Foto: Francisco Fernández-Buey |
Ha muerto un intelectual comprometido con el bienestar y
calidad de vida de las clases trabajadoras y de otros sectores de la población,
componentes de las clases populares de este y otros países, así como con los
movimientos de liberación existentes alrededor del mundo. El objetivo de su
vida fue contribuir con su trabajo a terminar con la explotación, fuera ésta de
clase, de género, de raza o de nación. Ya en sí, este propósito le distinguió
de la gran mayoría de intelectuales que ponen sus conocimientos al servicio de
las estructuras de poder, garantizando su reproducción. Pero lo que también
distinguió a Paco Fernández Buey fue su coherencia. Fue característico de su
compromiso no desviarse de aquel objetivo, intentando mostrar, en su vida
personal, la continuidad de sus principios, lo cual le llevó a enfrentarse
incluso a personajes, movimientos y partidos de izquierda que él consideró
demasiado acomodadizos. Fue, en este aspecto, también un intelectual incómodo
incluso para sectores de las izquierdas de las que formó parte y en las que
militó. Militancia no significaba, para Paco Fernández Buey, obediencia y
unanimidad, sino compromiso, mejor realizado a través de un proyecto colectivo.
La falta de sensibilidad hacia la necesidad de diversidad y debate por parte de
tales sectores de izquierdas explica, sin embargo, que abandonase aquellos
instrumentos políticos sin que, con ello, y tal como ocurrió con muchos otros,
perdiera o diluyera su constante compromiso.
Tal compromiso, sin embargo, se paga en esta sociedad con un
alto coste personal. Un intelectual comprometido de izquierdas, crítico con
estructuras de poder que aguantan y sostienen una enorme explotación (término
evitado en el lenguaje versallesco del discurso mediático dominante) paga un
coste elevado a nivel personal. Tiene negado todo fórum de acceso a la
población.
Paco Fernández Buey aparecía poco en los mayores medios de
información y persuasión del país, que no favorecen voces críticas, como la
suya, que tocan las raíces de los problemas a los que la mayoría de la
ciudadanía se enfrenta en su vida cotidiana. Tales voces quedan marginadas,
desechadas como “anticuadas” por hablar de conceptos como “lucha de clases” que
son considerados por los establishments que dominan el quehacer intelectual y
mediático del país como irrelevantes. En realidad, en pocas ocasiones como
ahora se ha visto que tales conceptos llamados ahora anticuados sean tan claves
para entender nuestras realidades. Hoy mismo han aparecido los datos de la
distribución de las rentas del país, señalando (para todo aquel que no esté
cegado por la ideología dominante) cómo las rentas del capital han ido
creciendo durante todos estos años de crisis a costa de las rentas del trabajo.
La definición de explotación es que A explota a B cuando A vive mejor a costa
de que B viva peor. A y B pueden ser clases sociales, géneros, razas y/o
naciones. Pues bien, los datos muestran que el mundo del capital en España ha
estado viviendo mejor a costa de que la clase trabajadora haya ido viviendo peor.
Pero la intelectualidad “respetable” que produce y reproduce la sabiduría
convencional no habla de esta realidad, ocultándola y definiendo los análisis
que permiten entenderla como “anticuados”. Modernidad significa en dicho
lenguaje, adaptarse, aceptar y promover la sabiduría convencional de aquellos
que tienen poder para definirla.
Es interesante que tal visión de los hechos aparezca también
en más de una nota escrita a raíz de la muerte de Paco Fernández Buey.
Intentando mostrar simpatía por el fallecido, concluyen que era un buen hombre,
colgado todavía en el sueño de las utopías, lo cual raya con definirlo como una
figura ya irrelevante en nuestros tiempos. La enorme crisis actual está
mostrando más y más la vacuidad de tal sabiduría convencional y la necesidad de
ir recuperando las categorías de análisis críticos como los de Paco Fernández
Buey, que permiten entender la realidad para poder transformarla.
Una nota personal. Conocí a Paco a través de Manolo
Sacristán. Conocí a dos Sacristanes. Uno en el Instituto Jaime Balmes, cuando
yo era estudiante de bachillerato. Siendo yo hijo de maestros brutalmente
represaliados por el golpe fascista y la dictadura que estableció, mis
sentimientos hacia Sacristán, profesor de Lógica en aquel instituto, y en aquel
momento miembro activo del movimiento fascista y de la Falange, eran de clara
hostilidad. Fue años mas tarde cuando conocí a otro Sacristán, la misma
persona, pero con un pensamiento opuesto al que él había tenido en su juventud.
Era ya entonces un hombre de la resistencia antifascista que estableció
Mientras Tanto, invitándome a colaborar desde el principio. Y así fue como
conocí a Paco, que era su discípulo, y que inmediatamente me impresionó por su
compromiso y calidad personal. Y fue un enorme placer cuando, al incorporarme a
la Universidad Pompeu Fabra, compartimos edificio y espacio físico, maximizando
las oportunidades de vernos, y así fue como se reforzó una gran amistad.
Es en este contexto en el que, cuando ya estaba avanzada su
enfermedad, hablamos de la vida y también de la muerte. Las personas se definen
por cómo y por qué viven y también por cómo mueren. En pocas semanas he perdido
a dos amigos. Uno, Alexander Cockburn, fundador de la revista CounterPunch con
la que colaboro, y el otro Paco Fernández Buey. Los dos murieron como vivieron,
trabajando hasta el último momento, con discreción y contundencia. Paco y yo
hablamos de su vida y de su muerte. Paco veía su muerte con serenidad. Amaba la
vida, una vida enriquecida a nivel personal por una excelente familia y por una
larga lista de amigos. Y amaba también la vida porque creía que el futuro sería
mejor que el pasado, y quería verlo. Para que haya cambio se requiere, sin
embargo, una movilización que lo posibilite. Y Paco veía ya síntomas e indicadores
claves de que las clases populares se estaban movilizando. Y quería estar aquí
para verlo y ser parte de ello. Lástima que no podrá verlo. Pero sí que estará
aquí, pues su trabajo y su vida continuarán, inspirando a muchos que seguirán
sus pasos. Paco se fue, pero su persona y su trabajo siempre continuarán entre
aquellos que luchan por aquel mundo mejor basado en la fraternidad y en la
solidaridad.
Y tal futuro puede que no esté tan lejos y/o sea tan
imposible como los establishments que dominan y gobiernan el mundo, incluyendo
Europa, nos quieren ahora hacer creer con el mensaje que repiten con tanta
frecuencia de que no hay alternativas a sus políticas, que causan un enorme
dolor. Según la última encuesta de valores de las poblaciones que viven en los
países a los dos lados del Norte del Atlántico, la mayoría de la población (que
varía según el país) indicaba que preferiría vivir en un país, con un sistema
económico, político y social que se basara en que cada persona tuviera los
recursos que necesitara y que cada persona contribuyera al bien común según su
habilidad y capacidad. Que este deseo se traduzca en una movilización es una
amenaza al actual sistema de relaciones de poder, basadas en una enorme
concentración de poder financiero, económico, mediático y político, lo cual
explica la reducción de las libertades y de la democracia que aquellos
establishments están imponiendo a las clases populares, a las cuales Paco
sirvió, sembrando las bases para este mundo mejor.