“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

29/12/15

Sergio Esenin — Primero, hay que transformar la vida; una vez transformada, podremos cantarla

Serguei Esenin
✆ Michael Solovyev
Sólo dos apasionadas voces se alzaron fervorosas a modo de implacable homenaje del poeta, las de León Trotsky y Vladimir Maiakovsky
 “Hemos perdido a Esenin, ese poeta admirable, de tanta frescura, de tanta sinceridad. ¡Y qué trágico fin! Se ha ido por voluntad propia, diciendo adiós con su sangre a un amigo desconocido, quizá, para todos nosotros. Sus últimas líneas sorprenden por su ternura y dulzura; ha dejado la vida sin clamar contra el ultraje, sin protestas vanidosas, sin dar un portazo, cerrando dulcemente la puerta con una mano por la que corría la sangre. Con este gesto, la imagen poética y humana de Esenin brota en un inolvidable resplandor de adiós”.
Gabriela Rub Boyadjian   |  Con estas cálidas y tiernas palabras, León Trotsky despidió al poeta Sergio Esenin luego de su muerte. Cual sinfonía replicada hacia los confines de la ex Unión Soviética, bramaron estos términos a modo de homenaje al poeta que, por propia voluntad, puso fin a su vida en la habitación de un hotel en Leningrado.

Sin reproches e impertinencias, un sentir noble e intenso como contrapartida a la descompostura de aquellos señores letrados y livianos en retórica que se burlaron del mujik y su lírica o bien, callaron odiosamente ante su partida. Para ellos el poeta borracho y camorrero, había muerto. Para Trotsky, la Humanidad había perdido al poeta que, a su manera, había expuesto una época realzándola “con sus cantos, que hablan de forma nueva del amor, del cielo azul caído en el río, de la luna que como un cordero pace en el cielo, y de la flor única, él mismo”. Lírica pura.

Vladimir Maiakovsky también alzó la palabra. Y sonó la belleza pura del poeta agitador que defendió a un compañero de ruta de la superficialidad emanada por una cofradía de ilustrados que gustaba burlarse del otro que, cual espejo, tal vez, descarnaba sus propias debilidades. “Usted se fue, como suele decirse, al otro mundo. ¡Qué vacío...! Vuela usted hasta incrustarse en las estrellas. Ya no le ayuda ni el dinero ni las tabernas. ¡Sobriedad pura! No, Esenin, no me burlo. En la garganta, el dolor ajusta un nudo, y no es la risa...”. Así comenzó a desplegar su artillería para profundizarla a medida que avanzaban las métricas: “Es mejor morir de vodka que de aburrimiento. No revelarán la causa de esta pérdida, ni la cuerda ni el puñal suicida. Tal vez, si hubiese tinta en el hotel Anglaterre, no tendría razones para cortarse usted las venas. Los imitadores se alegraron: -¡Bis!- aplaudieron. Contra usted, casi un pelotón entero, parecía haber realizado un atentado. ¿Para qué aumentar el número de suicidas? Mejor aumentar la calidad de la tinta”. Escupir la bronca.

La época esplendorosa de Esenin transcurrió antes de la Revolución de Octubre. La base de su lírica estaba compuesta por el amor a su tierra natal, el campo, a la Rus como lo llamaba. Enunciaba sus versos, no para la muchedumbre con vida política y social de la ciudad y sus fábricas, sino para el campesino pobre, explotado y oprimido por los terratenientes y los ricos que no hacían más que mamar la sangre del mujik. Trotsky, afirmó y no a modo de condena, que Esenin no era revolucionario y “La prueba más indiscutible se encuentra no en sus poemas sobre la rebeldía popular, sino nuevamente en su lirismo” y ejemplifica con su poesía: “Tranquilo, en el matorral de enebros, junto al barranco. El otoño, yegua alazana, agita sus crines”. De todas maneras, la revolución no fue ajena al poeta: “Oh madre, patria mía, soy bolchevique!" sacudía en 1918, mientras más tarde palpitaba “Y ahora para los soviets, soy el más ardiente compañero de viaje”. Esenin no fue extraño a la revolución, no tenían la misma naturaleza, al decir de Trotsky: “Esenin era un ser tierno, lírico; la revolución es pública, épica, llena de desastres. Y un desastre fue lo que ha roto la corta vida del poeta”.

A Maiakovsky, el poeta que dio la voz a los 150.000.000 millones que no la tuvieron, tampoco le importó que Esenin no fuera del riñón de la Revolución:
“Ahora, se han cerrado sus labios para siempre. Inoportuno y penoso es hablar de estos misterios. Al Pueblo, al creador del Idioma, se le ha muerto un sonoro cantor, vice maestro. Y llevan los viejos versos al velatorio, sacados de otros entierros, casi sin rehacer ni afilar las rimas. ¿Acaso es éste el homenaje que merece este poeta?”.
La lírica era lo trascendental, pero aún difícil en una época “La basura, por desgracia, es lo que más abunda. Asuntos hay muchos, sólo nos falta el tiempo. Primero, hay que transformar la vida; una vez transformada, podremos cantarla”. Se dice que, cuando el cañón retumba, las musas callan. Sólo un respiro, una batalla para dar y ganar en pos de aniquilar las condiciones que hacen que existan las clases, y la lírica, entre otras cosas, resurgirá en toda su esencia para regocijo de la Humanidad.

Ya para el año 1925 el Estado Obrero estaba en pleno proceso de burocratización y mientras Stalin llamaba a construir el socialismo en un solo país, Trotsky había sido separado de la dirección del partido. Se profundizaban las tensiones generadas por la NEP (Nueva Política Económica) y la vida de Esenin ya se hacía carne como un “hooligan”, un inadaptado involuntario creado por las duras condiciones que le impuso el mundo y que decidió poner fin a su vida entre la noche del 27 y 28 de diciembre de ese mismo año. Sólo dos lo homenajearon. Vladimir Maiakovsky, el poeta de la revolución que dio fin a sus días estrellando el barco del amor contra la vida cotidiana, “Y estamos a mano tú y yo. Entonces ¿para qué?” Y Leon Trotsky, asesinado en 1940 en Coyoacán por el agente de la policía secreta stalinista Ramón Mercader. Trotsky que dejó a sus herederos esparcidos por el mundo la misión de cumplir con el legado, más vigente que nunca, hacia la victoria de la Cuarta Internacional en pos de la liberación de la humanidad.

El poeta Maiakovsky finalizó su resguardo al compañero de ruta, el poeta Esenin, en un bello canto.
“¡Adelante…! Que el tiempo se nos quede atrás hecho jirones, y únicamente el viento despeine los mechones de pelo alborotado. Para la alegría, nuestro planeta está escasamente preparado. Debemos arrancar la alegría de los días venideros. En esta vida, morir es cosa fácil. Hacer la vida es mucho más difícil”.
El camarada Trotsky acobijó tiernas palabras al poeta de otro mundo, aún sin alabanzas ni reproches:
“Preparemos el porvenir. Conquistemos para todos y todas, el derecho al pan y el derecho al canto. El poeta ha muerto, ¡Viva la poesía! Indefenso, un hijo de los hombres ha rodado en el abismo. Pero viva la vida creadora en la que hasta el último momento Sergio Esenin ha entrelazado los hilos preciosos de su poesía”.
Esenin se ha ido. El poeta ha muerto, ¡Viva la poesía!
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