“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

2/11/12

Síndrome de Sísifo

Sísifo Tiziano Vecellio
Gustavo Márquez Marín

Especial para La Página
Camus en “El mito de Sísifo” plasmó su interpretación de la tragedia de este personaje mitológico, condenado por los dioses a empujar una roca hasta la cima de una montaña,  la cual al caer por su propio peso a su posición inicial lo obligaba a repetir  sin cesar el mismo esfuerzo,  en la sentencia: “no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza”. Esta reflexión del filósofo la traemos a colación, a propósito del llamado a la  autocrítica y  a la máxima eficiencia que hizo el Presidente Chávez, en esta nueva etapa del gobierno bolivariano.

Son múltiples los factores que condicionan las ineficiencias e ineficacias de un Estado, que aún conserva residuos de la dinámica cuartorepublicana, pendulante entre el burocratismo clientelar y la corrupción, con rutinas kafkianas y una gestión fragmentada, con baja capacidad de autorregulación y articulación para ser eficiente y mantener  el rumbo estratégico.

La transformación de éste Estado burgués pasa por  dinamitar la estructura rígida de  la  administración pública, para abrirle paso a una organización flexible, gestionada por objetivos y,  por promover una mayor identificación y compromiso de los funcionarios con el  proyecto país, haciendo de cada centro de trabajo una escuela forjadora de servidores públicos con conciencia social transformadora.

En un proceso revolucionario en el que se intenta crear  una nueva  institucionalidad  basada en nuevos paradigmas y valores, es esencial lograr la acumulación de experiencias,  sean estas  buenas o malas, para no repetir errores ni duplicar esfuerzos ni desechar talentos. Para impulsar cambios radicales  e  inmunizarse  contra el “Síndrome de Sísifo”, vale decir, para no partir de cero cada vez que se inicia la gestión de un nuevo funcionario al frente de un despacho y para evitar que  éste, por razones grupales subalternas y sin evaluación previa,  haga  “caída y mesa limpia”,   desestimando la memoria institucional para iniciar un nuevo ciclo entrópico. Esta práctica contrarrevolucionaria, carente de sentido común y político,  conspira contra la máxima eficiencia que nos propone el líder de nuestra revolución. Ya es tiempo de rectificar.