Las miradas sobre las tendencias fundamentales de la
economía mundial se posan sobre tres focos. Estados Unidos, Europa -con
Alemania como actor principal- y China. Pongamos las cosas de la siguiente
manera. El agravamiento de tendencias deflacionarias en Europa y datos sobre la
debilidad de la economía alemana se combinaron con recientes malos resultados
de la economía norteamericana. A este paquete se sumaron las especulaciones
alrededor de si la Fed va a elevar o no la tasa de interés, cuestión que en última
instancia habla sobre la verdadera solidez de la economía norteamericana. El
concierto de estos movimientos sacudió las bolsas los últimos días abriendo un
escenario en el que se incrementa la probabilidad de apertura de una nueva fase
de la crisis. ¿Y China?
Recapitulando
En 2008 estalló la crisis más profunda de la economía
mundial de que se tenga memoria desde los años ‘30. La respuesta fue un
endeudamiento estatal sin precedentes históricos que se combinó con la potencia
del crecimiento económico chino. Esta combinación logró sacar de escena las
tendencias hacia una nueva Gran Depresión, aunque sin resolver los problemas
estructurales que se habían puesto de manifiesto. El primero de ellos es la
debilidad estructural de la economía norteamericana que a pesar de los
estímulos, las caídas salariales, la destrucción operada por la crisis y la
recuperación de las ganancias, no logra reestablecer la “demanda agregada” en
términos keynesianos. Esto es la demanda de inversión y de consumo. El segundo
de ellos es que la crisis colocó un límite a la división del trabajo favorable
a Alemania, establecida en la zona euro durante el período previo. La
resultante es una traba para la expansión alemana y sus aspiraciones
“imperiales”. El tercero es que el crecimiento débil de la economía
norteamericana se transformó en una limitante para el “círculo virtuoso”
chino-norteamericano que se desarrolló entre 2001 -con la entrada de China a la
OMC- y el inicio de la crisis. El último es que las políticas monetarias y de rescate
estatal de deudas no sólo consiguieron un muy débil desapalancamiento privado,
sino que derivaron en un incremento acelerado de la deuda total, pública y
privada. Si retornamos al principio y recordamos que el endeudamiento estatal y
la fortaleza económica de China fueron los factores claves para frenar la caída
inicial, resulta evidente el necesario abordaje de ambos aspectos para pensar
posibles escenarios futuros. Al asunto de la deuda se hizo referencia hace dos
sábados en Desigualdad, tormento de poderosos, se trata ahora de abordar
primeros elementos sobre la cuestión china.
¿A dónde va China?
Luego de 2009 se produjo en China una recuperación económica
fuerte con una tasa de crecimiento de dos dígitos en 2010. Luego su economía
continuó creciendo pero en forma descendente hasta alcanzar el nivel actual que
ronda el 7,7% del PBI. Las exportaciones hacia Estados Unidos se recuperaron
pero nunca volvieron a alcanzar el ritmo previo a la crisis. La debilidad de
las economías alemana y japonesa, representan otros tantos factores que impiden
pensar un retorno a la situación anterior. De modo tal que si hasta cierto
punto la recuperación norteamericana le permitió a China mantener un relativo
statu quo, la imposibilidad de que las cosas vuelvan a ser como antes la obliga
a replantearse en términos estratégicos el modelo de acumulación de capital
vigente. Desde el estallido de la crisis el “modelo exportador” está en
cuestión. Una reconversión hacia el mercado interno es materia de discusión al
interior del aparato estatal chino cuyas alas actúan según intereses asociados
a su mayor o menor ligazón al capital extranjero. Esta reconversión como
“modelo alternativo” (sin negar los incrementos del consumo interno que
efectivamente están produciéndose) resulta un viraje de compleja ejecución.
