“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

15/12/16

Los diagramas de Bolívar Echeverría: producción, consumo y circulación semiótica

Could it be that while emotion and feeling were tw­ins, emotion was born first and feeling second, with feeling forever following emotion like a shadow? Antonio Damasio

El Grito ✆ Oswaldo Guayasamín
Carlos Oliva Mendoza 1 

I. La confrontación entre valor de uso y valor, o “forma natural” y “forma de valor”, recorre toda la obra de Bolívar Echeverría; en última instancia, parece estar siempre en el fondo de sus inda­gaciones y en sus asertos. Esta tensión productiva para su trabajo teórico es manifiesta en muchas ocasiones y, en otras, sólo se en­cuentra como un presupuesto de las tesis que alcanza sobre una gran diversidad de campos. En este sentido, para la comprensión de la obra de Echeverría es necesario realizar una genealogía y pro­yectiva del trabajo que Echeverría realiza sobre la “forma natural”, específicamente, en el despliegue reprimido de ésta ante la “forma de valor”. Este estudio, me parece, debe basarse en sus interpreta­ciones críticas de El capital y en el estudio que hace de un sujeto histórico determinante, el trabajador y la trabajadora, el llamado “sujeto del proletariado”, como el principal portador y recreador de la “forma natural” a partir de la puesta en escena de los va­lores de uso.

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Esto lo lleva a cabo Echeverría en la década de los setenta, en una serie de cursos y seminarios donde pone en juego su formación teórica como fenomenólogo, marxista y semiólogo. Podemos decir que en esa década afina una serie de conceptos que en los años ochenta, claramente, perfila hacia una diversidad de propuestas, entre éstas: una teoría semiótica y cultural de la mo­dernidad en el capitalismo; la concreción de una teoría crítica, que no siempre alcanza a dar cuenta de los fenómenos complejos de la ambivalente modernidad y, ya en los noventa, una restructuración de su estudio del valor de uso y la “forma natural” con relación a las representaciones barrocas dentro de la modernidad, como for­mas privilegiadas de interferencia frente al capitalismo. Finalmen­te, en la primera década del siglo XXI, Echeverría no sólo sigue profundizando en sus indagaciones sobre el barroco, sino que co­mienza a poner mucha atención en la conexión, impulsada desde las paradojas barrocas, entre teología y teoría crítica. No es casual que desde esta perspectiva pueda encontrar nuevos desarrollos de la tensión entre “forma natural” y “forma de valor”, por ejemplo, el problema de la relación entre utopía y mesianismo; el estatuto de la técnica y la obra de arte en la representación de la moderni­dad tardía; la formulación de una teoría crítica en el capitalismo del siglo XXI; la relación entre barroco y neo-barroco; la teología negativa y la explotación terminal de la naturaleza; el problema de la renta tecnológica, como forma privilegiada del capitalismo con­temporáneo, y la desaparición de las naciones, el neoimperalismo y la constitución de clases y movimientos opuestos al capitalismo; las dimensiones culturales de la neobarbarie, la blanquitud y el genocidio dentro del sistema capitalista; o el americanismo como forma exacerbada de la modernidad capitalista.

Bolívar Echeverría
El problema de la continuidad de su obra, por ejemplo de esta hipotética propuesta que hago sobre la misma, tiene dos aristas muy claras. Por un lado, Echeverría no realiza, muy probablemen­te ni siquiera creía en esto, una obra magna. Él se entrega a una dimensión mucho más pragmática de la teoría y más acorde con las formas en que el español se desenvuelve; básicamente su tra­bajo teórico está estructurado dentro de una compleja y poderosa estructura ensayística. Tiende al fragmento, a la reelaboración de sus escritos, al remontaje de sus ideas. Práctica el robo de ideas en el mismo sentido que lo hicieran los antiguos, en el mismo sentido que lo hace Borges o Beckett, esto es, trabaja una idea hasta que la vuelve parte de su obra y le da una dimensión nueva y una potencia desconocida, sólo revelada en el interior de su corpus. Esto puede verse con las ideas seminales de Marx, Sartre, Heidegger, Jakobson, Benjamin, Sarduy, Borges o Monsiváis, para mencionar las que son más obvias, pero una investigación detallada puede mostrar la reelaboración de muchas ideas de la inteligencia moderna.

