Eduardo Febbro
Los populismos xenófobos llenan las urnas, el desempleo se
incrementa, la desindustrialización prosigue sin piedad su trabajo de
deconstrucción social y la izquierda europea se muere en los brazos de su
enemigo. Su discurso se ha vuelto tan débil que es inaudible. Con la escasa
excepción de Grecia y España donde prosperan fuerzas de la izquierda radical,
Syriza y Podemos, la socialdemocracia del Viejo Continente está en vías de
extinción. Sus sepultureros no son sólo los ejércitos del liberalismo, sino,
también, los gobiernos socialistas elegidos para llevar adelante otra política
y que hoy, como el primer ministro francés Manuel Valls, dicen en voz alta que
es preciso terminar “con la izquierda del pasado”. ¿Para qué sirve entonces
Marx, la tradición del socialismo democrático, las luchas obreras y la
injusticia que todo demuele si la izquierda europea no logra reinventar una
alternativa? A estas preguntas responde el sociólogo y filósofo marxista
Michael Löwy. Director de investigaciones en el CNRS francés (Centro Nacional
de la Investigación científica), profesor en la Escuela de Altos Estudios en
Ciencias Sociales, Löwy es autor de reconocidos libros sobre el marxismo.
Su primer libro en español, El pensamiento del Che Guevara, fue publicado en 1971 por Siglo XXI. El último, Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista (Buenos Aires, Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo), apareció en Buenos Aires en 2011. Entre ambos hay una extensa y metódica reflexión sobre la historia del marxismo y una irrenunciable postura a favor de una convergencia entre todas las fuerzas progresistas para cambiar la mecánica nefasta del sistema.
Su primer libro en español, El pensamiento del Che Guevara, fue publicado en 1971 por Siglo XXI. El último, Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista (Buenos Aires, Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo), apareció en Buenos Aires en 2011. Entre ambos hay una extensa y metódica reflexión sobre la historia del marxismo y una irrenunciable postura a favor de una convergencia entre todas las fuerzas progresistas para cambiar la mecánica nefasta del sistema.
– Con un liberalismo voraz y sin enemigo capaz de neutralizarlo, con los medios hegemónicos que destilan el mismo argumento en casi todos los rincones del planeta, ¿cuál es el lugar y qué utilidad tiene hoy el marxismo?
Michael Löwy |
–El marxismo es el único método, el único instrumento de
teoría crítica capaz de inspirar una resistencia crítica contra esta ola de
políticas neoliberales desastrosas. Estas políticas se imponen en Europa, sea
con la derecha o con los gobiernos de centroizquierda. Es más o menos lo mismo.
Pero el marxismo no ofrece los instrumentos para proponer alternativas. Ahora
bien, hay una condición: que el marxismo no se limite a repetir lo que está
escrito en los libros de Marx o de Engels. Debemos ser capaces de abrirnos a
los nuevos planteos que no estaban previstos por los fundadores. Estos temas
van desde la Teología de la Liberación, los movimientos indígenas en América
latina hasta, sobre todo, la cuestión ecológica. Esto es fundamental para un
socialismo o un marxismo del siglo XXI. El marxismo debe ser actualizado en
función de los desafíos, las luchas y los movimientos sociales de nuestra
época.
– ¿Por dónde pasa el punto de articulación entre esta reactualización y la creación de un movimiento político contemporáneo genuinamente de izquierda?
–Lo que corresponde en primer lugar a las fuerzas políticas
de la izquierda radical es la urgencia de unirse y, luego, apropiarse de la
reflexión marxista y actualizarla. Algunos movimientos lo están haciendo, por
ejemplo Syriza, en Grecia, que es hoy el movimiento de la izquierda radical más
importante de Europa. Syriza es un movimiento que logró crear la convergencia
con los movimientos de protesta social y con la juventud. Syriza también pudo
apropiarse de las nuevas cuestiones. Es entonces posible y ahí tenemos un
ejemplo.
– El actual primer ministro francés, Manuel Valls, dijo hace unos meses que la izquierda podía desaparecer. Si uno mira el panorama de la izquierda en varios países centrales de Europa, da la impresión de que ya desapareció.
