Paul Krugman ✆ Mc Jota |
Especial para La Página |
Leemos un artículo de Krugman, premio Nobel de Economía,
para saber mejor cómo aplicar nuestros análisis lingüísticos OTL. Buscamos en
los textos de la economía alguna verdad, algún atisbo histórico que nos permita
saber por qué un mercado, un país o una institución reacciona siempre de la
misma manera.
¿Es el lenguaje un anclaje o un barco? Hay quienes ven en el
idioma una simple salvación, y hay otros que ven en él algo que nos lanza hacia
el futuro. El artículo que leímos de Krugman se llama Europa
moderna, remedios medievales. ¿Por qué ha dicho el poeta Ezra Pound que la
era moderna es una era medieval bañada en un poco de Renacimiento? Bueno,
creemos que lo ha dicho porque todavía existe gente que se llama
"eurócrata".
Definamos: un eurócrata es un ‘eurocentrista’, alguien que
todavía piensa medievalmente, alguien que considera que Europa sigue siendo el
centro del planeta, cuando ya no es así (Freud, Darwin y Galileo se han
encargado de destrozar todo "centrismo" racial, psicológico y
físico).
En la Edad Media los médicos, dice Krugman, sangraban a sus
pacientes para curarlos, y cuando éstos empeoraban los sangraban más. Cuando un
país sufre pobreza y se le pide "austeridad", ¿qué pasa? Hacemos que
la gente que padece pobreza se sienta todavía más pobre ("sueña el pobre
que padece su miseria y su pobreza", dice Calderón), y hacemos que la
gente que no padece la pobreza tenga miedo, es decir, que sufra incertidumbre.
¿Y qué hacen los economistas? ¿Qué proponen los economistas?
Proponen reformas técnicas, reformas prácticas, cambios en los conceptos
"operatorios", llamados leyes. Constantemente hay una confusión entre
los problemas teóricos y los problemas prácticos. Si mi reloj falla no
interrogaré al reloj, sino al relojero, el cual, según el bello ejemplo que da
Sartre en un libro, interrogará al mecanismo del reloj con las preguntas
correctas, parte a parte, hasta saber qué sucede. ¿Será que las preguntas
económicas no sirven porque el problema que nos preocupa, como diría Marx, es
un problema histórico y político?
Hagamos que los tiempos nos sigan, y no al revés. ¿Será
acaso que el dueño del reloj descompuesto no sabe leer la hora? ¿Será que los
economistas europeos no saben leer el siglo? ¿Será acaso que el tiempo se ha
hecho más corto y que ahora por eso el reloj ya no sirve para medirlo? ¿Será
que los economistas plantean preguntas medievales, espirituales? Creo que sí.
Hay en los economistas todavía un dejo de cultura medieval.
Decir "mercados", "economía", "progreso" o
"técnica" es como decir "espíritu santo", "alma",
"éter". Darle alma a lo que no la tiene, a lo que es simplemente un
conglomerado de cosas que se mueven de aquí hacia allá debido a movimientos
externos artificiales es como jugar a la clerecía económica.
Bien dice el economista O’ Rourke, citado por Krugman, que
Europa se ha convertido en un continente en el cual los buenos tiempos siempre
están a la vuelta de la esquina. ¿Qué hay de analizable en los mercados? Su
lenguaje, la forma en la cual los datos son generados y leídos. ¿Podemos
analizar estructuras económicas a simple vista, es decir, podemos comprender
cómo funcionan o se entrelazan las industrias productoras de bienes y las
industrias productoras de medios de producción? No, no podemos hacerlo
"empíricamente".
Existen dos métodos para conocer cómo funciona una
estructura económica. El primero busca datos duros, tales como
"población", "nación", "Estado",
"demografía", todos conceptos medievales, divinos, espiritualistas. El
segundo busca lo abstracto, busca "modos de trabajo", "modos de
producción", "división de trabajo", en fin, lo-real-que-no-se-ve
y no lo que se ve pero que es irreal. Ejemplo: vemos que la gente que trabaja
en McDonald´s aplaude en la cocina para darse ánimos, pero no podemos "ver
con los ojos" que hay relaciones de poder y de explotación ahí en donde
vemos puras sonrisas. Para ver hace falta la teoría, no los ojos.
De nada sirve que digamos que somos una gran
"nación" si abajo, si ahí en donde nadie quiere meter la nariz, si
ahí en la "división de trabajo" sigue practicándose una
"división de clases", una explotación, un elitismo al que no le
importa el patriotismo, sino la riqueza. Se le pide austeridad al pueblo, pero
el pueblo no "siente" que la nación haga algo por él. Se le pide al
pueblo mantener el rumbo y esperar, como un San Agustín o un Santo Tomás, a que
algo pase o se revele algo.
El paternalismo de la Iglesia ahora es un paternalismo
estatal. Keynes sigue dictando sus teorías desde la lejanía, desde los altares,
y sus fórmulas son oraciones, leyes. Europa sigue rindiéndole culto a la
personalidad, es decir, a sus líderes, cuando todos sabemos que el rol del
individuo en la historia es un mito, un mito que no por serlo ha dejado de
configurar la racionalidad social. El hombre en la historia tiene un rol (no
una misión), uno determinado por su clase social, y nada más. ¿Quién determina
dicho rol? El Estado. ¿Y qué es el Estado? Es el "producto del carácter
irreconciliable de las contradicciones de clase", según ha dicho un
magnífico teórico de la política.
Los economistas siguen dando interpretaciones mecanicistas,
humanistas, historicistas y evolucionistas, pero jamás concretas. Y por lo
anterior hay un desajuste semántico entre lo que se dice, se entiende, se
espera y se hace. Se habla de inversiones que exigen austeridad, y se esperan
resultados que jamás se ven.
¿Es el intercambio económico un fenómeno mecánico? Ya se ha
visto que no, ya se ha visto que las decisiones económicas dependen de las
decisiones políticas, que al fin y al cabo son ideológicas, como dice un poema
de Bretch, que afirma que el analfabeto político "no sabe que el costo de
la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y
de los remedios dependen de decisiones políticas".
¿Sirve de algo aprender de la historia? Sí, pero siempre y
cuando lo aprendido sea entendido sin nacionalismos de por medio, sin orgullos
patrióticos en la lengua. ¿Puede hablarse de una evolución económica? No. Los
baches económicos, es decir, las regresiones siguen teniendo lugar en el mundo
real.