“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

6/6/14

¿Que se decide en Colombia?

Foto: Juan Manuel Santos & Oscar Iván Zuluaga
Gustavo Márquez Marín  |  El candidato ultraderechista Oscar Zuluaga, ganador en la primera vuelta de las recientes elecciones presidenciales colombianas, no ha dejado ni un resquicio para la especulación sobre el cambio de dirección que le imprimiría a la política exterior de su país, en un eventual gobierno suyo. Sin ambages afirmó que “invocará la carta democrática de la OEA contra Venezuela”, descalificando a nuestro país como garante de los diálogos de paz de La Habana. En dos platos reafirmó la doctrina guerrerista de su mentor, Álvaro Uribe, quien tras promover la ruptura de las relaciones colombo venezolanas estuvo a un tris de provocar una guerra entre países hermanos y quien ha enfrentado la vuelta a la paz en Colombia, reivindicando la política genocida de la “seguridad democrática”, con sus
falsos positivos, sus fosas comunes y su más de 4 millones de desplazados por la violencia paramilitar y el narcotráfico.

Del escuálido 40% que participó en las presidenciales, 6% votó blanco. Zuluaga apenas alcanzó el 12 % del universo electoral. La abstención fue del 60%, la mayor en los últimos 20 años. El triple de la registrada en el último proceso electoral de Venezuela, en donde hay una curiosa “dictadura” que tiene en su haber 19 elecciones en 14 años, incluyendo las últimas de alcaldes realizado en San Cristóbal y San Diego, ganadas por una oposición que se debate entre la democracia y el atajo de “la salida”.

Un triunfo del ungido por el “señor de la guerra”, atizaría el conflicto interno para beneplácito del complejo industrial militar estadounidense que sueña con hacer de Suramérica una zona de guerra, en el marco de la estrategia imperialista de control de los inmensos recursos naturales geoestratégicos de la región. Trabajaría para dinamitar la UNASUR y la CELAC, para fortalecer el Arco del Pacífico y refundar el ALCA. Le daría un impulso orgánico al proceso de desestabilización de los gobiernos antimperialistas de la región, especialmente el de Venezuela, a través de la infiltración paramilitar financiada por el narcotráfico. Antes de llegar al gobierno nos declaró la guerra. Preparémonos para ese escenario indeseable pero sin perder la esperanza de que el sufrido pueblo colombiano opte por la paz. ¡Que así sea!
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