Foto: Francisco Fernández-Buey |
Especial para La Página |
Lo conocí en Barcelona a finales de los años 70. Los
comunistas andaluces de entonces admirábamos el trabajo político del PSUC [*],
sobre todo en el terreno cultural. Una especial influencia ejercía ya en mí la
figura y la obra de Manuel Sacristán. Habiendo elegido a Gramsci como tema de
mi tesis doctoral, mi referencia inicial fue la Antología de
Sacristán y los artículos de Fernández Buey. Ellos abrieron el camino y puede
decirse que renovaron el marxismo en España, tanto a partir de sus fuentes como
en la valiosa reelaboración llevada a cabo por el pensador sardo. Agotada la
escolástica soviética y descarnada en la transición la pobreza teórica que
envolvía el tacticismo de la dirección del PCE, los discípulos de Sacristán con
Paco al frente hicieron una contribución de primer orden en el campo de la
teoría: rigor intelectual, espíritu crítico, apertura mental a otras corrientes
de pensamiento y compromiso político caracterizaron al grupo.
Aunque mi trabajo académico posterior se orientó hacia el
pensamiento griego y medieval, siguiendo así la huella de nuestro maestro común
Emilio Lledó, he seguido aprovechando las orientaciones de Gramsci y apreciando
la lucha teórica y política de Paco Fernández Buey abierta a las nuevas
realidades sociales. Nos reencontramos en el Congreso Internacional “Gramsci y
la sociedad intercultural” celebrado en la Universidad Pompeu Fabra de
Barcelona a comienzos de diciembre de 2009. Allí volví a disfrutar del talento
de sus intervenciones, de su hermosa voz (que recordaba Salvador López Arnal en
su entrañable necrología) y de su afecto como compañero y amigo.
Siempre en la trinchera de la lucha ideológica contra los
que edulcoran el desastre del capitalismo tardío y contra los que se resguardan
de la lluvia y del viento en su pequeño confort, su coherencia intelectual, su
dignidad personal y su temple moral me recuerdan a los viejos maestros de la
Institución Libre de Enseñanza que dejaron una semilla imperecedera antes de
ser dispersados por el exilio.
Continuar su lucha ─ nuestra lucha ─ y afinar nuestra
contribución a ella me parece el mejor homenaje que podemos rendir a la memoria
del compañero, amigo y maestro cuya muerte hoy lloramos. Podríamos grabar como
epitafio el lema que Gramsci tenía escrito en su celda de la cárcel y que
procedía de un proverbio zulú: “Mejor
caminar y morir que detenerse y morir.”
Nota del editor
[*] Partido Socialista Unificado de Cataluña