“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/7/15

De Marx a Hartz – Una historia de renuncias en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD)

El partido socialdemócrata más antiguo del mundo ha dejado atrás el marxismo, el socialismo, el Estado del Bienestar, a la clase obrera y ahora, a Grecia
Roger Suso   |   Escribir sobre la socialdemocracia es escribir sobre algo que ya fue. El partido socialdemócrata más viejo del mundo, el alemán, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, por sus siglas germánicas), es hoy una caricatura de lo que fue. Un giro de 360 grados: de Karl Marx al liberal Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía en 1974, pasando por Bodo Hombach, el ideólogo neoliberal del ex canciller Gerhard Schröder.

Pero situémonos justo después del Oxi (No, en griego) para radiografiar, de nuevo, a la socialdemocracia alemana, una socialdemocracia, cabe recordar, que comparte el Gobierno con la hegemónica canciller Angela Merkel. El primero en salir en público fue Martin Schulz. El presidente del Parlamento Europeo y una de las voces más poderosas dentro del SPD declaró en la televisión pública en prime time que "muy pronto Grecia va a necesitar ayuda humanitaria". El discurso del miedo. Una distorsión de la realidad y una manipulación del concepto. Como si Grecia fuese Sudán del Sur.

Lo siguiente que dijo el exalcalde de la pequeña población renana de Würselen fue que el Gobierno heleno no entiende lo que significa compartir la soberanía y la democracia con los países de la eurozona. Amenazó con el Grexit. Schulz adelantó a Merkel por la derecha.

Luego fue el turno para el gran capataz del SPD: el ministro de Economía y vicecanciller Sigmar Gabriel, que aseguró en el Tagesspiegel que el primer ministro Alexis Tsipras había "roto los últimos puentes con Europa" y que mantener negociaciones con Atenas era una tarea "inimaginable". El ala izquierdista del partido, la más nostálgica quizás de los tiempos pasados, alzó un poquito la voz. Sólo un poquito. Gabriel adelanta a Merkel por la derecha también, un hecho que hasta el propio Süddeutsche Zeitung, un periódico próximo a los postulados del SPD, destaca estos días. Le echan en cara su dureza e inflexibilidad respeto a Grecia.

Del 78% de los 475.000 militantes del SPD que participaron en una consulta interna a las bases sin precedentes, el 76% aprobó en 2013 el pacto de coalición con Merkel, confirmando así a Gabriel como el gran hacedor socialdemócrata desde Schröder. Algunos analistas alemanes especulan con que la deriva derechista del SPD de Gabriel es un cálculo electoralista, para, en caso de que Merkel no se presente a la reelección en las próximas elecciones federales, el SPD se coma parte del electorado conservador, y pasar así de ser el socio menor de la coalición gubernamental a ser el mayor.

Al preguntarle hace unos años al profesor sueco Thomas Ohlsson sobre la socialdemocracia de hoy, éste, cigarrillo en mano, contestó:
"Los partidos socialdemócratas del siglo XXI son partidos de gobierno. Empresas políticas, a la vez que maquinarias burocráticas, que sacan beneficios económicos en la oposición y en el gobierno. Su única misión como empresa política es no bajar del 20% de los respaldos en papeletas cada cuatro años. Y así ser decisivos en la formación de gobiernos".
Por esta regla de tres, la regla de Ohlsson, el SPD es un partido del gobierno. Ya sea en Berlín, en Düsseldorf o en Bruselas. Ya sea pactando con los democristianos o Los Verdes. O con los democristianos y Los Verdes. O con los Verdes y los socialistas de Die Linke (La Izquierda). O los liberales. En cualquier región y cuando sea. La socialdemocracia sobrevive en Alemania en la ya célebre "crisis prolongada de la socialdemocracia europea de posguerra".

Unos datos para contextualizar la regla de Ohlsson. En 2015, el SPD ha recibido 100.000 euros en donaciones de Daimler, la empresa automovilística que produce los Mercedes-Benz. La misma cifra que en 2014. La empresa química Evonik Industries les donó 90.000 euros también en 2014, igual que la patronal de la industria electrometalúrgica de Baden-Württemberg, que entregó un cheque de 55.000 euros al partido socialdemócrata. "El último socialdemócrata fue Olof Palme", afirmaba Ohlsson en sus clases. "El penúltimo, Salvador Allende", añadía.

El SPD nació enfrentado, según cuenta el periodista Ángel Ferrero en el libro La quinta Alemania (Icaria). Primero fue la pugna clásica entre la corriente reformista y bismarckiana de Ferdinand Lasalle y la marxista de August Bebel y Wilhelm Liebknecht. Luego vino Eduard Bernstein y su reformismo, los créditos de guerra de 1914 y la traición a la Revolución de Noviembre de 1918-1919.

La historia del SPD es una historia de renuncias. Renuncia al socialismo, al marxismo, al Estado del Bienestar, a la clase obrera y a Grecia. Y esto no es nada nuevo. En el Congreso de Bad Godesberg de 1959 el SPD se apartó oficialmente del marxismo y optó por el capitalismo y la OTAN. Y luego abrazó la Tercera Vía de Anthony Giddens.
El Hartz IV
El SPD es célebre por introducir el Hartz IV, la prestación estatal de Alemania a personas paradas de larga duración (más de un año) que fue establecido por el Gobierno de Schröder (coalición entre SPD y Los Verdes) nada más empezar este siglo. La palabra Hartz viene de Peter Hartz, un antiguo ejecutivo de Volkswagen, asesor de Schröder, condenado por sobornos a líderes sindicales e impulsor de la reforma laboral. La prestación estatal es de 364€ al mes.

Con datos de julio de 2015, en el Estado alemán hay 2,7 millones de personas en paro. Estas reciben la prestación contributiva normal, llamada Arbeitslosengeld I. Por otro lado, unos 4,7 millones de personas, que no computan en las estadísticas del paro, reciben el llamado Hartz IV. Berlín es de los lugares con el porcentaje más alto de personas que reciben el Hartz IV. La cifra de personas que lo cobran  no computan, no se incluyen, en las cifras de parados: de hacerlo, el porcentaje oficial de paro alemán no estaría en el 4,7%.

La prestación Hartz IV es multifacética, burocrática y está muy politizada. Por un lado, es exactamente lo opuesto a una renta básica, ya que incluye pruebas de pobreza y posibles sanciones financieras a los familiares y compañeros de piso del que lo recibe. La prestación también permite el trabajo por horas hasta los 400 € al mes (el famoso minijob), lo que fomenta la existencia de chantajes al trabajador, el dumping salarial y las jornadas laborales insanas, a la vez que la persona no tiene derecho a la prestación de paro (Arbeitslosengeld I) después de concluir un contrato minijob o si es despedida. 

El Hartz IV está creando, o acentuando, una especie de lumpenproletariado subvencionado, marcado con el estigma de parásito y al mismo tiempo con la cantinela de persona irrecuperable para la vida laboral porque, simplemente, lleva demasiado tiempo fuera del mercado laboral y cada vez se le hace más difícil acceder a un trabajo digno.

Las leyes Hartz existen gracias a la socialdemocracia, y por eso el partido es cada vez más impopular. La de Hartz es la receta de Gabriel. Y, por supuesto, la receta que Alemania exporta a Grecia y a toda Europa.
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