“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

1/7/14

Algunas reflexiones en torno a la carta del ex-ministro Jorge Giordani

“….No le tengamos miedo a la crítica, ni a la autocrítica. Eso nos alimenta, nos hace falta (…) Triste es que nos quedemos callados, para que no me llamen piedrero (…) La autocrítica es para rectificar, no para seguirla haciendo en el vacío. Es para actuar ya...”  | Hugo Chávez Frías , Consejo de Ministros  del 20.10.2012 - “Golpe de Timón” 

Gustavo Márquez Marín  |  Una de las grandes virtudes que caracterizó al líder de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, fue su coraje para asumir como estadista, la responsabilidad de sus palabras, decisiones y actos, como lo hizo cuando estuvo al frente de la fallida rebelión militar del 4F, en el breve golpe de estado del 11A que derrocó su gobierno, en el sabotaje petrolero, en la pérdida del referéndum sobre la reforma constitucional  y durante la enfermedad que
lo llevó a la tumba en el marco de un proceso electoral, en el que se jugaba la continuidad de la revolución. Frente al desenlace de cada una de estas circunstancias, no se perdía en laberínticas justificaciones fútiles. Antes de reemprender la marcha para librar nuevas y más importantes batallas, sin rodeos optaba por la autocrítica revolucionaria, inspirándose en el talante perseverante de El Libertador, siempre confiando en su pueblo y en el proyecto emancipatorio enfocado en la construcción de la democracia socialista. Esta conducta rompió el molde del modo de hacer política que tuvo su momento histórico culminante en la IV República, caracterizado por la irresponsabilidad y el oportunismo de las élites políticas, que le dieron vida a un “Estado  del disimulo” como la llamó sabiamente  José Ignacio Cabrujas, opaco y subordinado a un poder económico y político tutelado desde Washington.

Se ha descalificado el documento de Jorge Giordani,  porque antes de hacerlo público debió someterlo a la consideración del Presidente de la República  o de la Dirección Nacional del PSUV. Sin embargo, debe tenerse en cuenta  que él en su descargo,  dice haber presentado previamente en esas instancias algunos documentos, que aún mantiene en reserva, sin haber recibido respuesta,  en los cuales alertaba sobre la gravedad de la problemática económica y la necesidad de actuar en consecuencia. También han calificado ese gesto como un acto de deslealtad o una reacción emocional por haber sido excluido del  gobierno. Lo han  calificado como un acto de traición, por haberlo realizado en el contexto de una intensa ofensiva desestabilizadora del imperialismo y la ultraderecha fascista guarimbera, en la medida en que puso en evidencia la existencia de  debilidades y contradicciones en el campo de la revolución en  un tema de alto impacto social y político favoreciendo el campo enemigo.  No pretendo enjuiciar la actitud del camarada Giordani que en fin de cuenta es de su absoluta responsabilidad y la cual probablemente estuvo motivada por su valoración de la coyuntura y porque sintió la necesidad impostergable de comunicar sus preocupaciones “antes de que fuera demasiado tarde”. En todo caso,  ya la historia se encargará de absolverlo o condenarlo. Más allá de eso, lo que sí es notable es que dicho documento fue concebido desde una perspectiva individualista y mesiánica, desde la cual el autor se asume como una suerte de “oráculo” del chavismo en el ámbito económico y estratégico, considerándose poseedor de la verdad al reclamar que se sigan sus recomendaciones sine qua non, a pesar de la responsabilidad directa que tiene en la situación planteada. Fue el teórico y defensor del “anclaje del tipo de cambio” como piedra angular de la política económica antiinflacionaria, concibiéndolo no como lo que es, un instrumento de política cambiaria, de aplicación justificada en determinadas circunstancias especiales como las que vivió el país a  raíz del golpe de estado del 11A y del sabotaje petrolero, sino como un “dogma del pensamiento revolucionario”, cuya prolongación ha provocado graves desequilibrios macroeconómicos que han creado un escenario de alta inflación y escasez crónica, sobre el cual cabalga la guerra económica de la burguesía parasitaria. Su “rendición de cuenta” la hace desde la perspectiva de “asesor externo”, como si no tuviese responsabilidad directa en los resultados insatisfactorios de la política económica, a pesar de haber ejercido durante 14 años la cartera de planificación y desarrollo, de Planificación y Finanzas, la representación en el BCV y la coordinación de los entes financieros del Estado, cargos estos desde los cuales ejerció la dirección estratégica y económica del proceso. Esa falta de humildad y sentido autocrítico no le hace honor al legado de Chávez, quien siempre encaró su responsabilidad y promovió la crítica y la autocrítica como instrumentos esenciales de la praxis revolucionaria, a la cual llamó en su discurso en el Consejo de Ministros del 20.10.2012, al cual denominó  el “golpe de timón”, citado por el propio exministro Giordani en su documento.

