“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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15/10/15

Bertolt Brecht & György Lukács: comunistas ejemplares

Bertold Bretch ✆ David Levine
György Lukács ✆ David Levine
Pepe Gutiérrez-Álvarez   |   Hay un momento en el documental sobre los niños del franquismo, de Montse Armengol, en la que la responsable de ellos en los primeros tiempos del franquismo, se ve agobiada por los datos que se le están planteando por lo que decide pasar al ataque. No puede negar lo que le cuentan, pero tiene una defensa: el comunismo era peor, mucho peor. Por supuesto, el comunismo era el Stalin de treinta, pero ellos ya lo describían así desde Octubre de 1917. Esto que en su momento expresaba la opinión de la extrema derecha, se ha convertido en una ley de bronce de los medios en los que, por citar únicamente un par de ejemplos, dos personajes de la talla de Bertolt Brecht (1898-1956) y György von Lukács (1885-1971), han pasado a ser poco menos que “comisarios” del Koba, sin más derecho que el que le puedan otorgar las revistas minoritarias. Un buen ejemplo de esta actitud la representó sin complejos César Antonio Molina, y lo hizo en lejano un artículo titulado   El KGB de la cultura 1/ firmado por (director del Instituto Cervantes). Uno se podría creer que el autor hablaría de los responsables “culturales” de este siniestro departamento, pero me encuentro que con motivos de sus respectivos aniversarios, el autor juzga a dos de los mayores intelectuales del siglo XX, Bertolt Brecht (1898-1956) y György Lukács (1885-1971).

27/10/13

Bertolt Brecht | ¿Fuerza irresistible o capítulo olvidado de la historia teatral?

Bertolt Brecht ✆ Rudolf Schlichter
Michael Billington  |  Otra vez este hombre: Bertolt Brecht. Una de sus primeras obras, En la jungla de las ciudades, se ha repuesto en el Teatro Arcola de Londres, y a finales de este mes vuelve al West End londinense [el distrito teatral por excelencia], con el paso de la producción de Jonathan Church en el Chichester de El resistible ascenso de Arturo Ui al Duchess. Se trata de una producción que  cosechó grandes alabanzas cuando se estrenó el año pasado, en particular por el cómico demonismo de la interpretación de Henry Goodman como epónimo estafador de Chicago que ofrece una metáfora de Adolf Hitler. Pero, pese a toda su deslumbrante energía, sospecho que la producción reavivará todas las viejas discusiones sobre el prestigio de Brecht hoy. ¿Todavía constituye una fuerza irresistible o es simplemente un capítulo en la historia del teatro cuya reputación ha decaído con el derrumbe del comunismo de Europa del Este?

Al sopesar los pros y contras, hay que empezar con un hecho básico: lo mismo como dramaturgo en activo que como teórico visionario, Brecht cambió la faz del teatro moderno. Por hablar sólo de Gran Bretaña, yo sostendría que la histórica visita a Londres del Berliner Ensemble de Brecht en 1956 hizo más que cualquier otro acontecimiento por si solo – más que el estreno de Esperando a Godot un año antes – por sacudirnos nuestra arraigada complacencia. La sobria estética de Brecht tuvo una profunda influencia en la English Stage Company recién creada en el Royal Court Theatre, y la comprensión de lo que podría llegar a hacer una