Fundamentalmente porque pone en escena dos aspectos centrales y
complementarios. El primero de ellos, involucra un necesario incremento
sustancial de los salarios que, aún habiendo aumentado durante los últimos
años, continúan siendo una ventaja comparativa para China. El segundo, en
estrecha relación con el primero, se asocia a la evolución de las exportaciones
de capitales. Esto es a la posibilidad de China de contrapesar las actuales
tendencias a la sobreacumulación interna de capitales mediante su acumulación
externa y la explotación de proletariados distintos al chino. Como se
comprenderá, de la realización o no de ambos aspectos –que no son los únicos
pero sí factores muy importantes-, dependerá en parte la evolución de China
hacia el estatus de una economía con mayores rasgos imperialistas.
La inversión extranjera directa (IED) china retomó impulso
precisamente a partir del año 2010. Según la UNCTAD, la IED total china
efectuada en el año 2013, alcanzó un monto de 101.000 millones de dólares. Si
bien según la OCDE el monto es bastante menor, alcanzando los 73.000 millones
de dólares, ambos organismos coinciden en que China se convirtió en el tercer
emisor mundial de IED. Tomando como referencia los datos de UNCTAD, el monto de
IED china representa un valor cercano al tercio de las IED norteamericanas que
fueron en 2013 de 338.000 millones de dólares y más del 70% de las IED
japonesas de 136.000 millones. Tomando los datos de la OCDE, el diario El País
concluye que China aumentó un 17% las IED desde 2012 y que multiplicó su
volumen total en 36 veces durante los últimos 10 años. De este modo, habría
pasado al puesto número 3 con respecto del puesto número 16 que ocupaba en
2005. El grueso de estas inversiones está asociado a la energía en primer lugar
y a la minería e infraestructura y transporte, en segundo y tercer lugar.
África es el principal destino de sus inversiones en cuanto a posesión de
tierras y minería, Venezuela, Irán y Canadá son los principales destinos en sus
exportaciones de capitales dirigidas al sector energético. Distintas fuentes
señalan que durante los últimos años China estaría disminuyendo las inversiones
en recursos naturales y aumentando aquellas destinadas a sectores industriales.
Como parte de este proceso y según el periódico inglés Financial Times, la IED
china en Europa se multiplicó por cuatro entre 2010 y 2012 alcanzando un monto
cercano a los 27.000 millones de euros. Este giro está estrechamente vinculado
a la necesidad de otorgar mayor peso al mercado interno. No cabe duda del
incremento acelerado de la inversión externa china durante los últimos años. Es
necesario considerar no obstante, para evaluar con más precisión el proceso, al
menos tres factores.
Limitantes
Tres elementos fundamentales relativizan tanto la magnitud,
como la posibilidad de expansión de las inversiones externas chinas y sus
características. El primero de ellos es que el país, según Financial Times,
acumula un monto de reservas internacionales cercano a los 4 billones de
dólares. La mitad de ese monto se encuentra invertido en deudas públicas de
gobiernos extranjeros y la mayor parte en bonos del Tesoro Norteamericano. De
este modo, China posee 2 billones de dólares inactivos para seguir invirtiendo.
Con respecto a suma, los 100 mil millones en inversiones externas que informa
UNCTAD para 2013, representan un porcentaje pequeño. El segundo es que para
efectuar inversiones en los países centrales, China enfrenta poderosas trabas y
restricciones. Como también señala Financial Times, Europa no está dispuesta a
vender a China sus empresas de alta tecnología. En un sentido similar, la
oferta de la empresa china CNOOC para comprar la empresa petrolera
estadounidense Unocal en 2005, suscitó un escálalo que terminó en el voto
contrario del parlamento norteamericano. El tercero es que como balance general
la inversión extranjera directa en China alcanzó en 2013, según Financial
Times, un monto de 117.000 millones de dólares que supera la inversión que
China realiza en el extranjero, sea cual sea la fuente que se considere.
Breve reflexión final
La evolución de la crisis económica mundial -que podría
estar frente a una nueva fase como se advirtió en la columna del sábado y se
señaló en la edición de ayer-, impondrá en gran parte el ritmo a la evolución
de este proceso. Un nuevo salto de la crisis, replantearía todos los
escenarios. Desde las huelgas ascendentes en China hasta fenómenos democráticos
como el de Hong Kong y las restricciones al crecimiento señaladas, actuarán
seguramente como límite al rol contratendencial durante los últimos años.
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