Una vez en la calle,  el citado documento-denuncia de Giordani, lo que importa realmente es valorar su contenido, los conceptos y señalamientos allí emitidos. Su fundamentos y pertinencia, considerándolo como un insumo para el debate nacional que en las actuales circunstancias resulta ineludible, sobre la situación económica, sus causas, alcances, estrategias y políticas que deberían adoptarse para recuperar la estabilidad económica y avanzar en la ejecución del Plan de la Patria, en la transición hacia la construcción del socialismo bolivariano sustentado en el desarrollo de la democracia participativa y protagónica.

La lealtad de un revolucionario es fundamentalmente a la causa histórica de la revolución y la fidelidad a los principios éticos y valores que sustentan el proyecto de construcción de la sociedad socialista. Traiciona quien reniega de sus principios o abandona las filas de la revolución para combatirla desde el bando enemigo,  no quien denuncia la corrupción y señala los desaciertos políticos que amenazan el proceso. Se puede estar o no de acuerdo con Giordani, pero calificarlo de desleal o traidor, por haber emitido su opinión, por muy dura que esta sea, además de una injusticia, tiene un efecto disolvente sobre el debate necesario que debe florecer en el seno del chavismo, prefigurando en su seno la democrática socialista en construcción. 

La unidad a la que nos llamó Chávez para construir el proyecto socialista venezolano no podría basarse  en la unanimidad  ni en el monolitismo, ya que históricamente ha sido el resultado de la diversidad, porque de hecho el chavismo es el resultado de una convergencia de distintas vertientes históricas de la izquierda venezolana y de la unidad cívico-militar, amalgamadas bajo su liderazgo con base en un proyecto socialista cuyo diseño está inacabado y en plena construcción, fundado en un modelo inédito y en lo específico venezolano, a partir de una visión profundamente democrática que se nutre del debate en el seno del pueblo y del pensamiento crítico que florece en él. Esto es absolutamente  contradictorio con el uso del expediente disciplinario para cercenar el ejercicio a la crítica y la autocrítica, el cual lejos de contribuir a la unidad podría resquebrajarla seriamente. La disciplina tiene que basarse en una racionalidad política o de lo contrario, termina convirtiéndose en una camisa de fuerza del desarrollo del proyecto revolucionario.

En ese sentido, el pronunciamiento del camarada Héctor Navarro en defensa de Giordani debe ser interpretada como un llamado a la sensatez y  a la reflexión. Por ello, no se justifica su pase al Tribunal Disciplinario, especialmente si la Dirección Nacional del PSUV tenía más de un mes sin reunirse, siendo ese el escenario natural en el que debe realizarse el debate sobre un tema de tanta trascendencia.  En ese contexto es pertinente traer a colación la afirmación de Mao Zedong en el libro rojo: “Los problemas de carácter ideológico y los problemas de controversia en el seno del pueblo, pueden resolverse únicamente por el método democrático, por medio de la discusión, la crítica, la persuasión y educación, y no por métodos coactivos o represivos”...”Es necesario criticar los defectos del pueblo, (...) pero al hacerlo, debemos adoptar verdaderamente la posición del pueblo y hablar llenos del ardiente deseo de protegerlo y educarlo. Tratar a los camaradas como a enemigos es pasarse a la posición del enemigo”.

El pensamiento crítico e innovador es consustancial al proyecto revolucionario, sin el cual perdería una de sus fuerzas impulsoras fundamentales. Así como lo es también el ejercicio de la  controlaría social ejercida por un Poder Popular crítico y autónomo o por cualquier ciudadano, para mantener a raya la corrupción, el burocratismo y la ineficiencias de gestión pública.  De otra manera, el riesgo es muy alto de reproducir la vieja sociedad de cómplices que caracterizó a la IV República y estimular la formación de una “Nomenclatura” que daría al traste con la revolución siguiendo la ruta de la URSS. Si algo hay que aprender de la experiencia socialista fallida del siglo XX, es que el pensamiento crítico, la crítica y la autocrítica, deben coexistir en el marco del enfrentamiento a la contrarrevolución y al imperialismo, para evitar que la burocracia secuestre la revolución y la conduzca al fracaso, al conformarse ésta en un nuevo sector de la burguesía dominante como ocurrió en el caso señalado.

