendigo según el andar de sus notas. Inclusive Boyle cuenta acerca de un caballero que, al sonido de la gaita, le era imposible retener su orina. Rousseau fue testigo de una dama quien, al sonar de cierta música, era avasallada por una risa involuntaria y convulsiva. En la Historia de la academia de Ciencias se puede leer cómo un músico condenado a muerte por una terrible fiebre, sanó gradualmente al compás de un concierto ejecutado a los pies de su lecho. En fin, Chabanon fue testigo de la interpretación al aire libre del Pigmalión de Rameau cuando, justo en el clímax de l’Amour Triomphe un potente rayo iluminó el cielo.

En esta terribles circunstancias, las actuales, los griegos al menos todavía pueden contar con Mikis Theodorakis, devenido de músico a guerrero.

Les dejo con el “Canto General” de Pablo Neruda, y con la música de Mikis Theodorakis.