El problema, pues, es que al no tener una obra de referencia en torno a la cual hacer girar todo su trabajo ensayístico, nos vemos obligados o a realizar una reducción del mismo o, lo que posible­mente a él le hubiera agradado, a hacer un uso hereje de su obra, a utilizarla en tanto sirva para un proceso de transformación social que implique el derrocamiento del capitalismo. En este sentido, es una obra que se resiste a ser tratada como tal, a ser colocada dentro de las coordenadas del museo académico y que demanda, por su misma estructura, el uso revolucionario y crítico de la misma.

El segundo problema es más sencillo y con un estudio siste­mático de su trabajo se deberá, progresivamente, resolver. Eche­verría no parecía tener ninguna prisa por publicar y, menos aún, tener reconocimientos académicos. Los que alcanza llegan tarde y el reconocimiento y diálogo con su obra es, en muchos senti­dos, póstumo. Él mismo no potencia, sino sólo bajo ciertas, lla­mémosle “estrategias barrocas”, la discusión con su obra y con su teoría. Uno de los principales problemas de esta actitud es que su teoría está yuxtapuesta en el momento en que se publica y no podemos deducir, al referirnos a su trabajo publicado, cuál es la línea de formación de su pensamiento. Pese a los esfuerzos, cada vez mayores, por armar y aportar datos a su biografía intelectual, hay huecos fundamentales. Él insistía en señalar que su formación se da en los años que pasa en Alemania y, al no tener datos certeros sobre esa formación, esta afirmación más bien ayuda a oscurecer los elementos de su formación previa, en Ecuador, y posterior, en México. Mientras más datos hay, más clara parece ser la conexión de algunas propuestas de su teoría con otras raíces, allende las de su tiempo en Alemania; por ejemplo, hay variaciones importantes al contextualizar su obra en el clima posterior a la violenta y crimi­nal represión del gobierno priista de Díaz Ordaz en el México de 1968, o en torno a sus primeros años en las facultades de Econo­mía y Filosofía de la UNAM.

Su obra, pues, aparece publicada, prácticamente en su totalidad en la difícil década de 1990, pero los libros remiten a trabajos rea­lizados, en buena medida, en los años setenta y a sus elaboraciones de los años ochenta y principios de los noventa. De esta forma, visto a la distancia, tenemos una serie de trabajos sobre temas muy diversos y no conmensurables en una primera observación, si no se hace un estudio complejo del desarrollo de su pensamiento. Pode­mos en cierto sentido decir que su obra aparece de forma espon­tánea en los noventa, sin que exista un lector paradigmático que haya acompañado todo ese trabajo a través de un conocimiento detallado de sus obras. ¿Por qué? Porque gran parte de esas obras habían sido publicadas como ensayos en las dos décadas anterio­res; otras no se habían publicado; otras aparecían por primera vez, ya sea creadas en los noventa o no publicadas previamente, final­mente, y quizá lo más importante, porque su obra republicada en diversos libros tiene otra dimensión, que la de la publicación en revistas, al entrar en sintonía con los otros ensayos recopilados.

¿Cómo enfrentar estos problemas? En primer lugar, me parece que la obra de Echeverría debe de seguir siendo un corpus, como él lo pensó, con una finalidad diferente de la que traza el círculo reproductivo y cada vez más endógeno de la academia. Su obra tiene una función vital y política y es una herramienta para poten­ciar, aún desde estos lugares claramente marginados en la sociedad capitalista —el pensamiento, la reflexión y la imaginación— la po­sibilidad de una sociedad post-capitalista. Y, sin embargo, esto no sólo no se contrapone, sino que demanda un trabajo sistemático sobre sus escritos. El mismo Bolívar Echeverría es un buen ejemplo de este comportamiento que encierra una compleja dialéctica. Fue ortodoxo, como pocos y pocas, en la lectura rigurosa y sistemática de la obra de Marx, a la vez, fue hereje en su tratamiento. Reali­zó críticas radicales, reescrituras de la teoría marxiana, montajes y traducciones que tenían como finalidad el reactualizar la teoría marxista para su uso pragmático en las luchas contemporáneas. Habría, pues, que intentar este mismo tipo de acercamiento a su obra, riguroso, crítico, sistemático pero, a la vez, hereje y utilitario. Esta actitud implica más riesgos que certezas pero, frente a la crisis civilizatoria de la modernidad capitalista, ése y muchos otros ries­gos, de mayor envergadura, se deben correr.