–Efectivamente, hay un riesgo de que la izquierda
desaparezca. En este sentido, Manuel Valls tiene razón, exceptuando el hecho de
que él es uno de los responsables de la desaparición de la izquierda. Lo que
contribuye a desmoralizar a la izquierda es la política de Valls y del
presidente François Hollande. Esa política empuja la gente a la desesperanza, a
perder el rumbo. Por eso hay tanta gente que mira hacia la extrema derecha.
Pero hay que reconocer que, en Europa, la situación no es nada buena. La
extrema derecha tiene el viento en popa y la izquierda radical está muy
debilitada, con la notable excepción que es la esperanza de Grecia y España,
donde hay un movimiento nuevo como Podemos. Es apenas un comienzo, pero esto
nos demuestra que hay una alternativa a la izquierda.
– Pero ¿por qué la izquierda se volvió prácticamente inaudible? ¿Se repitió, le faltó convicción o simplemente acomodó su ideología para diluirse en el liberalismo?
–La socialdemocracia, que era una parte importante de la
izquierda y del movimiento obrero, decepcionó porque se adaptó al
neoliberalismo y llevó a cabo la misma política que la derecha liberal. Hay a
la vez un desencanto y una desorientación. Al mismo tiempo, el Partido
Comunista paga ahora el precio de su adhesión, durante casi un siglo, a esa
caricatura de socialismo que fue la Unión Soviética. Cuando la URSS se derrumbó
como una farsa trágica, los obreros y la gente que respaldada esa corriente de
la izquierda se desmoralizaron. Pero, por sobre todas las cosas, lo que más
influye es el peso de la ideología dominante. Los medios, la televisión, en
suma, todo eso mantiene una cultura del consumo, un espíritu conformista y una
sociedad individualista. Esa es la ideología dominante y no es fácil luchar
contra ella. En cambio, en América latina sí se pudo combatir esa ideología, en
Europa es otra historia. En América latina hay una extensa historia de
rebeliones, de movimientos y de revoluciones que lograron hacer saltar la tapa
del conformismo burgués reaccionario. América latina se mueve, el
neoliberalismo no domina más como antes.
– Esto significa que, en América latina, la izquierda tiene eco.
–Las experiencias de Venezuela, Bolivia y Ecuador muestran
que se puede ir mucho más lejos en la ruptura con las políticas neoliberales y
la dominación oligárquica. No se trata de una revolución socialista como en
Cuba, ni tampoco del fin del capitalismo. Sin embargo, incluso dentro de los
límites del sistema, pudieron ir más lejos. Hay una dinámica de ruptura y de
enfrentamiento con la oligarquía. Como vemos, no es imposible.
– Cuando explotó la crisis financiera en 2008, muchos celebraron el fin del sistema capitalista liberal. Pero sigue acá, tan vivo y corrupto como siempre. ¿En qué fase se encuentra entonces? ¿Al final de una etapa histórica, en plena renovación, al límite de su contradicción histórica?
–El sistema del capitalismo neoliberal ingresó en una crisis
muy profunda en los países centrales –Estados Unidos, Europa, etc–. Esta crisis
está lejos de haber terminado. Hay rebotes, subibajas, mejoras que llevan a los
gobiernos a proclamar “salimos de la crisis” y, de nuevo, retrocesos. Por
consiguiente, la crisis se prolonga y las políticas gubernamentales actuales
son incapaces de resolverla. Pienso que no se trata de la crisis final del
capitalismo, de una forma u otra saldrá de ella y, muy probablemente, de una
manera negativa para las clases populares. Si no hay una reacción, un
movimiento social, un movimiento popular revolucionario que se oponga y pueda
detener la ofensiva del capital, el liberalismo encontrará una solución para
salir de su crisis. Todo puede pasar. Con todo, el sistema continuará mientras
no haya una alternativa radical. Ahora bien, el capitalismo ya atravesó muchas
crisis, pero hoy se enfrenta a un nuevo límite, el límite del planeta, el
límite ecológico. Si seguimos así, dentro de diez años no habrá una crisis
económica, sino una crisis ecológica catastrófica.
Título original: “Puede ser que
la izquierda desaparezca”
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