► Ha llegado la hora de que nuestro gobierno le exija a Colombia el desmontaje de su sistema cambiario paralelo
Gustavo Márquez Marín
El contrabando es un factor que determina la escasez con su
secuela inflacionaria. Para enfrentarlo el gobierno adelanta un “plan de
choque” que en dos meses y medio produjo la incautación de 9.745 toneladas de
alimentos para consumo humano, 3.049 toneladas de alimentos para animales y
5.250 toneladas de materiales estratégicos. Un “botón” que muestra la cuantía
de un fenómeno, que lejos de disminuir se reproduce como monte siguiendo el
mismo patrón del narcotráfico.
El contrabando con Colombia es de vieja data pero
históricamente estuvo limitado a las poblaciones fronterizas. Todo cambió
cuando el Estado colombiano desplazó a la frontera (Cúcuta) el mercado
cambiario del bolívar, independizándolo del mercado cambiario oficial regido
desde Bogotá por el Banco de la República de Colombia (BRC). Por esa
razón, las Casas de Cambio que operan en otras regiones de ese país no suelen
hacer operaciones con bolívares. Fue así como nació el dólar paralelo, referenciado
en una cotización arbitraria del bolívar respecto del peso. Por ejemplo,
mientras el cambio oficial (BRC) es de 327 pesos/bolívar a una tasa de
cambio de 2.040 pesos/dólar y 6.30 bolívares/dólar, en la frontera el cambio
paralelo es 22 pesos/bolívar o 92 bolívares/dólar.
Las Casas de Cambio cucuteñas, en sintonía con las de Ureña y San Antonio, han asumido de facto el papel de “autoridad cambiaria venezolana paralela” y de centro de lavado del narcotráfico y el contrabando, aprovechando el estatus legal que le dio el Estado colombiano y la debilidad estructural del sistema de control de cambio venezolano. Controlan el grifo que abre la brecha entre el cambio oficial y el paralelo. Al crecer esta, aumenta el estímulo al contrabando y a su vez, el incremento de este último presiona hacia la devaluación del cambio paralelo, en un círculo vicioso infernal que está carcomiendo las economías de ambos países.
En semejantes condiciones se hacen inviables las relaciones
económicas binacionales. Ha llegado la hora de que nuestro gobierno le exija al
homólogo colombiano, el desmontaje de su sistema cambiario paralelo y el inicio
de un diálogo bilateral transparente que permita el restablecimiento de la
legalidad y la mutua recuperación de la gobernanza económica
extraviada.
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