En su “rendición de cuentas”, Giordani  realiza una breve memoria descriptiva sobre su participación en el gobierno bolivariano, de la cual no es posible extraer los elementos para construir un balance completo  sobre la eficiencia y pertinencia del proceso de planificación aplicado bajo su dirección en los  cinco lustros de revolución, siendo esta una tarea pendiente. Lo que sí parece evidente es que aún no contamos con un sistema de planificación territorial que integre armónicamente  la gestión comunal, local, estadal, regional y nacional acoplada al Plan de Ordenamiento Territorial, lo cual es esencial para garantizar la territorialización de la gestión pública, siendo éste sistema un instrumento clave para para darle direccionalidad estratégica al complejo proceso de transición al socialismo y para transformar el Estado burgués en un Estado que impulse la transformación revolucionaria. Debe abrirse un debate nacional sobre el Sistema de Planificación Territorial y el establecimiento de su marco jurídico. Un sistema de esta naturaleza le daría transparencia, coordinación  y eficiencia en la gestión de los recursos de la administración pública y elevaría sustancialmente la participación del pueblo y la comunidad organizada en la misma, convirtiéndolo en actor de su propia historia.

En su documento “Testimonio y responsabilidad ante la historia”, el exministro Giordani, hace un llamado de atención sobre la coyuntura económica y la manera como el gobierno está gestionando las finanzas públicas,  pero lo que si no hace es un análisis crítico enfocado en las causas que condujeron a la situación actual, caracterizada por la profundización del modelo rentístico-importador, una alta inflación, una escasez crónica y una tendencia recesiva que amenaza con disolver los logros sociales de la revolución. Es necesario  profundizar la autocrítica y evaluar el alcance y eficacia de las medidas que se han venido aplicando para enfrentar la escasez, la inflación y la desaceleración de la producción interna. Las acciones del gobierno para enfrentar la especulación han desnudado dramáticamente los vicios y debilidades del modelo económico rentístico-importador, del “recadismo” o “cadivismo”, como una enfermedad de larga data derivada de dicho modelo, el cual ha colocado a la economía venezolana en un círculo vicioso infernal y a la vez paradójico: A medida que crecen los ingresos petroleros y la economía se hace más dependiente de ellos, un grupito de privilegiados se enriquecen y acumulan riquezas en el exterior (USD 180.000 en el período bolivariano + USD 280.000 en la IV República) y el país se empobrece al reducirse su capacidad productiva, haciéndose cada vez más vulnerable a los vaivenes del mercado petrolero. Pero cuando la inversión social crece como nunca, tal como ha ocurrido en la revolución bolivariana, en USD 650.000 MM en 13 años, sin que ello tenga como contrapartida el desarrollo de la producción interna no petrolera y la producción petrolera no crece al mismo ritmo, el déficit fiscal aumenta cuando caen dichos ingresos y al ser financiado este con deuda y dinero inorgánico, la inflación crece en un escenario de estancamiento. Es el fantasma de la estanflación que nos acecha. Una enfermedad cíclica  del capitalismo que adquiere mucha fuerza en el modelo dependiente primario-exportador. El gran desafío de la revolución es espantar ese fantasma,  con una Nueva Política Económica (NPE) orientada a reestablecer los equilibrios perdidos y con un “golpe de timón” para enrumbar la nave hacia la profundización de la revolución, teniendo como carta de navegación el Programa de la Patria que nos legó el Comandante Chávez. En su documento,  Giordani no da pistas suficientes sobre las medidas estructurales y estructurantes que hay que  tomar para dar  ese golpe al timón. 