Señalo todo lo anterior por dos motivos: el primero, para ha­cer una hipótesis de lectura y fijar mi posición sobre la obra de Echeverría; el segundo, para introducir uno de los elementos más crípticos de su obra, los esquemas, elementos que deben de ser tratados de forma sistemática y rigurosa a la vez, como decía, que pragmática, pues es necesario la combinación, el montaje y el de­sarrollo crítico de muchos de los esquemas y diagramas que ensayó el marxista latinoamericano.

II. Bolívar Echeverría trabajó siempre con esquemas y diagramas. Su reflexión, en gran parte de su obra, está plagada de figuras. No son un ejercicio de juventud o de formación. Hasta el final de su vida como maestro utilizó esquemas para explicar su interpretación so­bre Marx y el proceso semiótico en la Modernidad. Existen mu­chos diagramas de este tipo en sus libros y ensayos, en diferentes grados de desarrollo y en diversas versiones. Son deudores, como él lo señala, fundamentalmente de dos autores, de Marx y de Jakob­son 2 pero, a partir de una serie de elementos novedosos que aporta, Echeverría logra un total remontaje de los mismos. Además, como las partituras de música, transmiten una especie de magia, por su proceso de simplificación y su ejercicio de encriptación del mun­do; y por la sorpresa que nos depara su comprensión, muestra del movimiento secreto de cada diagrama, similar a la escritura de la partitura al interpretarse.

De las decenas de diagramas sólo quiero mostrar cinco piezas que, a su vez, enmarco en tres secciones. En primer lugar, dos es­quemas metafísicos que intentan mostrar la relación primordial del ser humano con la naturaleza y la materia. A partir de estos esquemas, podemos entender toda la idea de la cultura que desa­rrollará Echeverría. Una teoría de la cultura que se plantea como una erótica y política de trans-naturalización formal que precisa de una dialéctica en la que la naturaleza, y el hecho material, siempre juegan un papel determinante frente al artificio de lo humano.

En segundo lugar, sus esquemas sobre el proceso de producción de la riqueza, en los que Echeverría desarrolla la forma de sociali­zación mercantil del capitalismo y se muestra con mucha claridad cómo, en ese universo, opera la idea especular de la libertad sub­jetiva que constituye a los actantes, tanto en su carácter de pro­ductores como de consumidores. Se trata, en el montaje de Eche­verría, de un sujeto siempre enfrentado al proceso de valorización abstracto del capital. Estos esquemas son extremadamente sutiles al plantear las fugas y representaciones que encuentran las formas de valor y las formas naturales a través del proceso de valorización y del uso que se da a las mercancías.

Por último, quiero mostrar, con el esquema final, cómo Eche­verría traduce su diagrama básico de la forma de producción de la riqueza en un diagrama sobre el proceso de comunicación, esto es, sobre la riqueza de producción y consumo del acto semiótico.
Notas
1 Este trabajo es derivado de la estancia sabática realizada con apoyo del PASPA-DGAPA-UNAM.
2 Las fuentes primarias de los diagramas que realiza sobre el proceso de repro­ducción de la riqueza y la socialización son El capital y los Grundisse. El artículo donde Jakobson realiza los esquemas que Echeverría retomará y utilizará como base de su esquema sobre la circulación semiótica, “Closing Statement: Linguis­tics and Poetics”, se encuentra en Style in Language (Thomas Sebeok (ed), Nueva York, MIT, 1960, pp. 350-377.) Gran parte de los primeros esbozos de estos diagramas se encuentran en el libro de Echeverría, El discurso crítico de Marx.
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