"Red Lenin" ✆ Andy Warhol |
Especial para La Página |
"Retirado en la
paz de estos desiertos", con muchos, pero ignaros palurdos juntos, "vivo en conversación con los
difuntos". Hace horas, hace cientos de minutos, soñaba que vivía en el
norte del país, y al despertar, me vi "destas
prisiones cargado". Así, con poesías de Quevedo y de Calderón de la
Barca, sobrevivo, pues no tengo con quién dialogar.
Tediosa es la vida en este elevado campamento, habitado por
soldaditos y "workers" del pasado. Para solazar mi espíritu, haré una
crítica. Quiero meditar sobre los defectos más comunes de los críticos, sobre
los errores vitales de las críticas estéticas. Vayamos hasta incierta y cansada
página 88, hasta una tormentosa página de la desértica revista Letras Libres
(Mayo, 2012).
Ahí encontraremos una monografía estudiantil redactada por
una tal Maite Méndez, que escribe como florista o como decoradora de interiores.
Yo creía que en las revistas dedicadas al arte escribían licenciados en
Historia del Arte. Pero me equivoqué. "Bien
acierta quien sospecha que siempre yerra", dijo Quevedo.
En las señaladas revistas escriben ingenieros, veterinarios,
médicos y neurólogos… escribe cualquiera, cualquiera con ganas de intimidar al
público. No sé si la señora o señorita Méndez acudió a alguna institución de
enseñanza superior. Lo que sí sé, es que su artículo sobre Antoni Tàpies es
pésimo, vago, indigno del papel. Dice Maite que Antoni es un gran pintor.
Difiero. Grande fue Parrasio y grande fue Zeuxis.
Cuando estudiamos algunos breves manuales de estética
(Hegel, Schopenhauer, Wilde), o cuando leemos a los mejores críticos,
aprendemos lo siguiente: la buena crítica estética usa lenguajes concretos
(George Orwell, Ezra Pound, Winckelmann, Goethe). Sé que Maite ignora lo
anterior, y sé que por eso escribe frases de esta laya:
"Simbolismo onírico con resonancias surrealistas".
Señorita Maite, todo arte es simbólico. Señora Maite, la
palabra "lírica" es más adecuada para designar el mundo de los
sueños. Maite, ¿qué quieres decir cuando escribes la palabra
"resonancias"? ¿Acaso pretendes hablar del Surrealismo al mismo
tiempo en el que hablas sobre el arte moderno, o mejor dicho, Arte Popular? Es
usted una crítica burguesa, capitalista y conservadora del viejo
"Establishment".
Decía el maestro Lenin que los burgueses acostumbran o
practican el escamoteo de las cosas (Marx delató el escamoteo lingüístico de
Smith, de Ricardo y de Malthus), de las realidades. Releyendo por las mañanas
las Obras escogidas de Lenin, aprendí que los burgueses no son capaces de
observar peculiaridades, aprendí que creen que el mundo es un sistema estático.
La pobre obra del tal Antoni queda embozada por las palabras
"simbolismo", "onírico", "resonancias" y
"surrealistas". Entendámonos. ¿La obra de Tàpies representa un
sistema inconsciente, uno lleno de ecos, ecos que vuelan por encima de
realidad? ¿Estamos hablando del platonismo? ¿Hablamos sobre la famosa
"inversión del platonismo" ideada por Nietzsche?
Un buen crítico habla de asuntos concretos, de sombras que
cubren manos (Gainsborough), de luces que alumbran pieles (Virgen en las
rocas), de texturas que irradian odio (Blake), de movimientos que denotan vida
(Pollock) y de músculos que transmiten elasticidad (aforismos de Valéry), y no
de sonoros símbolos soñados en estado de éxtasis.
¿Qué podemos aprender del artículo escrito por la aprendiz
Maite Méndez? Nada. Es más, me atrevo a decir que su artículo es nocivo para la
salud estética. ¿Qué es la salud estética? Es un estado corporal que resiste
las distinciones sin confundirse (copia, modelo, simulacro), que sabe cuál es
la diferencia entre el "precepto", el "concepto" y el
"afecto", categorías que cualquier universitario aprende leyendo a
Guilles Deleuze.
