“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

23/10/14

Precariado: ¿una clase nueva o nueva lucha de clases?

Maciek Wisniewski
Las últimas décadas eran las décadas de las “teorías del fin”: se acababan –supuestamente– los conflictos ideológicos y la “vieja” lucha de clases (Fukuyama). “Moría el trabajo” (Rifkin).  Más que un reflejo de la realidad, fue una cortina de humo para el recrudecimiento de la guerra de clases bajo el neoliberalismo –“un proyecto esencialmente clasista”, David Harvey dixit– y los cambios en las modalidades del capital. 

El antagonismo (o contradicción) capital/trabajo no desaparecía, se intensificaba; la explotación no disminuía, aumentaba; también la clase trabajadora como un sujeto no bajaba de la escena de la historia, sino crecía a escala global (¡China!), pasando al mismo tiempo –eso sí– por una profunda transformación. Pero incluso algunas teorías que parecían explicar los nuevos fenómenos en torno al trabajo y paso al pos-fordismo –flexibilización, desregulación, deslocalización, outsourcing, etc.– resultaban igualmente problemáticas que las que tomaban al trabajo por “muerto”.

Guy Standing
Este es el caso de Guy Standing, el economista británico, ex-experto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y del “precariado”, término que éste popularizó para hablar de una “nueva clase emergente” –“ class-in-the-making ”–, “distinta al proletariado”, “atomizada” y “unida solo por el miedo e inseguridad” (El precariado. La nueva clase peligrosa, 2011). 

Zygmunt Bauman aplaudió al término y a Standing incluso por “haberlo acuñado” (¡sic!) –en realidad el “precariado” apareció en Francia e Italia ya en los 80. y reapareció con la crisis actual– viéndolo igual como una “clase nueva” (“the un-class”), formada cuando el capital “sólido” se volvió “liquido” (Social Europe, 14/6/11). 

Pero eran las críticas que resultaban más interesantes. 

Jan Breman poniendo la creciente inseguridad laboral (empleo temporal, auto-empleo, etc.) en el contexto del avance neoliberal (privatización, desindustrialización, etc.) y ataque a la capacidad organizativa del trabajo –algo ignorado por Standing– concluía que nada de esto es nuevo bajo el capitalismo y que el precariado es un... “término chafa” (New Left Review, no 84, 11-12/13). 

El mismo Standing respondiendo a esta crítica insistía en las “características singulares del precariado” tratando de poner su argumento en términos marxistas: “mientras el proletariado hacía el trabajo de acuerdo con sus capacidades, el trabajo del precariado es muy inferior a éstas” (Open Democracy, 4/3/14). 

Pero así solo confirmaba que su narrativa sobre el “retroceso” (y “fin de un cierto contrato social”) partía de una visión estrecha de la clase trabajadora “elite” con su formación especializada y sus logros sociales, un fenómeno históricamente y geográficamente limitado. 

No obstante el capital siempre vivía de los trabajadores “precarios” e “inestables”, sujetos a diferentes modalidades del empleo. Marx los llamaba el “ejército industrial de reserva”, un raison d'être del modo de producción capitalista. Ésta siempre fue la cara del proletariado, sobre todo a escala global. La “inseguridad” y no la “estabilidad” fue la condición original de la proletarianización. Hoy el grupo de los trabajadores precarios vuelve a crecer, pero apenas ayer estuvo con nosotros. 

Sigue en las páginas del Manifiesto Comunista (1848): “la creciente competencia entre burguesía y las crisis comerciales hacen los salarios de los trabajadores más volátiles” y “el desarrollo de la maquinaria hace sus vidas más y más precarias” lo que “lleva a una creciente confrontación entre las dos clases”. 

O de El Capital (1867): “el movimiento de la industria moderna reside en la transformación constante de la gente trabajadora en desempleados y semi-empleados”. 

También Richard Seymour –autor de Against austerity, 2014– vio al precariado como un término “poco convincente” e “impresionista”, rechazando categóricamente –desde el marxismo y la mirada de Nicos Poulantzas– el erróneo afán de Standing de tratarlo como una “clase nueva” e incluso de suplantar las viejas clases por un sistema “actualizado” –¡sic!– (New Left Project, 10/2/12 y los intercambios siguientes: New Left Project, 15/3/12 y Lenin’s Tomb, 15/3/12). 

A unas conclusiones parecidas llegó Jarek Urbanski, sociólogo polaco y activista sindical en su nuevo libro (Prekariat i nowa walka klas/El precariado y la nueva lucha de clases, 2014) donde argumenta que lo que cambia no son las clases, sino las estrategias del capital para dominar al trabajo y moldearlo según sus necesidades y ciclos productivos, ocasionando –también mediante la precarización– la recomposición de la clase trabajadora (confundida a menudo con su “fin”). 

Apoyándose en la “teoría de la composición de clase” que enfatiza el tema del conflicto, subraya que los cambios dentro del sistema no son solo resultados del avance del capital, sino también de la reacción de los trabajadores que pasan por un proceso constante de transformación. Así los trabajadores precarios no emergen como una “clase nueva”, sino fruto de una nueva fase (neoliberal) de la lucha de clases. 

Bien recordaba Seymour que la “clase” es un concepto “relacional” que no existe empíricamente por sí solo: se forma solo “en relación” con otras, algo fundamentalmente antagónico centrado en el capitalismo en torno a la producción y la reproducción del sistema. 

Aquí resulta atinada la percepción (dialéctica) de Noam Chomsky que hablando de la situación del mundo de trabajo –muy diferente p.ej. a la de los años 30.– apunta al reverso del precariado: el “1%” y la “plutonomía”, economía gobernada por y para los ricos. 

Cita un folleto de Citigroup que invitaba a los ricos a invertir en bienes de lujo “en el mundo dividido entre la plutonomía y el resto”; subraya, en el contexto estadunidense, el papel de la Fed en empujar la inseguridad laboral para “someter a los trabajadores y hacerlos más dóciles”, evidenciando que la precarización no es algo “objetivo”, vinculado p.ej. solo con el cambio tecnológico, sino fruto de la campaña de los de arriba (CounterPunch, 8/5/12). 

Warren Buffet, el cuarto hombre más rico del mundo dijo una vez (algo que le gusta mucho repetir a Harvey): “claro que existe la lucha de clases, y es mi clase la que va ganando”. 
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