Pareciera que la viabilidad de esa NPE pasa por avanzar en el proceso de territorialización de la planificación y la gestión pública, teniendo el Poder Popular como el eje  de la transformación socioproductiva. Es esencial una reforma tributaria que limite la ganancia, estimule la inversión productiva y la conservación ambiental, reduzca el IVA y aplique un ISR progresivo. Una reforma financiera que canalice el ahorro hacia la inversión socioproductiva, rompiendo el circuito rentístico-parasitario que ha hecho de la banca, el sector que más crece sin que ello se haya traducido en desarrollo nacional. Esto pasa por revisar las altas ganancias que percibe el sector financiero, las cuales deben ser limitadas igual que a los otros sectores de la economía. Una reforma cambiaria orientada a estabilizar y unificar el tipo de cambio empero, manteniendo un control en la asignación de las divisas según las prioridades del Plan de la Patria, a través de la concentración de la gestión financiera del comercio exterior en BANCOEX -banco de importaciones y exportaciones en manos del Estado- dejando para la banca comercial pública y privada la gestión en moneda nacional, acompañando este mecanismo con una política de estímulo a la producción y a las exportaciones no tradicionales. Una reforma monetaria que impulse el fortalecimiento de las reservas internacionales, que en el mediano plazo establezca el “oro negro” como patrón monetario basado en las enormes reservas petrolera existentes y la cotización del bolívar se haga con base en el precio del petróleo, promoviendo el intercambio en moneda local con nuestros socios principales. Una revolución productiva que relance la agricultura  a partir de una autocrítica profunda sobre los planes y políticas aplicadas por la revolución en este sector e implementando una política industrial enfocada en impulsar el proceso de acumulación hacia el desarrollo endógeno sustentable, rompiendo con el modelo desarrollista depredador, en el cual coexistan las pequeñas y medianas empresas con las empresas de propiedad social, apuntando hacia la construcción del Nuevo Modelo Productivo, sustentado en la transformación de las relaciones de producción capitalista. La transición al socialismo es un proceso en el cual se crearán las condiciones objetivas y subjetivas que permitirán consolidar la independencia y la construcción de  la hegemonía de las fuerzas revolucionarias,  que haga posible  la transformación progresiva del modo de producción capitalista en un modo de producción socialista, teniendo como eje la democracia participativa y protagónica y, como sujeto fundamental  los trabajadores y un Poder Popular y Comunal autogestionario.

La corrupción, por ser un tema medular,  traído a colación por Giordani en su misiva,  debe formar parte de la agenda de un  debate impostergable, del cual debe surgir una estrategia para enfrentar ese flagelo que es inmanente al sistema capitalista, que en el caso venezolano se manifiesta en la rapiña de la renta petrolera que maneja el Estado. La impunidad y el modelo burocrático de Estado existente,  en el cual el ejercicio de la función pública se asume como un privilegio para medrar en el patrimonio público y no como una  oportunidad para servir a la sociedad, es un mar en el cual podría naufragar la anhelada patria socialista y la civilización del Buen Vivir por la que luchamos.  La Ley habilitante que le otorgó la Asamblea Nacional al Presidente Maduro para la lucha contra la corrupción, podría ser la gran herramienta para llevarla a cabo. La publicación de la ya famosa lista de las empresas de maletín que timaron los USD 20.000 millones denunciados por la expresidenta del BCV, Edmée Betancourt, acompañada de la aplicación de todo el peso de la ley a los responsables, sería una señal oportuna  que anunciaría el inicio de la cruzada histórica contra la corrupción. Esta última, debe sustentarse en la profundización de la controlaría social, dándole mayor transparencia de la gestión pública apoyándose en la ley de gobierno electrónico y fortaleciendo la capacidad del Poder Popular para hacerle seguimiento e influir realmente en el control y orientación de la misma.  Es clave que el Poder Ciudadano trabaje de la mano del Poder Popular en el ejercicio de su papel contralor, solo así la contraloría social será efectiva.

Lo peor que podría ocurrir es que el debate en torno al documento de Giordani sea manejado con criterios administrativos o burocráticos más que políticos. Es mucho más pertinente la apertura de un debate de cara al país,  sobre la crisis económica y la construcción de una Nueva Política Económica para la transición al socialismo y la transformación del modelo rentístico-importador en un modelo de desarrollo sustentable endógeno, mediante  un sistema integrado de planificación territorial participativ0, que  incluya la lucha contra la corrupción, la construcción del Poder Popular y la dirección colectiva de la revolución, tal como lo has planteado insistentemente algunas organizaciones del Gran Polo Patriótico como el PPT y el PCV.