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Especial para La Página |
La idea de progreso manejada en forma descontextualizada de
la realidad social, asumida como una promesa genérica de mejora de las
condiciones de vida para todos, sin referirse a la estructura de la sociedad
actual y sin definir el camino que habría que transitar para alcanzarlo, es un
artilugio del candidato opositor para uniformar y simplificar su discurso
electoral y opacar la esencia antipopular de su programa de gobierno,
radicalmente comprometido con el modelo neoliberal.
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Bajo esta última acepción, el crecimiento de la economía no
genera progreso automáticamente, si éste no se traduce en bienestar para todos
y el excedente social del trabajo no se distribuye socialmente. La reducción de
la pobreza, la exclusión y la desigualdad social, el aumento de la escolaridad,
del consumo alimentario y de la participación comunal, el acceso a la salud, a
la vivienda y a un trabajo digno,
preservando los sistemas ambientales de una manera sustentable, alcanzados bajo
el gobierno bolivariano, con sus aciertos y errores, son indicadores de que
estamos progresando, aún cuando falta mucho que andar.
La figura de un “autobús del progreso” en el cual todos caben,
sin informar su ruta y destino, esconde
un gran fiasco, típico del viejo modo de hacer política de la IV República,
basado en el engaño demagógico y en la promesa incumplida. No hay que ser
adivino para predecir que ese “autobús”, con el candidato de la oposición al
volante, nos llevará de regreso a un pasado indeseable para la gran mayoría de
los venezolanos.