“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

21/2/15

Carlos Noguera se fue a volar en la noche y sus cristales de estrellas

Carlos Noguera ✆ Iván Lira
Daniela Saidman   |  Escritor, sicólogo y docente este hombre que supo contar grandes historias donde el ser humano, sus relaciones, pasiones y sueños fueron protagonistas se adentró ya para siempre en la larga calle de una noche que lleva desde ahora su nombre.

En 2005 Carlos Noguera (Tinaquillo, estado Cojedes, 1943) publicó la novela Cristales de la noche. La editó Alfaguara y lamentablemente no la tenemos en la actualidad a disposición en Venezuela, aunque fue finalista del Premio Rómulo Gallegos en 2007. Él mismo contó en una entrevista publicada en marzo de 2014 en Todosadentro, que es precisamente el libro que quisiera que se agotara en la Filven (Feria Internacional del Libro de Venezuela), justamente el que no está. Hasta ahora no fue reeditada (la novela), porque haciendo gala de su personalidad de quijote amorosísimo fue incapaz de hacerla llegar a una editorial del Estado cumpliendo él funciones en Monte Ávila Editores como presidente de una de las editoriales más importantes del país. Y es que hay hombres así. Pocos tal vez, pero son los que alumbran el futuro con su vocación de ángeles terrestres.

Con su boina y su barba clara Carlos Noguera decidió despedirse de las calles de Caracas, de los viejos cafés de Sabana Grande que en su juventud fueron propicios para el verso primero y el cuento después. Y es que la muerte, esa señora antojada vino a buscar a este narrador el 03 de febrero de 2015.
Claro que quedan sus obras y fundamentalmente dan testimonio de su andar por el mundo los jóvenes escritores del país que pasaron durante treinta años por sus talleres de expresión literaria y eso no es poca cosa, la entrega de este escritor comprometido con su tiempo deja las palabras que ahora escriben quienes se animaron a abrir las ventanas del sueño para hacer realidad todo lo que aún está por decirse. Por su obra fue galardonado en dos oportunidades con el Premio Nacional de Literatura, en 1969 y en 2003. Además fue merecedor del Premio Conac de Narrativa en 1994.

Noguera se decidió por la literatura bien pronto, a lo mejor en el cuartito de los santos de su casa de infancia en donde estaba la biblioteca, con alguna vela se le hizo el milagro de la palabra.

Desde joven supo que sería escritor. Empezó de niño con versos sencillos que después, ya en la Universidad Central de Venezuela estudiando sicología y en medio de la vorágine política que vivía Venezuela desde de la década del sesenta, cambió por la narrativa y es que para él los versos eran para las cosas íntimas, mientras que la prosa servía mejor para dejar de manifiesto el mundo que era necesario cambiar.

En su juventud trabajó en diversas revistas literarias y tiempo después se dedicó a ser editor, así fue que llegó precisamente a Monte Ávila Editores, donde atendió no sólo a los jóvenes escritores que tocaron la puerta de la editorial sino a quienes año tras año se postularon para participar en los talleres literarios. Por eso apostó a una nueva narrativa venezolana en la que las voces irrumpieran el escenario para inundarlo todo de una luz recién descubierta con la que mirar las palabras.

Y sí, quedan de Noguera sus libros, Laberintos (1965), Eros y palas (1967), Historias de la calle Lincoln (1971), Inventando los días (1979), El adolescente caraqueño (1989), Juegos bajo la luna (1994), Dos libros (1995), La flor escrita (2003), Los cristales de la noche (2005) y Crónica de los fuegos celestes (2010). Queda su palabra, la ternura con la que acogió a los jóvenes y su vocación de renovar el mundo, queda su ejemplo, su voz de cuenco, su imagen de bohemia caraqueña andando las calles, sus ojos descubriendo páginas, sus manos haciendo libros, queda él, cómo no va a quedarse si aún hay tanto para decir en presente.

“Carlos Noguera, querido traductor del viento, que la calle del para siempre te sea amable. Cuidaremos tu obra y beberemos de ella. ¡Amén!” dijo el poeta Freddy Ñáñez cuando supo del adiós de este grande de la literatura venezolana. Hacemos votos porque así sea y los Cristales de la noche estén presentes en la próxima Filven para agotar en su memoria la palabra que desde ahora nos pertenece para siempre.
http://cultural.argenpress.info/2015