‘Lincoln’, la nueva película de Steven Spielberg, se basa en la novela ‘Team of Rivals: The political genius of Abraham Lincoln’, escrita por el historiador Doris Kearns Goodwin. Evidentemente, no se puede medir una película sólo por su corrección política. Y, sin duda, estamos ante una gran obra, que ya sólo por la actuación de Daniel Day-Lewis en el papel de Lincoln vale la pena ver. A pesar de eso, hay que poner en contexto muchas cosas implícitas en la película y, sobre todo, las que no se mencionan, o que, directamente, se olvidan. Varias ideas recorren todo el film.
Una de ellas es que Lincoln era un revolucionario y que, gracias a él, y sólo a él, se aprobó una ley que puso las bases para acabar con la esclavitud. Pero Lincoln era un político pragmático que veía los peligros del movimiento abolicionista.
De hecho, cuando Lincoln fue elegido presidente por primera
vez, a finales del 1860, como miembro del Partido Republicano, la cuestión de
la esclavitud era ya un tema que no podía ser ignorado. Lincoln, pese oponerse
a la esclavitud por cuestiones morales, no era abolicionista y, en repetidas
ocasiones, expresó su voluntad contra la liberación de los esclavos, darles el
voto, o su oposición a los matrimonios "interraciales". De hecho, era
partidario, durante una época, del retorno de los afroamericanos a África, una
propuesta muy popular en aquella época, que más tarde recogería Marcus Garvey o
la Nación del Islam de Malcolm X como uno de sus principales objetivos.
Spielberg nos presenta, desde el principio, a Lincoln como
un abolicionista absoluto, de forma inmediata y permanente, y sin ningún tipo
de compensación para los esclavistas. Pero Lincoln no defendió esa posición
hasta mediados de 1862. Antes de la Proclamación de Emancipación, aprobada en
septiembre de 1862, que amenazaba liberar las personas esclavas de los estados
de la confederación, el presidente trató de promover, sin éxito, la
emancipación gradual, con compensación a los "dueños" de personas
esclavas.
Por otra parte, la película se focaliza en su totalidad en
las negociaciones y maquinaciones parlamentarias que llevaron a la aprobación
de la decimotercera enmienda de la Constitución de EEUU, una visión muy sesgada
de las razones de este proceso. Lo cierto es que el impacto de la decimotercera
enmienda, según muchos estudios de los últimos años, fue muy reducido en el
proceso de emancipación.
El movimiento antiesclavista se extendió como la pólvora
mucho antes de que el gobierno liderado por Lincoln aprobara la enmienda. De
hecho, su aprobación no fue más que un reconocimiento de la auto organización
de las personas esclavas liberadas y de la lucha de clases en el Sur. El
historiador W.E.B. DuBois relata lo que él llamó la "gran huelga
general" en las plantaciones del Sur, con las personas esclavas dejando
sus herramientas en el suelo, mostrando su negativa a seguir trabajando.
Según el libro Battle Cry For Freedom de James M. McPherson,
historiador y experto en la Guerra Civil norteamericana, sin los batallones de
afroamericanos, el Norte no habría ganado. En otros casos, formaron
organizaciones que podrían asimilarse hoy en día a sindicatos o, como en
algunos lugares de Mississippi, echaron a los esclavistas de sus plantaciones
ocupando las tierras para cultivarlas. También las mujeres afroamericanas tuvieron
un papel destacado, como Sojourner Truth, que no sólo formaron parte del
movimiento abolicionista, sino que a la vez conectaron la lucha contra la
esclavitud con los derechos de las mujeres.
Kevin
Anderson afirma en su libro ‘Marx at the margins’ que Karl Marx,
muy pendiente del desarrollo de la Guerra Civil, adoptó de la lucha de las
personas esclavas el concepto de autoemancipación que más tarde desarrollaría
para referirse a la clase trabajadora.
La realidad que esconde la película, de forma voluntaria o
no, es que la abolición de la esclavitud se produjo gracias a la acción de las
personas esclavas y el movimiento abolicionista. Al mismo tiempo, tal y como
afirma el historiador Howard Zinn en su libro La otra
historia de los Estados Unidos, la Proclamación de Emancipación y la
decimotercera enmienda no fueron más que una estrategia reformista para acabar
con el esclavitud de forma controlada. Y, bajo las condiciones que convenían a
las clases dirigentes, para en última instancia, evitar un cambio más radical
en medio de un creciente movimiento abolicionista.