Lenin enseñaba que toda interpretación contiene ciertos
centros de gravedad, enseñaba que si ayer la posesión de los medios de
producción era un problema socialista, hoy el problema radica en la
distribución del pan y del combustible. La novata Maite quiere hacernos creer
que Tàpies llegó a ser un gran artista debido a su enfermedad, debido a que se
instaló en un centro de gravedad perenne.
¿Tàpies conocía el mundo mejor que nosotros, los hombres
sanos? Si esto es verdad, entonces la obra de Tàpies tiene que ser una obra
feliz. Pero en el artículo la redactora en ciernes dice que la obra del tozudo
catalán es una obra que expresa dolor, angustia y demás chabacanerías
sensibleras. ¿No ha leído a Nietzsche, señora Méndez? El alemán sostenía que
sólo desde la enfermedad podemos conocer la salud en todo su esplendor.
El dolor no engendra más dolor (sufrimos porque sufrimos
poco, afirma Sartre), y las buenas intenciones no crean buenas obras de arte.
Creí que los redactores de Letras Libres lo sabían. Prosigamos. Lenin enseñaba
que una revolución exige que el pueblo construya sus propios métodos o sistemas
de pensamiento y de lucha. "Métodos soviéticos", "métodos
cubanos" o "métodos mexicanos", hacen que la lucha de clases sea
pareja, justa. Luchar con las armas enemigas no es luchar por la libertad, es
imitar, es jugar a la "revolución".
Muy burguesa, Méndez afirma que Tàpies es un gran artista
porque mezcla en sus dibujos infantiles polvo de mármol, alambres, cartón y
demás chucherías. Bien decía Valéry que el arte moderno se conforma con poco.
Afirmar que una mezcolanza de materiales puede terminar siendo arte, es
promover una ideología capitalista, utilitaria, consumista. He tratado de
imaginar a Miguel Ángel pintando con los residuos industriales de moda, pero no
he podido.
Lenin educaba diciendo que los modos de batalla tienen que
cambiar, que tienen que adaptarse a las condiciones imperantes. Nuestros
preceptos (perceptos), es decir, nuestras configuraciones sensoriales, tienen
que revolucionar, pero tienen que seguir buscando la belleza. Méndez, burguesa
semiletrada de hueso colorado, afirma que Tàpies pertenece a una especie de
generación perdida, a una generación poseedora de "ojos correctos"
que se ha ido, dejándonos solos en el mundo. Vaya barbaridades.
Tales afirmaciones provocan nacionalismos, guerras civiles,
racismos, regionalismos, rasgos inmanentes de la revista Letras Libres. Y para
terminar de echar a perder a los lectores, Méndez se atreve a comparar el arte
del catalán con el arte grecorromano. Pretender colocar a Tàpies, artista
secundario, en las alturas de Fidias, de Parrasio, de Zeuxis o de Ovidio, es
ridículo (ella pretende elevar lo visible a lo invisible, citando a Blanchot).
Méndez, no diga que Tàpies era un artista comprometido y lea
a Borges. Méndez, lea a Orwell y evite sus prosas poéticas. Méndez, lea más a
Nietzsche y lea menos manuales de estética universitarios. Méndez, M. McLuhan
ha dicho mil veces que el canal de comunicación también es parte del mensaje
que se pretende comunicar. Su ídolo, su Tàpies, no descubrió nada (la época de
Cristobal Colón se ha ido).
Al redactar una crítica estética, tenemos que decidir si
usaremos el método "analógico", el "eminente" o el
"equívoco". El método analógico echa mano de comparativas históricas,
comparativas inexistentes en el pobre artículo de Méndez. En el método eminente
tenemos que afirmar, tenemos que decir cosas nuevas, cosas tan rudas que el
texto mismo termine siendo una obra de arte.
Y en el equívoco tenemos que lanzar preguntas, que dudar,
que pensar. El artículo de Méndez no designa categorías estéticas, no
manifiesta opiniones propias y no urde interpretaciones técnicas o históricas.
Señorita Méndez, usted escribe para el "pastor de los hombres"
moderno, para el "Establishment". Textos laxos, como el suyo, me
hacen pensar en la poca preparación de los intelectuales modernos, me hacen
citar un verso de Neruda:
"Sólo quiero
mirar la boca de las piedras
por donde los secretos salen llenos de espuma".
por donde los secretos salen llenos de espuma".