“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

24/3/12

El autobús de regreso

Gustavo Márquez Marín                     

Especial para La Página
La idea de progreso manejada en forma descontextualizada de la realidad social, asumida como una promesa genérica de mejora de las condiciones de vida para todos, sin referirse a la estructura de la sociedad actual y sin definir el camino que habría que transitar para alcanzarlo, es un artilugio del candidato opositor para uniformar y simplificar su discurso electoral y opacar la esencia antipopular de su programa de gobierno, radicalmente comprometido con el modelo neoliberal. 

La noción de progreso no es neutra. Para los que defienden el sistema capitalista, éste se mide con el incremento “progresivo” de la ganancia de unos pocos privilegiados, a costa de la explotación irracional de los seres humanos y de la naturaleza. Este modelo capitalista “progresista”, está llevando a la humanidad en la dirección contraria al desarrollo humano y al planeta a su destrucción. Por el contrario, para los que planteamos la emancipación del trabajo frente al capital como el eje motor de la política y de la economía, es el desarrollo social y humano en armonía con la naturaleza, lo que lo determina.

Bajo esta última acepción, el crecimiento de la economía no genera progreso automáticamente, si éste no se traduce en bienestar para todos y el excedente social del trabajo no se distribuye socialmente. La reducción de la pobreza, la exclusión y la desigualdad social, el aumento de la escolaridad, del consumo alimentario y de la participación comunal, el acceso a la salud, a la vivienda  y a un trabajo digno, preservando los sistemas ambientales de una manera sustentable, alcanzados bajo el gobierno bolivariano, con sus aciertos y errores, son indicadores de que estamos progresando, aún cuando falta mucho que andar.

La figura de un “autobús del progreso” en el cual todos caben, sin informar su ruta y  destino, esconde un gran fiasco, típico del viejo modo de hacer política de la IV República, basado en el engaño demagógico y en la promesa incumplida. No hay que ser adivino para predecir que ese “autobús”, con el candidato de la oposición al volante, nos llevará de regreso a un pasado indeseable para la gran mayoría de los venezolanos.